Vecinos de Urban en Barakaldo claman una solución a la «inseguridad»

Con temor y con mucha intranquilidad. Así es como relatan varios vecinos del barrio baracaldés de Urban que se encuentran «desde hace tiempo, varios años», cada vez que se plantean salir a la calle, sobre todo a primera o última hora del día. Esta zona de la localidad fabril, en la que antiguamente se levantaban las fábricas de Altos Hornos, se ha ido llenando de edificios de viviendas, cuyas lonjas vacías, además de otros espacios, han servido para cobijarse a varios grupos de personas conflictivas en los últimos tiempos.

Algo que se está dejando sentir con más intensidad en estas pasadas semanas, en las que la Policía Local ha intervenido en varios locales para atajar situaciones de insalubridad de estos ocupantes -algunos tenían síntomas de padecer sarna- y tratar de mejorar así la convivencia, además de prevenir la comisión de delitos. Hace unos quince días agentes municipales clausuraron tres locales y la caseta de Renfe con acceso al túnel del tren, frecuentados todos ellos por personas que en su mayoría cuentan con causas judiciales pendientes.

En vista de eso, varios de ellos, jóvenes que habían protagonizado «graves problemas de convivencia», según apunta a este periódico el área de Seguridad Ciudadana, optaron por entrar a la fuerza a una lonja de la calle Artes y Oficios, la misma donde se arrestó hace dos años a un hombre acusado de descuartizar a otro y arrojarle a la ría. Los agentes precintaron la puerta, pero horas después tuvieron que abortar otro intento de ocupación por parte de las mismas personas, por lo que el dueño del local decidió tapiarlo el pasado jueves.

Dentro de estos espacios y en los aledaños de los mismos, han protagonizado broncas entre ellos, y han llegado a amenazarse y a gritar en plena madrugada. También han cometido varios robos en comercios del barrio en los últimos años. En 2019 atracaron con una pistola falsa una frutería y golpearon a su empleada. En plena pandemia rompieron el escaparate de una peluquería y se llevaron más de una vez la caja de una tienda de ultramarinos cercana. Hace apenas unos días un joven intentó sin éxito robar el bolso de una mujer que se disponía a acudir al ambulatorio a entregar unas muestras, sobre las 8 de la mañana. «Nos sentimos totalmente desprotegidos», coinciden en señalar varios vecinos y comerciantes del barrio, que por miedo prefieren mantenerse en el anonimato.

Sentados en uno de los bancos del parque, tras pasear a sus mascotas, varios hombres y mujeres que residen en esta zona muestran su malestar. «Estamos hartos de convivir con gente conflictiva que se mete en cualquier rincón. Vamos de mal en peor. Siguen por aquí desde hace tiempo y nadie hace nada», afirman, reclamando una mayor presencia policial en el barrio, que logre disuadirlos. «Hay una inseguridad que te mueres», señalaba otra mujer tras salir con su compra del supermercado.

Una comerciante, que ha sufrido en sus propias carnes varios robos de estos grupos, reconoce que sienten miedo al acudir a abrir sus negocios. «Y cuando anochece, parece que están por todas partes. Aunque cuando es de día tampoco se cortan. En verano se ponen por la zona donde se coge el gasolino, y aunque por allí suele pasear bastante gente, estás muy intranquila», cuenta. Esta semana se instalaron en unas escaleras que conectan Urban con Larrea bajo un edificio, próximo al colegio de Salesianos. Después de varias llamadas de vecinos alertando de esta nueva ubicación, procedieron a limpiar la zona, que habían llenado de mantas, colchones y enseres. «Queremos una solución ya», clama el barrio.

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