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¿Está a punto de colapsar la corriente marina de la que depende el clima en Europa?

Las consecuencias serían «catastróficas», con un descenso de las temperaturas de hasta 15 grados en el continente

Miércoles, 17 de septiembre 2025, 00:10

«La mayoría de las proyecciones climáticas se detienen en 2100. Sin embargo, algunos de los modelos estándar del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el ... Cambio Climático (IPCC) se han proyectado siglos hacia el futuro y muestran resultados muy preocupantes», asegura Sybren Drijfhout, del Real Instituto Meteorológico de los Países Bajos. El profesor holandés es el principal autor de uno de estos estudios que han dirigido su mirada más allá de finales de este siglo, hacia esos preocupantes resultados. Y lo ha hecho para centrarse en una de las cuestiones que más inquietan a los especialistas en el clima: la Corriente Marina Atlántica (Amoc, por sus iniciales en inglés).

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Lo que ha descubierto es que frente a las previsiones anteriores, que consideraban poco probable su colapso para finales de siglo, esa baja probabilidad ya no es tan escasa. «El profundo vuelco en el Atlántico norte se ralentiza drásticamente para 2100 y se detiene por completo a partir de entonces en todos los escenarios de altas emisiones e incluso en algunos de emisiones intermedias y bajas. Esto demuestra que el riesgo de cierre es más grave de lo que muchos creen», afirma el especialista. En cifras, del 10% estimado inicialmente se ha pasado a un 25% en el escenario más optimista de reducción de las emisiones.

Amoc -iniciales de Atlantic Meridional Overturning Circulation- es un sistema de corrientes oceánicas que configuran buena parte del clima en el hemisferio norte. «De la misma forma que en la atmósfera hay corrientes, también las hay en el océano. Amoc forma parte del sistema de circulación oceánica, la llamada corriente termohalina. Esta última es una especie de cinta transportadora que lleva agua fría y densa en profundidad, y más caliente y menos densa en la superficie», explica Santiago Gaztelumendi, director de Estrategia y Coordinación de la Agencia Vasca de Meteorología. En el caso de Amoc, «es una especie de ocho en el Atlántico. Sube por África con agua caliente en superficie, se dirige al Caribe y Estados Unidos y de aquí se dirige a Europa. A continuación se dirige al Polo Norte, donde se enfría y desciende, cerrando el ocho», continúa el meteorólogo.

En el caso de Europa, la parte superior de ese ocho es la principal responsable del clima templado que generalmente impera en el continente. «Es una de las razones que explican que ciudades en la misma latitud, como Madrid o Nueva York, tengan climas tan diferentes», incide Gaztelumendi. Sin embargo, el calentamiento global está afectando de manera decisiva este sistema de corrientes. Lo hace de dos formas. De un lado, evita que el agua se enfríe lo que debería y, por lo tanto, no desciende. De otro, el deshielo del Ártico y de Groenlandia anega la zona con agua dulce, que es menos densa, lo que debilita el mecanismo.

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Graves consecuencias

Las consecuencias a nivel mundial de su colapso serían «catastróficas. Las temperaturas en Europa bajarían una media de 15 grados, una burrada. Sería como situar a Bilbao a mil metros de altitud». Sufririamos inviernos extremadamente fríos y fuertes tormentas a los que seguirían grandes sequías en verano. Además, el nivel del mar subiría de forma significativa en la costa este de América del Norte. En el planeta, desplazaría la franja de lluvias tropicales de la que dependen millones de personas para cultivar sus alimentos en India, Sudamérica y África Occidental.

El estudio liderado por Drijfhout, publicado en la revista 'Environmental Research Letters', muestra que si las emisiones de carbono siguen aumentando, el 70% de las simulaciones llevaban inevitablemente a un colapso de Amoc. Si se mantenían en un nivel intermedio, las probabilidades de interrupción se reducían a la mitad, un 35%. En el mejor de los casos, si se cumplieran los acuerdo de la cumbre del clima de París de 2015, el porcentaje sería del 25%, muy por encima del 10% estimado hasta ahora. «En los modelos, las corrientes disminuyen por completo entre 50 y 100 años después de sobrepasar el punto de inflexión. Sin embargo, esto podría subestimar el riesgo: estos modelos estándar no incluyen el agua dulce adicional derivada de la pérdida de hielo en Groenlandia, lo que probablemente impulsaría aún más el sistema. Por eso es crucial reducir las emisiones rápidamente. Esto reduciría considerablemente el riesgo de una interrupción de la Amoc, aunque sea demasiado tarde para eliminarla por completo», insisten.

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«No existe consenso sobre si va a colapsar porque es un tema muy complejo, pero sí hay acuerdo en que se va debilitando. Los cambios no se producirían de un día para otro, como en la película 'El día de mañana' (2004), en la que escapaban del frente frío en el coche. Tardan decenas de años», añade el experto de Euskalmet, que recuerda que ese colapso «ya ha ocurrido en 6 o 7 ocasiones en los últimos 60.000 años«. Los científicos llevan años advirtiendo de las alteraciones que sufre esta corriente de importancia capital. En 2018, varios estudios demostraron que se encontraba en su nivel más bajo de los últimos 1.600 años como consecuencia del calentamiento global.

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