La 'nueva' Viña del Ensanche vuelve a llenar sus mesas tras cuatro meses de obras
El histórico negocio familiar, fundado en 1927, mantiene la esencia original tras acometer una reconstrucción total y reformar las instalaciones de fontanería y electricidad
Con los nervios a flor de piel y con los sistemas informáticos dando alguna que otra trastada, La Viña del Ensanche ha reabierto sus puertas ... esta mañana, poco después de las diez y media, después de una puesta a punto y actualización que ha llevado cuatro meses. La respuesta es impresionante con un lleno de bandera. Hasta arriba vuelve a estar. El histórico establecimiento de la calle Diputación se ha reencontrado con su clientela a medias al entrar en servicio el bar, pero no así su restaurante, que pospondrá su reapertura hasta mediados de diciembre.
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Los trabajos de reforma se han centrado especialmente «en aquello que no se ve», con la restauración completa de las instalaciones de fontanería y electricidad y «toda la maquinaria, que estaba ya muy trillada», según ha explicado a ELCORREO Mónica González Iturrioz, uno de los tres hermanos al frente del negocio familiar, fundado en 1927.
Está habiendo todo tipo de comentarios sobre el retorno de este clásico de la hostelería bilbaína. Desde quienes opinan que «ni se ha pulido el suelo», «aunque se ha puesto uno nuevo», corrige Mónica, a quienes creen que ofrece una nueva imagen, pese a mantener los banquitos de toda la vida. «Lo que teníamos claro en todo momento es que La Viña debía mantener la esencia de siempre», recalca la propietaria.
Y en eso, la familia González no ha dudado un ápice tras poner fin a una reconstrucción total que arrancó el pasado julio. La idea era que el local se tomara «una breve pausa» para volver «como siempre», inciden los hermanos Mónica, Juan y Elena. Querían conservar el espíritu original lo máximo posible y lo han conseguido. «Pretendíamos que la clientela siguiera manteniendo el mismo vínculo espiritual que nosotros descubrimos cuando nuestro padre nos traía de pequeños aquí. Lo que no queríamos es que la gente entrara y dijera 'hala, se han cargado La Viña'», admiten.
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La intención de la tercera generación era transformar el local en un «viejo renovado» y «mejorar» las condiciones de trabajo de los 34 empleados, especialmente de los cocineros. «Hacía muchos años que no hacíamos una reforma y había cosas que se estaban quedando viejitas», reconocían. Los nuevos hábitos de consumo han impulsado una rehabilitación que ha afectado fundamentalmente a los fogones como consecuencia del viraje experimentado por la restauración bilbaína con la llegada de tantos turistas. «Antes teníamos mucho trabajo de barra, pero los tiempos han cambiado y lo que vende mucho ahora es la cocina», matiza.
«Muchísimo calor»
Cuenta Mónica que los cocineros pasaban «un calor horroroso», por lo que decidieron que «había que hacer algo. Nos lanzamos a la piscina para que puedan trabajar más cómodos», detalla. El local dispone de un nuevo sistema de insonorización e incorpora los últimos aparatos de extracción de humos, además de estrenar nuevos baños. La idea inicial era compaginar esta rehabilitación con el mantenimiento de la actividad comercial, pero la familia descartó finalmente esta alternativa «porque habría provocado muchos más retrasos».
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La 'nueva' Viña mantiene algunos de sus elementos más singulares, como las mesas y taburetes presentes desde 1950. Las mesas no se han tocado. Han vuelto nuevas, arregladas y barnizadas. En cambio, ha sido imposible conservar el panel que recorría las paredes del comedor, al estar «apolillado por culpa de las humedades».
Pese a reinvidicar su estilo clásico, los cambios en el popular restaurante de la calle Diputación se advierten al primer instante ya que la tienda pegada al local ha desaparecido de forma definitiva.
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