Zaratamo registra la madrugada más asfixiante de Bizkaia: «Los perros no quieren ni comer»
Los vecinos durmieron a 34,8 grados a las dos de la mañana y no bajó de los 32,4 hasta el mediodía
El bochorno se ha cebado estos días con los vecinos de Zaratamo, que han vivido una racha especialmente asfixiante. Las mínimas no han bajado de ... los 24,5 grados en el pueblo desde el 8 de julio ni por la noche, con una excepción: la madrugada del sábado, cuando el termómetro se situó en torno a los 20,4. Pero el paréntesis de frescor duró bien poco. Las máximas en esta segunda ola de calor estival se registraron el domingo, cuando la estación que Euskalmet tiene en la zona anotó 35,1 al filo de las once de la noche. Los residentes soportaron la madrugada más asfixiante de Bizkaia, más típica del trópico: A las dos de la mañana, el mercurio apenas había dado tregua y sólo había descendido tres décimas. Hasta el mediodía de ayer no cayó hasta los 32,4.
La plaza del Ayuntamiento, en el barrio de Elejalde, que tiene unos 600 residentes, era un páramo desértico a las dos y media de la tarde. El bar restaurante Zaharra servía como refugio climático a los pocos lugareños que se aventuraban en el exterior de sus casas. Fernando Viedma cubre, normalmente, el turno de tarde, después de adentrarse en el mundo de la hostelería tras cerrar su panadería en San Mamés. Y despachaba cañas sin parar. «Lo que más pide la gente estos días es cerveza. Es una pasada. Más del doble que un día normal», relataba. Fuera, en la sombrita, Ismael Azlag, de 32 años, bebía una coca- cola fresquita. Hace mucho tiempo que llegó desde Ouarzazate, en Marruecos, donde la temperatura rozaba ayer los 40. «La última vez que bajé, hace años, era de cuarenta y pico. Y por lo que me ha contado mi familia, también está haciendo mucho calor allí. La gente lo pasa mal: se mete en casa, y los que pueden van a la piscina. A las dos de la tarde no ves a nadie en la calle. Ni a los animales». Pastelero de profesión, está ahora convaleciente de una operación. «He vivido en Santurtzi, Barakaldo... Pero llevo dos años aquí porque me gustan más los pueblos». La semana también ha sido especialmente dura para él. «Es cuando más calor he pasado desde que estoy aquí. En casa pongo ventilador por los niños, que tienen uno y tres años. Se duchan cuatro veces al día y yo por lo menos dos. Hemos tenido que cerrar las persianas por el día y abrirlo todo por las noches para crear corriente. El problema es que el aire también estaba muy caliente», describía. La mayor parte del pueblo ha empleado la misma técnica gratuita estos días para refrigerar sus viviendas: casi nadie tiene aire acondicionado.
«Esta noche ha sido la peor»
«Vivo en un piso. Cerramos todo y a la noche abrimos para que refresque. Pero tanto calor es demasiado», decía Ekaitz Reino, de 21 años, mientras paseaba a sus perros, Elur y Zur, un border collie y un pastor vasco del Gorbea. Él también llevó muy mal el bochorno. «Soy cocinero y se me junta el calor del exterior con el de los fogones, así que me noto más cansado», decía el joven, que trabja en un restaurante de Laukiz dedicado a las bodas y a las comidas de empresa desde que tenía 16 años. Ayer tenía el día libre y pensaba en marchase a la playa.
Para los mayores también fueron jornadas complicadas.«Cuando me he metido en el coche a la una, había 30 grados dentro y eso que estaba en la sombra», explicaba Celestino Porres, de 76 años. Este vecino de Basauri tiene una casa con terreno cercana al Ayuntamiento de unos 6.500 metros cuadrados que utiliza como segunda residencia. Allí disfruta de los fines de semana y los veranos. Y sus nietos se lo pasan bomba. «Este año el calor ha empezado antes de lo normal. Esto es desconocido aquí. Esta noche ha sido la peor. Ahora ya se nota que está bajando», se congratulaba. Durmió como el resto de los vecinos:
«Como he podido», con la ayuda ventilador portátil que funciona con hielo. En su terreno, donde suelen aventurarse los jabalíes aturdidos por las altas temperaturas «a destrozarme todo», ha llegado a tener hasta 100 conejos: ahora sólo posee unos pocos, además de gatos, dos canes propios y otros dos de su cuñado. «Con tanto bochorno, los perros no tienen ganas ni de comer, como yo», aseguraba.
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