Unamuno en la encrucijada
Una serie que propone una forma diferente de mirar la ciudad. ·
La plaza de Unamuno es uno de los corazones del Casco Viejo:un punto de encuentro vigilado por la mirada del filósofoEl diccionario no le tiene cariño a la palabra 'encrucijada'. Solo en la primera acepción alude al simple cruce de calles o caminos, es decir, ... a la variedad de opciones: algo que en principio podría interpretarse como una aproximación urbanística a la idea de libertad. A partir de esa definición, en el diccionario todo son problemas. Emboscada, asechanza, ocasión para hacer daño a alguien. Situación difícil en la que no se sabe qué dirección seguir. Una encrucijada no parece desde luego el mejor lugar en el que estar.
Por fortuna, la costumbre tiende a imponerse a la lexicografía y ante la plaza de Unamuno un cerebro convenientemente bilbainizado tarda un segundo en identificar que está en un cruce de caminos, pero que todas las opciones son bastante buenas. La emboscada tiene que ver apenas con lo gastronómico y las dificultades no se entienden más allá de las que implica decidir hacia dónde seguir con el paseo. La altura apacible de Begoña, por ejemplo, si responde uno a la invitación ascendente de las Calzadas de Mallona. El zoco promisorio de Iturribide (bacalao del Fermín, pinchos morunos del Melilla y Fez) si se opta por girar a estribor. A babor, la Plaza Nueva tampoco será mala idea: metidos en encrucijadas, quizá lo mejor sea dirigirse a una todavía mayor, más monumental, con arcos de medio punto y todo. Y siempre queda la opción de volver hacia la calle de la Cruz en busca de la catedral, las Siete Calles, la ría o puede que algo incluso más emocionante, qué sé yo, las anchoas del Basaras.
Nada puede ir del todo mal en la plaza de Unamuno. No es para tanto la encrucijada. Y, sin embargo, se advierte cierta energía conflictiva en esta escena: una leve fuerza controversial. ¿Ven las sombras verdes, algunos tonos encarnados? Es como si todo pudiese estar bien y mal al mismo tiempo. O como si faltase algo o sobrase cualquier cosa.Ocomosi las personas que van y vienen por la plaza estuviesen por alguna razón equivocadas. Se trata, por supuesto, de la mirada de don Miguel, siempre airada y contradictoria, que desde su pedestal abarca exactamente lo que vemos Ylo cuestiona. Quizá echa en falta el edificio del Instituto Vizcaíno en el que estudió. O quizá se ha enterado de que van a estrenar una película sobre su figura y los políticos más asombrosos que cabe imaginar le nombraron el otro día en las Cortes. En este caso, el enfado del maestro debería incluirse entre los que sí están justificados.
Carlos Díez | Agrupación de acuarelistas vascos
Nació en Bilbao en 1949. De formación básicamente autodidacta, es socio de la Agrupación de Acuarelistas Vascos y ha pertenecido a su directiva entre 1997 y 2005. Su pintura persigue una visión personal de los temas y se centra principalmente en el paisaje, ya sea natural o urbano. Sus cuadros han sido premiados en certámenes como el Ciudad de Laredo o el concurso al aire libre de Samaniego y han formado parte de numerosas muestras individuales y colectivas.
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