Cómo funciona la memoria
En realidad habría que hablar en plural pues son varios los tipos existentes y aún sabemos poco sobre su mecanismo
Mauricio-José Schwarz
Martes, 22 de noviembre 2022, 00:43
Antes de que se sugirieran explicaciones sobre la memoria, el poeta griego Simónides de Ceos desarrolló, en el siglo V adC, un método para recordar ... acontecimientos o mnemónico, el 'palacio de la memoria'. Doscientos años después, Platón y Aristóteles proponían que la memoria era como escribir en una tableta de cera, y recordar era leerla.
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Pero nuestros cerebros no son tabletas de cera ni ordenadores, y no tienen la precisión de estos sistemas, aunque son, eso sí, más flexibles y adaptables.
El primer autoexperimento de memoria lo llevó a cabo el alemán Hermann Ebbinghaus, contra quienes creían, a fines del siglo XIX, que los mecanismos mentales no eran susceptibles de ser estudiados empleando el método científico. Para evitar la asociación que se crea con las palabras que conocemos, Ebbinghaus creó una serie de 2.300 vocablos sin sentido, pseudopalabras, y se aplicó a aprendérselas, realizando el primer descubrimiento relevante sobre nuestra memoria: la curva del olvido, donde observó que las sílabas recién aprendidas se olvidaban rápidamente, pero lo que se conservaba durante más tiempo tendía a permanecer en la memoria. Descubrió también la curva del aprendizaje, es decir, la rapidez con la que aprendemos algo nuevo.
Los mecanismos subyacentes a la memoria de corto y largo plazos quedarían para ser abordados por otros investigadores. Uno de ellos, Santiago Ramón y Cajal, fue el primero en sugerir que las memorias se creaban y mantenían cuando las neuronas establecían nuevas conexiones que representaban a los recuerdos.
Un hito en la investigación de la memoria fue el caso de Henry Molaison, un joven paciente de epilepsia que en 1953 se sometió a una cirugía para eliminar la zona de su cerebro llamada el hipocampo, que es la fuente de los ataques epilépticos. La cirugía fue un éxito pues redujo enormemente sus ataques, pero también se llevó parte de los recuerdos de los 11 años de vida anteriores de Molaison, y le robó su capacidad de crear nuevas memorias.
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Esto permitió identificar por primera vez esa región del cerebro como una de especial importancia para la memoria.
Dentro del tu cabeza
En 1949, Donald Hebb descubrió que cuando dos neuronas están repetidamente activas al mismo tiempo, terminaban asociándose, cambiando su anatomía y fisiología para formar nuevas conexiones o fortalecer las ya existentes.
Las conexiones entre neuronas se realizan mediante dos estructuras. Cada una de estas células nerviosas altamente especializadas tiene varias dendritas, que son apéndices o prolongaciones capaces de enviar señales electroquímicas y un solo axón, un apéndice más largo capaz de recibir esas señales. Las neuronas se conectan entre sí en puntos llamados 'sinapsis', espacios entre las superficies de las células, que nunca se tocan. Cuando hay una señal que se debe transmitir, las dendritas liberan neurotransmisores en las sinapsis, que la siguiente capta e interpreta como un potencial que traslada hacia otras neuronas. Se forman así las redes y estructuras de nuestro cerebro. El número de las conexiones establecidas entre neuronas es la base de la memoria.
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Además del hipocampo, que está situado profundamente en el lóbulo temporal, la corteza cerebral, la capa más externa de nuestro encéfalo, juega un papel fundamental en el almacenamiento de las memorias. Esto se demostró con un experimento involuntario del cirujano canadiense Wilder Penfield, en las cirugías que practicaba para controlar la epilepsia. Trabajaba con pacientes despiertos sometidos a anestesia local y estimulaba eléctricamente el lóbulo temporal para determinar exactamente qué zona estaba provocando los ataques epilépticos y destruirla selectivamente, evitando consecuencias catastróficas como la de Molaison.
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Pero al hacerlo descubrió que estimulando ciertos puntos de la corteza de los lóbulos temporales de sus pacientes, podía evocar en ellos memorias incluso de experiencias personales muy exactas. Cambiando el lugar donde aplicaba el electrodo apenas unos milímetros, evocaba otras memorias de hechos, visuales e incluso de olores y sonidos. Eran, muchas veces, memorias ya olvidadas que reaparecían vívidamente.
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Más allá del contenido de las memorias, en el que trabaja sobre todo la psicología experimental, desde el punto de vista de nuestro encéfalo las memorias se almacenan en distintos puntos. Las explícitas, las que se refieren a cosas que nos han ocurrido a nosotros (memoria episódica) o a datos e información generales (memoria semántica), se almacenan en tres áreas del cerebro: el hipocampo, la neocórtex o capa superior del encéfalo y las amígdalas, pequeñas estructuras en forma de almendra asociadas al extremo del hipocampo que son además responsables de las emociones y la motivación, y por tanto de dotar a la memoria de su contenido emocional.
Existen también las memorias implícitas, como las motoras, que son las responsables de que recordemos ciertos movimientos igual para el trabajo y el deporte que para interpretar un instrumento musical. Estas se almacenan en los ganglios basales, estructuras profundamente situadas en el encéfalo que controlan los movimientos voluntarios de los músculos, y en el cerebelo, que entre otras funciones se encarga del control motor fino, que nos permite realizar tareas delicadas.
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Las memorias a corto plazo o de trabajo son fundamentales para la vida diaria, pero no para ser recordadas al paso del tiempo, y se concentran sobre todo en la corteza prefrontal, que se encuentra directamente detrás de nuestra frente. Es la memoria de números, letras y otros elementos que solo tenemos que mantener con nosotros durante unos minutos.
Los mecanismos de la memoria que ya conocemos, aunque queda un largo camino por recorrer, nos dan un indicio de por qué esta es tan frágil. Cada vez que evocamos una memoria la reconstruimos más que leerla de una tableta de cera o de un dispositivo digital, y podemos distorsionarla ampliamente e incluso crear memorias falsas.
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A las respuestas a la pregunta sobre dónde se almacenan esos recuerdos que son la línea narrativa de nuestra existencia, deberán unirse en el futuro las respuestas a los muchos cómos que quedan pendientes: cómo se codifican las memorias, cómo se mantienen dentro de nuestro complejo sistema nervioso y cómo se evocan para darnos información subjetiva, como la fecha de fundación de Roma, o emocional como la de nuestro primer beso. Porque sin memoria no somos nadie.
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