«Nunca seré la misma persona; me quitaron la libertad y la vida»
Una superviviente de trata recuerda la «crueldad» que sufrió durante años y anima a las víctimas a «tener coraje» y denunciar
Jazmín Romero y Alba Cárcamo
Domingo, 17 de septiembre 2023, 00:49
La historia de Paloma (nombre ficticio) comienza igual que la de miles de mujeres que son explotadas sexualmente. Era joven, tenía una hija y cruzó ... el charco para «buscar una vida mejor». No le importó ir a un lugar «desconocido», Bilbao, porque alguien de su entorno le había conseguido un trabajo. «Yo llegué aquí feliz», asegura. Ya no lo es: «Mi vida es otra». Entre ese día, en el que se abría un futuro ante ella, y hoy han pasado más de veinte años. Lleva ya cinco liberada, pero las secuelas no se han curado.
El sábado 23 de septiembre se conmemora el Día Internacional contra la Explotación Sexual y la Trata de Personas. Policía Nacional, Guardia Civil y Ertzaintza han liberado desde 2018 en Bizkaia a alrededor de 90 mujeres y han arrestado o investigado a más de un centenar de personas.
«Nunca más seré la misma persona», afirma Paloma. Un hombre la recogió hace más de dos décadas en la estación de autobuses y ahí empezó su pesadilla. La trasladó directamente a un club, en el que «había ya 40 mujeres de Colombia, República Dominicana, Brasil, Portugal...». En ese momento comenzó a comprender la realidad, porque hasta entonces no sabía que le iban a quitar «el pasaporte, el dinero, la libertad y la vida». Tiene grabado ese primer día, en el que «nada más llegar ya me pusieron para estar con un hombre». Salió de la habitación corriendo, llorando, y su carcelero le dijo: «Tú tienes que ser fuerte, porque este es solo el comienzo de lo que vas a vivir».
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Desde el principio se dio cuenta de la «crueldad» que iba a tener que soportar. Y de ese aislamiento que tanto daño hace. «No teníamos teléfono ni contacto con nuestras familias, no podíamos salir a la calle y nos amenazaban con lo que más duele, nuestros hijos», señala.
Un día dijo basta y huyó. En un país extraño, en el que apenas había tenido relación con el exterior, buscó ayuda por su cuenta. No se atrevió a acudir a la policía. Un hombre le ofreció ejercer la prostitución «de manera independiente», siendo «dueña de su tiempo y de su cuerpo». No tenía cómo sobrevivir, así que aceptó. Pero esa promesa de libertad no se cumplió y volvió a ser víctima de una red de explotación sexual. «Esta vida no es para nadie, nadie merece algo así», clama.
Sacar fuerzas
En esta ocasión también estaba dispuesta a «luchar para salir», como había hecho antes. Pero lo que no quería era hacerlo a ciegas. «Conocí a un abogado en el club, le conté que no estaba voluntariamente y me apoyó, me incentivó para que denunciara», rememora. Se presentó en una comisaría de la Ertzaintza, que desmanteló la trama y la protegió. «Si las chicas no piden ayuda, ellos no pueden adivinar en qué situación estamos», advierte.
Ahora reside en un piso protegido, en una ubicación desconocida, y sigue teniendo miedo. Ha vivido demasiado tiempo con él, no puede desprenderse. Pero anima a otras víctimas a denunciar su situación ante la policía. «No es fácil salir de esto, muchas no tienen ese coraje, pero hay que sacar las fuerzas; yo las saqué de mi hija», insiste Paloma, «una superviviente».
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