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Que transformó el óleo en acuarela es solo una forma de describir uno de los inventos de Helen Frankenthaler (Nueva York, 1928-2011). Se llama ' ... soak-stain' o mancha de empapado, técnica que desarrolló en la década de 1950 y que sumó a las posibilidades del expresionismo abstracto que abrazó tras la Segunda Guerra Mundial junto a otros coetáneos. Un día vio a Jackson Pollock concentrado en su 'dripping', vertiendo pintura y dejándola gotear sobre un lienzo en el suelo. Adoptando esa misma posición, pensó en arrojar sobre la tela óleo diluido en aguarrás, lo que otorgó a sus cuadros un efecto similar al de la acuarela, pues la espesa pintura se transformaba en manchas aguadas que se extendían creando lugares translúcidos en expansión. A veces usaba esponjas, pinceles o rodillos, y otras inclinaba el lienzo para que la gravedad hiciera su trabajo. El máximo exponente de esta técnica y de su obra es 'Montañas y mar', creada en 1952.
Esta revolucionaria obra no forma parte de la colección de 30 pinturas de Frankenthaler que el Guggenheim presentó este jueves bajo el título 'Pintura sin reglas' (hasta el 28 de septiembre), pero está muy presente. Al comisario de la exposición, Douglas Dreishpoon, se le ocurrió coger una foto del salón de la casa que la artista compartía con su marido, el pintor Robert Motherwell, donde estaba colgada y la amplió hasta llenar una de las paredes de la muestra. «'Montañas y mar' es el ejemplo icónico que aparece en cada libro de historia de arte –explicó Dreishpoon–. ¿Y por qué no la tenemos aquí? Porque está cedida a largo plazo a la Galería Nacional de Washington D. C. y no era posible traerla, es una pintura que no quieres mover a menos que haya una razón realmente, realmente buena. Pero muchas de sus cualidades las vemos en otras obras que hemos traído aquí, como 'Pared abierta' (1953) –que recibe al visitante al entrar en la exposición– y 'Sueño occidental' (1957)».
Relató Dreishpoon la historia de esa foto ampliada que ha colocado en la sección de coetáneos de la artista, donde se exhiben obras de Kenneth Noland, Morris Lewis (ambos adoptaron la técnica 'soak-stain'), Mark Rothko y su propio marido, que aporta 'Iberia', cuadro de la colección del Guggenheim Bilbao.
«El matrimonio vivía en una casa de piedra roja en el oeste de Nueva York, y, en 1964, 'Vogue' quiso hacer un reportaje sobre su colección de arte, porque ambos recopilaban obras de otros artistas. Y si miras con atención, verás que estaban rodeados por ellos. Por un lado, 'Montaña y mar'; por el otro, un Motherwell; encima de la chimenea, un Rothko; esculturas de Matisse, Rodin y otras de procedencia indígena, de Egipto... Todo ello nos dice mucho sobre lo que significaba el arte para ellos».
Estuvo Frankenthaler en el Guggenheim una vez, como recordó su directora, Miren Arzalluz: «Fue en 1998, donde colaboró en el montaje de una exposición sobre sus obras entre 1956 y 1959. Comentó entonces con entusiasmo la emoción que suponía para ella exponer en este museo, lo mucho que le gustaba». Añadió el detalle de que la pintora, «tras su boda con Motherwell y dentro de su viaje de novios, pasó un tiempo en San Juan de Luz, en una villa, donde ambos pintaron obra».
Arzalluz agradeció la asistencia a la rueda de prensa de Silvia Churruca, de la Fundación BBVA, colaboradora de esta exposición junto a la Fundazione Palazzo Strozzi de Florencia, representada por su director general, Arturo Galasino, y a la Helen Frankenthaler Foundation, con su directora ejecutiva al frente, Elisabeth Smith. Galasino informó de que en Florencia (de donde viene la muestra) «más de un cuarto del público eran personas de menos de 30 años. Fue una exhibición que encantó a los jóvenes. Vi muchos niños en la entrada y espero que también aquí en Bilbao el público joven aprecie los cuadros de estos artistas increíbles». Por su parte, Elisabeth Smith resaltó que «casi 30 años después de aquella exhibición que montó la artista en este museo, es maravilloso ver una presentación más completa de su obra en un contexto y un momento muy diferentes».
La sensación al contemplar algunos de los cuadros de la colección, todos ellos de grandes dimensiones y organizados en torno a las seis décadas del arte de Frankenthaler, es la de asomarse a ventanas de paisajes veraniegos, como en 'Ocean Drive West 1' (1974), 'Contemplando las estrellas' (1989), 'Cassis' (1995), 'Exposición al sur' (2002) y 'Santorini' (1966), una de las dos obras de la artista –la otra es 'Requiem' (1992)–, adquiridas por el museo recientemente.
La exposición culmina con un cuadro mucho más oscuro pero también luminoso de alguna manera, 'Conduciendo hacia el este' (2002), una vista nocturna al estilo David Lynch en la que, sobre el cielo gris profundo, se recortan las aún más oscuras siluetas de colinas. Sobre ellas empieza a aparecer cierta claridad, quién sabe si por el inminente amanecer o por la contaminación lumínica de una ciudad cada vez más próxima.
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