La llegada del último tren a la estación de Atxuri acaba con 137 años de historia
Fue las 23.04 horas de ayer. A partir de ahora, los trenes que vengan de Bermeo pararán en el Casco Viejo
Jon, Eneko, Unai y Ekaitz, un cóctel refrescante de entusiasmo, acné e ingenuidad, se pasaron buena parte del día de ayer en la estación de ... Atxuri. «Somos aficionados al ferrocarril». Tienen entre 13 y 18 años y allí, en los andenes, discutían sobre si el modelo de tal o cual máquina era este o el otro. Parecían muy instruidos en cosas de trenes. «Hoy es el último día que funciona esta estación, y teníamos que venir». ¿Os da pena que cierre? «Obviamente, se acaban 107 años de historia. Tiene su punto de amargor», dice Jon muy serio, como reconviniendo una pregunta de respuesta tan evidente. «Discrepo», apunta, formal pero firme, el amigo Ekaitz. «¿¡Cómo!?», replica Jon incrédulo; «¡Pero si son 107 años de historia!». A lo que el otro responde, pragmático, con el argumento de que a partir de ahora los trenes que vengan de Bermeo llegarán al Casco Viejo, un entorno conectado con el metro y más cómodo para los viajeros. Y así inician la enésima discusión en la que se confrontan nostalgia y modernidad, estética y sentido práctico.
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Asistían a la escena, con los ojos muy abiertos, Javi, Mikel y Nievi, cincuentones simpáticos de Gernika que también se habían acercado hasta Bilbao para despedir a la estación de Atxuri. «Nos hacía ilusión volver. Utilizábamos este tren cuando éramos adolescentes y veníamos a estudiar». Ella, peluquería; Mikel, náutica. «Mi hijo estudió en Deusto y también estuvo viniendo a Atxuri durante cuatro años», dice ella. Los tres recuerdan anécdotas y tiempos pasados. ¿Es melancolía lo parece asomarse, aunque sea remotamente, en esta conversación? Pues no. «Si la estación se cierra es porque las cosas deben cambiar. Es una etapa. Otra etapa más». Y asunto zanjado. Sin más dramas. Poco que ver con el debate encendido de los adolescentes de al lado. Como si los arrebatos de nostalgia fuesen ímpetus que se curan con el tiempo.
La estación de Atxuri vivió ayer su último día de servicio con la pereza habitual de los domingos, pero con las notas de color que aportaban individuos y grupos heterogéneos como los dos anteriores, atraídos por lo señalado de la fecha. Vamos, gente que se despedía de un pedazo de historia. En concreto, de 137 años desde que los trenes comenzaron a llegar a este punto de Bilbao, y 107 años desde que se levantó el edificio actual. A partir de hoy, los trenes que llegan y van hacia Bermeo utilizan el trazado de la Línea 3 del metro, como hacen desde 2017 las unidades procedentes de Durango y San Sebastián.
¿Qué implica esto? Que desde la estación de Kukullaga-Etxebarri los convoyes continúan hacia Otxarkoaga y el Casco Viejo, y dejan de utilizar la plataforma que va a Atxuri. ¿Qué vistas ofrece ese trazado que el tren recorría hasta ayer en exactamente cinco minutos? Grafitis con palabrotas, las riberas frondosas del Nervión, un tanatorio, alguna discoteca conflictiva, la estación de Bolueta (que también pasa a la historia para Euskotren), huertas que cultivan con mimo señores mayores, más grafitis, plumeros de la Pampa, el viaducto de Miraflores y, al fin, la llegada a Atxuri con la iglesia de San Antón al fondo.
Ambiente sonmoliento
El último tren que hizo ese recorrido salió de Bermeo a las 21.48 y llegó a Bilbao a las 23.04, con esa precisión tan típicamente ferroviaria. Dentro una atmósfera somnolienta. A los mandos, Maiteder Uruburu, maquinista, 37 años. ¿Emocionada por llevar el último servicio comercial que entra en la estación de Atxuri después de más de un siglo? «Pues no había caído en eso hasta que me lo ha comentado tu compañero el fotógrafo... Al fin y al cabo, vamos a seguir moviéndonos en esta línea. Lo único que cambia son las dos últimas paradas», responde muy profesionalmente.
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Con menos frialdad lo ven Eduardo, Jesús, Eugenio, Alberto, Juan Carlos, Miguel Ángel y Javier. Son los últimos viajeros. Los últimos en salir de la terminal antes de que cierre sus puertas para siempre. Además, buscaban ese protagonismo. «Somos de la Asociación de Amigos del Ferrocarril, y es un día muy triste. Perdemos una estación histórica». Sin embargo, el evento les sirvió de excusa para ir a comer a Gernika («en Bermeo eran fiestas y estaba todo lleno»). Y luego, para posar triunfantes.
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