«La vida me cambió a negro por una 'chuflilla' con los amigos, pero lo he podido compensar»
José Ignacio es uno de los vizcaínos que lograron esquivar la prisión gracias a los trabajos comunitarios. El juez le quitó el carné de conducir ... un año y le condenó a 31 días de servicios a la sociedad, que realizó entre finales de 2020 y principios del año pasado en los talleres que tiene en Trapagaran la asociación de ayudas a personas con parálisis cerebral en Bizkaia. «Esos chavales me ganaron el corazón y ha sido una satisfacción inmensa poder ayudarles», recuerda.
Ahora que lo hace con perspectiva, ha conseguido ver la parte positiva de todo lo que le ha ocurrido desde mediados de 2018. Aunque le haya vuelto todo del revés: «La vida me cambió del blanco al negro por una 'chuflilla' con los amigos, pero lo he podido compensar». Tenía un negocio y se le fue «la mano con la bebida» durante una comida en La Rioja. «Al volver a Bilbao me cogió un control de alcoholemia y empezó mi pesadilla», explica. Prefiere no decir cuánto dio tras soplar, pero reconoce que «mucho». El juez no dudó en retirarle el permiso de circulación y, «como judicialicé todo el proceso, la cosa se complicó». La permuta por el trabajo comunitario se convirtió en la única salida para evitar verse entre rejas.
«Encantado» en Aspace
«Entonces lo tuve claro, porque yo siempre he sido partidario de causas solidarias, incluso soy socio de Unicef», subraya. Pidió hacer algo que le permitiese ayudar a otras personas y le adjudicaron realizar labor de acompañamiento a los usuarios de Aspace. Se volcó en ello y acabó «encantado con los chavales, y creo que ellos también conmigo».
Hacía un poco de todo, «desde ayudar a diseñar peinados y maquillajes a acompañar a una joven ciega en silla de ruedas a la que ponía video-clips porque le encanta la música». Con Imanol, por ejemplo, que siempre quería dibujar, «me pasaba horas con él coloreando mandalas».
Acertó. No tiene duda alguna. Con su labor en Aspace, reconoce que recuperó la sonrisa y el ánimo. Porque insiste en que perdió mucho por el error cometido. «Incluso el negocio que tenía y que tuve que vender». Ahora está en paro. Pero, a sus 57 años, no mira tanto a su futuro laboral, «que será lo que tenga que ser». Ha ganado en salud y tranquilidad consigo mismo. «Y en mi casa están encantadas, tanto mi mujer como mis dos hijas», se congratula.
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