Vuelve a cerrar la mítica cafetería Scala de Ercilla
El local de Indautxu baja la persiana pese a registrar llenos diarios y seguir haciendo historia con sus tostadas y croissants a la plancha
Scala, la mítica cafetería bilbaína, ha vuelto a tropezar. Tras el cierre acometido hace dos años, el emblemático establecimiento de la calle Ercilla volverá a ... colgar el cartel de cerrado. Bajará la persiana el próximo 31 de marzo, pese a registrar llenos diarios e inundar la barra con sus famosas tostadas y croissants a la plancha. Y, por supuesto, sirviendo el considerado para muchos bilbaínos unos de los mejores cafés de la ciudad.
Sin embargo, Erika González, la venezolana que regenta el negocio desde hace dos años, ha dicho basta. Cuenta que la «enorme carga de trabajo» le ha creado una gran tensión y que prefiere centrarse en los otros dos locales que explota junto a su marido en Rodríguez Arias –el popular Swansea– y otro del mismo nombre –Swansea 2– en Ibarrekolanda. «Este bar lo tengo en alquiler, pero los otros dos son de mi propiedad y me voy a dedicar un poquito más a lo mío. Este da muchísimo trabajo. Tiene una tralla desorbitada», relata la hostelera, que se queja, con discreción, de la carestía de los alquileres. «Son un poco altos», reconoce. «Este negocio exige mucha energía y mucho compromiso», insiste, pese a tener el local hasta arriba.
Mismo aire setentero
A Erika le da un «poquillo de pesar» tener que desprenderse del Scala, que mantiene su aire setentero y prácticamente la misma decoración que en la etapa anterior. «Hay que meter muchas horas. No se me ha quedado grande porque he subido los números. Me da confort saber que lo he hecho bien. Hacía una barbaridad de cafés. Hay momentos en que no damos abasto. También preparábamos tortillas. Cuando llegamos aquí se vendía una, y hoy andamos por las veinticinco», se congratula.
Pero es el café lo que le dio y seguía dando fama al Scala. «Somos los que más cafés tiramos de todo Bilbao, fuera de los grandes grupos. En diciembre hemos llegado a gastar 60 kilos semanales, una media de 11 diarios. Por eso una sola chica se encargaba del funcionamiento de la cafetera», destaca Erika, que llegó a España hace 17 años. «Se cierra una puerta, pero se abre otra. Ha sido una experiencia muy bonita, aunque me ha generado mucho desgaste», reitera.
Queda la duda de cuánto tiempo tardará en volver a encontrar un nuevo inquilino. Ofertas no le faltarán al Scala. Se encuentra en una de las mejores zonas de Indautxu, cuenta con una clientela muy fiel y dispone de una amplia terraza, frecuentada por distintas generaciones. Con medio siglo de vida, la cafetería ha resistido el paso del tiempo. Es una de las más emblemáticas de Bilbao. Fue gestionado durante mucho tiempo por José Miguel Santamaría, que hizo fama con los croissants a la plancha hechos al momento. A las mañanas, al mediodía y a las tardes.
Jorge Aio, gerente de BilbaoCentro, lamentó en su momento la pérdida de este referente al tratarse de un establecimiento que había creado «marca» para la ciudad. Scala estaba considerado un negocio de los de toda la vida con una decoración muy clásica que apenas varió a lo largo de su historia. Trasladaba un aire retro con maderas oscuras y terminaciones doradas.
En una ciudad cuya hostelería vive una auténtica ebullición, marcada por el desembarco de franquicias y estética vanguardista, en el Scala parecía haberse detenido el tiempo. Tampoco su carta se prestaba a demasiadas innovaciones. La mayoría de la clientela acudía por la mañanas en busca de un café que casi todos acompañaban de tostadas a la plancha con mantequilla, azúcar y mermelada de albaricoque y fresa.
Scala vivió también de una barra muy dulce en la que tampoco faltaban las tortillas de patata y sandwiches de todo tipo. En un periodo marcado por las restricciones sanitarias impuestas por el covid, el anterior gestor protagonizó una fuerte polémica al cobrar más caras las consumiciones que servía en la terraza, además de controlar el tiempo en el velador, algo que hoy se ve como de lo más habitual. «En La Catedral todo el mundo ve el mismo partido, pero el que está en la primera fila paga más que el que está situado en la última. Tener un camarero para la terraza supone un coste grande», zanjó.
Ahora se va sin polémicas, pero el Scala vuelve a dejar una profunda tristeza en un Bilbao que sigue perdiendo sus referentes.
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