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Dos hermanos llenan de color y alegría el Casco Viejo con su nueva tienda de objetos bonitos
Guillermina y Mikel, que han crecido detrás del mostrador, han abierto un comercio singular con decoración, cerámica, papelería especial, regalos originales y accesorios con estilo
Justo el día del apagón eléctrico, el pasado 28 de abril, abría sus puertas La Violeta, la nueva tienda de cosas bonitas del Casco Viejo. ... En Bilbao, el apagón duró poco tiempo, pero aquella oscuridad momentánea contrastó con la propuesta de este espacio, ubicado en el número 15 de la calle Bidebarrieta, donde la luz y, sobre todo, el color son los grandes protagonistas. Detrás del proyecto están Guillermina y Mikel, dos hermanos que han seguido los pasos de sus padres y abuelos en el comercio bilbaíno y que ya habían apostado anteriormente por otros negocios.
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«Nos hemos criado entre escaparates y mostradores; incluso tenemos en la tienda una mesa en la que jugábamos de pequeños», explica Guillermina. La historia de La Violeta está profundamente ligada a la tradición familiar, que comenzó cuando su abuelo empezó a vender tejidos y telas a mediados del siglo XX, un negocio común en la época que con el tiempo evolucionó hacia la venta de ropa confeccionada a medida. Para Guillermina y Mikel, crecer entre tiendas no fue solo una experiencia laboral temprana (ya atendían con 18 años), sino una herencia de pasión por el comercio y la atención al cliente que ha impregnado toda su trayectoria.
Viajeros incansables, durante años se fijaron en los artículos que les llamaban la atención por ser «bonitos, coloridos y diferentes» y que encontraban en distintas partes del mundo. Hace unos meses decidieron lanzarse con la apertura de La Violeta, «en un momento que creemos perfecto para una ciudad como Bilbao, siempre ávida de novedades. Aquí se pueden encontrar artículos de decoración, cerámica, papelería especial, regalos originales y accesorios con estilo, seleccionados con mucho mimo y pensados para quienes disfrutan de los detalles», explica Guillermina. «Si te gusta lo diferente, lo especial, lo que te hace sonreír… este es tu lugar», añade.
80 años de historia
De hecho, la sonrisa es una de las emociones que más observa entre las numerosas personas que se detienen frente al escaparate, del que Guillermina tiene vista directa desde el mostrador. «Casi todo el mundo pone una cara sonriente cuando ve lo que tenemos. Y eso es lo que buscamos: que la gente llene su vida de color y alegría, ya sea con un cuaderno, una lámpara, un paraguas, una 'tote bag' o una taza». Fieles a su gusto por el diseño, en La Violeta no solo importa el contenido, sino también el continente; por eso han creado un espacio lleno de encanto, recuperando elementos originales de esta tienda con más de 80 años de historia.
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Guillermina y Mikel han mantenido elementos como la puerta, las vigas, las molduras y, por supuesto, la violeta que da nombre al local, situada justo encima de la puerta. Con ello consiguen precisamente lo que buscan: crear una experiencia personalizada, recibiendo a cada cliente «como en casa y ayudándole a encontrar justo eso que buscaba… incluso si no sabía que lo necesitaba, con artículos que combinan estética, utilidad y precio asequible», detalla Guillermina. Los hermanos prestan atención a qué productos funcionan mejor y realizan pedidos estratégicos, evitando saturar el inventario y asegurando que cada artículo tenga su espacio y protagonismo. Incluso abren los domingos por la mañana, aprovechando la afluencia de paseantes y turistas, justo a medio camino entre la Catedral de Santiago y el Teatro Arriaga.
Para Guillermina y Mikel, La Violeta es más que un negocio: es una tradición que se renueva, un espacio donde el comercio familiar y la pasión por los detalles se encuentran con el diseño y la creatividad contemporánea. Además, siguen buscando incansablemente nuevas propuestas por toda Europa e incluso Japón para sorprender al cliente y ofrecerle artículos nuevos con frecuencia. En un momento en el que el comercio digital domina la escena, en La Violeta «queremos demostrar que la experiencia y el contacto directo con el cliente siguen teniendo un valor insustituible. Es lo que hemos vivido desde pequeños y, además, ofrecemos productos que inspiran, sorprenden y alegran la vida cotidiana», concluyen.
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