Así fue el jueves «infernal» en el metro: «Hemos pasado de un tren a otro en un túnel»
Los trayectos en hora punta se convirtieron en una pesadilla y los afectados por la avería critican la escasez de información: «Qué desbarajuste, nadie te aclara nada y la gente no sabe a qué atenerse»
Una avería como la que ha sufrido el metro trastoca por completo la vida de una ciudad: es uno de esos días en los que ... todos nos preguntamos cómo diablos nos las arreglábamos hace treinta años, cuando no contábamos con este medio de transporte. La mañana de este jueves ha estado marcada por los retrasos en el trabajo, las citas canceladas, los compromisos incumplidos, los planes truncados, el nerviosismo y, sí, también por un colosal cabreo: los escuetos comunicados de Metro Bilbao, con su tradicional remate de «disculpen las molestias», parecían surgir de un plano de realidad distinto al de los usuarios, que aprovechaban las redes para arremeter contra los mensajes oficiales y despotricar sobre la situación. Y lo hacían, muy a menudo, desde el interior de algún tren detenido en algún punto de la red.
En persona, los usuarios que iban saliendo de las estaciones tampoco escatimaban críticas. «Averías hay en todos los metros, pero no creo que haya ninguno que informe peor que este. En Londres entras en la estación y te encuentras unos paneles, escritos a mano, que te avisan de las incidencias. Y, cuando hablan por los altavoces, lo oyes. Aquí parece que quieren disimular los problemas, a ver si nadie se da cuenta», se indignaba Ángel Fernández en Deusto, tras un viaje de 50 minutos desde Las Arenas. Como él, muchos afectados dirigían sus reproches contra la escasez de información: «Qué desbarajuste, nadie te aclara nada y la gente no sabe a qué atenerse. Hemos tenido que cambiar de tren en San Ignacio, a la carrera, con un vigilante gritando 'es aquí, es aquí'», comentaba otro pasajero, José Luis Esteban, que también tuvo la mala suerte de sufrir la avería ocurrida durante la Aste Nagusia.
«Nos hemos quedado media hora en tinieblas»
A María Aguirre le ha tocado estar hoy en el epicentro del caos, por llamarlo de alguna manera: es una de las viajeras que se han quedado paradas largo rato en mitad de un túnel, a oscuras. «Yo hago el trayecto de Bidezabal al Casco Viejo, para ir a trabajar. Marchaba como a saltitos, pero seguía avanzando. Y, después de Abando, se ha quedado en el túnel: según un cartel, a 315 metros del Casco Viejo. Al principio teníamos aire acondicionado y luz, pero se ha apagado todo y nos hemos quedado media hora así, en tinieblas. Daba bastante claustrofobia», relata. «Al final, han traído una unidad de otro sitio, la han colocado en paralelo y hemos pasado de un metro a otro por unas planchas de metal. Y nos han llevado para atrás, hasta Abando».
Las paradas de autobús y de tranvía se han saturado y las calles mostraban mucho más tránsito peatonal que otros días laborables. Pero, en plena hora punta del primer día del curso escolar, muchos viajeros ya estaban atrapados en la red del metro, acumulando retraso y sin saber qué hacer, cómo acertar. Resulta difícil encontrar una familia en la que nadie se haya visto afectado. «Yo he cogido el metro a las ocho y veinticinco en Santurtzi. El responsable de la estación nos ha comentado que había caída de tensión y que podíamos tardar más de lo habitual. Y tanto: de 25 minutos hemos pasado a una hora y tres cuartos. Hemos estado parados mucho rato en Sestao, en San Mamés, en los túneles... En San Ignacio se ha desmayado una pasajera y la han sacado para atenderla. Lo peor era la falta de información: la gente iba siguiendo la situación por las redes sociales, comunicándose con conocidos que iban en otros trenes. Pero ni decían nada por megafonía, ni entraba nadie a explicar nada», se queja Leire Fernández.
«Empezaban a agobiarse»
«En el nuestro la megafonía sí sonaba, pero no se entendía. Cuando he cogido el tren en Gobela ya he visto que los horarios de los siguientes eran raros, que algo se estaba cociendo. Ha sido hora y media hasta Deusto, con cambio en San Ignacio. En un momento se han apagado las luces y la gente empezaba a agobiarse», explica Laura Alonso. En algunos coches se ha disparado la tensión: un joven ha activado el desbloqueo de puertas entre Lutxana y San Ignacio y, según han relatado otros viajeros, se ha marchado por las vías, aunque los responsables de Metro Bilbao no lo han confirmado. Muchos pasajeros se debatían entre continuar el viaje o apearse y buscar otro medio para alcanzar su destino. En todos los convoyes se escuchaban conversaciones telefónicas sobre personas que no llegaban a algo: autobuses, clases, citas y, por supuesto, el trabajo, con relojes de fichar que no saben de catenarias. Algunas personas mayores y turistas no entendían lo que estaba ocurriendo y sus compañeros de tren se esforzaban en explicárselo.
Las cuentas oficiales de Metro Bilbao en las redes sociales se han convertido en algo parecido a tablones de quejas, donde se podía comprobar en tiempo real la exasperación de los usuarios. «Siempre igual: lanzáis un tuit y en las estaciones no informáis en condiciones: poner un cartel ambiguo en el panel no es informar. Quizá el personal de estación podía hacerlo», planteaba un viajero. «Estaría bien que la aplicación enviara notificaciones de incidencias. Así te enteras antes de salir de casa y puedes tomar las decisiones correspondientes», sugería otro. Pero, por supuesto, también proliferaban los mensajes menos constructivos.
«Llevo semanas esperando para ver al médico y llego con más de media hora de retraso. ¡A ver si me cogen ahora!», se apuraba Andrés Larrea, un jubilado que iba de Sarriko a Cruces. «Yo he tenido que pedir una hora de conciliación, por el retraso –comentaba María, la mujer que pasó de metro a metro por una pasarela de metal–. Y lo peor es que ahora, a mediodía, no sé si arriesgarme a coger el metro para volver».
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