'Pisos patera' en Bilbao: hasta 300 euros por una habitación indigna
EL CORREO comprueba las malas condiciones de las infraviviendas en las que pueden llegar a dormir 15 personas en el entorno de San Francisco
Lucía tiene 45 años y tres hijos a los que ha criado ella sola. Dos de ellos están ya en la universidad. Uno quiere ser ... dentista y el otro, ingeniero. Necesitaba dinero y decidió emigrar. Llegó a Bilbao hace 4 años. Las ofertas que recibía en el sector de la hostelería no le servían para cubrir todos sus gastos familiares en Brasil. Y pronto empezó a ejercer la prostitución. Lucía es una de esas mujeres que se pueden ver cada día apoyadas en las paredes de la calle Cortes. Pide 30 euros por 30 minutos de sexo. Cuando consigue un cliente, alquila una habitación en un piso dedicado a esta actividad. Buena parte del dinero que gana se lo lleva el dueño de esta vivienda.
En la calle Cortes abundan los clubs de alterne y las trabajadoras del sexo que ejercen en la calle. Eso es algo que el visitante observa a simple vista. Lo que permanece más oculto son las condiciones en las que viven muchas de estas mujeres y vecinos de la zona. Son los denominados 'pisos patera'. Viviendas de pocos metros cuadrados -en algunos casos con pésimas condiciones higiénicas- en las que pueden llegar a convivir una decena de personas distribuidas en cuartos diminutos. Lucía habita en uno de estos inmuebles y se considera relativamente afortunada. Y es que, en el particular universo de los 'pisos patera', que se acumulan sobre todo en el entorno de la calle San Francisco, también hay algunas casas ocupadas y lonjas colmena en la que no hay habitaciones ni camas. Ni cocinas ni baños. Sólo una hilera de colchones en la que duermen como pueden los individuos conflictivos a los que nadie quiere en sus casas y los que no pueden costearse el alquiler de un dormitorio, ya sea individual o compartido. «En mi cuarto nadie me molesta», agradece Lucía.
La proliferación de este tipo de infravivienda en Bilbao es una realidad que denuncian los vecinos. El propio Ayuntamiento, a través de la Policía Municipal, ya alertó en febrero mediante una campaña de buzoneo de la existencia de mafias que rastrean la ciudad en busca de casas vacías que ocupar para dedicarlas a actividades ilícitas. E incluso el Departamento de Salud del Gobierno vasco ha advertido este año de que los 'pisos patera', donde se hacinan muchos inmigrantes en situación irregular, complica el control de la tuberculosis en Euskadi. Lo que nadie se atreve es a cuantificar la magnitud del problema. Gorka Pérez, responsable de la asociación Sanfran Auzokideak, insiste en que se han quejado muchas veces al Consistorio. Pero lamenta que no se tomen «medidas administrativas» y que no se haya hecho «prácticamente nada», más allá de distribuir unos trípticos con el fin de que los propietarios de viviendas vacías estén alerta y adopten medidas para evitar ocupaciones que luego se dedican a este fin o a 'narcopisos'.
Suciedad
Lucía vive al inicio de Cortes, a escasos 100 metros de la esquina en la que «hace la calle». La puerta que da acceso al portal de este edificio está rota. En su interior, buzones sin nombres, la mayoría reventados. Las paredes, desconchadas. En el suelo de madera se acumula la suciedad: decenas de colillas, alguna bolsa de basura e incluso un carrito de muñecas roto que lleva semanas allí.
Su casa, de 60 ó 70 metros cuadrados, está en el primer piso. La puerta, reforzada por fuera. En su interior, cinco pequeñas habitaciones, cada una cerrada con un candado. Como si fuesen pequeñas celdas de una colmena. No hay sala de estar. Los únicos espacios comunes son una vieja cocina de gas y un baño. Paga 250 euros al mes por un cuchitril de apenas 5 metros cuadrados, donde tiene una cama, una pequeña mesilla y el televisor. No hay espacio para más. Tampoco quiere mucho, explica. La mayor parte del dinero que gana lo envía a su familia en Brasil. Los pocos caprichos que se permite son acudir a un gimnasio a última hora de la tarde y comer en algún restaurante de vez en cuando.
Esta mujer lleva más de 6 meses en este piso, pero no conoce a muchos de sus compañeros. Sabe que la mayoría son prostitutas y que en uno de los cuartos, igual de grande que el suyo, duermen tres inmigrantes magrebíes que trabajan en la construcción. No hablan castellano y apenas cruza dos palabras con ellos cuando coinciden en la cocina. El arrendador vive también allí. No sabe si es el propietario de la casa o, como suele ocurrir en muchos 'pisos patera', un simple inquilino que ha hecho negocio subarrendando habitaciones. Por lo demás, las normas son pocas pero claras. Ella no puede subir clientes a ese piso y se deben mantener limpios los espacios comunes.
Por sorprendente que parezca, la casa en la que habita Lucía es una de las mejor consideradas dentro del particular mundo de los 'pisos patera'. Aquí también hay clases. Un simple vistazo permite comprobar que esta vivienda es mucho mejor que la de sus vecinos del segundo. La puerta de este inmueble ha sido forzada en numerosas ocasiones. Basta un fuerte empujón para abrirla. Es uno de los pisos ocupados de la zona. Dentro duermen 12 personas, a veces hasta 15. El pasillo está lleno de objetos y apenas hay espacio para caminar. En muchas habitaciones no hay camas, sólo colchones. Hay dos dormitorios en mejores condiciones, ocupados por los tres o cuatro inquilinos que organizan el día a día en el piso y que se encargan de recaudar los entre 100 y 150 euros al mes que piden por dormir allí. Aquí vivía, por ejemplo, uno de los jóvenes magrebíes detenidos por la supuesta agresión sexual del parque Etxebarria. «Le echaron sus propios compañeros después de que fuese detenido. La rotación es constante y provocan muchos problemas. Hay peleas y algunos trafican con drogas. Pero nadie hace nada», lamenta Jaime, vecino de uno de los pisos superiores.
Mohamed vive en un piso similar de la calle San Francisco. Tiene 25 años y lleva cinco en Bilbao. Trabaja «en lo que va saliendo». A veces, le contratan para trabajar de jardinero. Si no encuentra labor, se le puede ver por la zona con un carrito que utiliza para recoger chatarra que vende después en un garaje cercano.
Mohamed comparte cuarto con un amigo en una vivienda en la que el baño está sucio y la caldera, cuando funciona, «parece que va a explotar». Paga 100 euros. Pero viene de la lonja ocupada de la calle Cantalojas, donde ha dormido cuando no tenía nada de dinero. «No se podía vivir peor», advierte. Allí se agolpan los colchones en el suelo. Y todo tipo de bichos. Fuentes policiales aseguran que varios de los habituales inquilinos han tenido que ser atendidos después de que contrajesen la sarna. Como se puede apreciar en la parte derecha de la imagen superior, allí hay gente durmiendo a cualquier hora del día. También están conectados de manera irregular a la red eléctrica. Pero no hay rastro de agua corriente. Ni un mínimo de higiene. Son lo más bajo de los pisos patera, el escalón más sórdido de una realidad que permanece agazapada en el corazón de Bilbao.
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Las cifras
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5 metros cuadrados ocupa el cuarto por el que Lucía, una inquilina de 45 años y origen brasileño, paga 250 euros al mes. Esta casa de la calle Cortes está en un edificio con el portal roto. Los buzones carecen de nombres. El piso no supera los 60 metros cuadrados, distribuido en cinco cuartos. La cocina y el baño son los espacios comunes. No hay sala de estar.
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100 euros cobran a Mohamed por vivir en una casa ocupada. Algunos de los arrendatarios son inquilinos que subarriendan las estancias.
Las claves
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Calle Cortes Lucía reside en una casa en la que viven sobre todo prostitutas. La única regla es no subir a los clientes
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Rotación Uno de los acusados de la violación del parque Etxebarria fue echado de una de estas viviendas
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San Fran Auzokideak «Nos hemos quejado muchas veces. Pero no han hecho casi nada, sólo distribuir unos trípticos»
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Distintos niveles El escalafón más bajo son lonjas en las que se agolpan los colchones sin ningún tipo de higiene
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