La fiesta de los bateles toma la ría en Portugalete

«Vamos a navegar como hace 100 años frente a un puente que tiene otros tantos años», subraya con emoción Beñat Ibaieta, presidente de la asociación Euskal Bateleroak, minutos antes de que las 45 embarcaciones que están amarradas en la ría en Portugalete comiencen a salir hacia El Abra. Es el 'Batelero eguna', una fiesta que una vez al año recupera la navegación de vela tradicional.

Ahí están 'Magallanes', 'Ontziespirituala', 'Txatua' o 'Ramontxu'. La mayoría van saltando nostálgicos de festival en festival, pero la celebración del 700 aniversario de la villa hace que algunos patrones pongan el foco en la pérdida de la tradición marítima vasca. «La gente de Portugalete vive ajena a esto, aquí nunca se mira al mar, a la ría», lamentan Iñaki Alcedo y Asier Alcedo, dos portugalujos que añaden que «la tradición tiene que mantenerse desde las escuelas». Padre e hijo se embarcan hoy en 'Poxpoliñe'. «Se hizo en los años 30 en Santurtzi y, antes de que le quitásemos el motor y la recuperásemos, estaba condenada a pudrirse», recuerdan.

Los botes de madera van marcando un recorrido que les sirve «para jugar». Despliegan las velas y recuperan una modalidad que se extinguió hace diez décadas. «Se intenta recoger todo el saber de antes que, con la fabricación de motores pequeños, se fue perdiendo», dice Ibaieta.

El aspecto visual atrae. Si bien, para Jordi Salvador, «las barcas son algo más que una foto bonita». Este patrón, que viene desde Cataluña, reivindica que la recuperación se tiene que centrar ahora en el patrimonio inmaterial. «Mucha gente se acerca a los encuentros a hacerse la foto, pero detrás hay un conocimiento y una cultura marítima ancestral que ha ido pasando entre generaciones y se ha interrumpido por la motorización de las embarcaciones. Necesitamos gente joven, falta la labor de continuidad», expresa.

La familia Alcedo hace referencia a que la media de edad es de «55 para arriba» y recalca la falta de mujeres en el sector. Con todo, el ambiente sorprende a algunos caminantes que pasean por la zona. «Es espectacular, parece que estamos en Venecia», clama una vecina.

«Esta ha sido la estampa de Portugalete durante muchos siglos», afirma Eneko Arce, presidente de la Cofradía de Mareantes y Navegantes de Portugalete. Con el resto de organizadores, tratan de «poner en valor la vinculación de la villa marinera con su tradición», algo que para Estibaliz Freije, concejala de Cultura del Ayuntamiento de Portugalete, «ha sido el gran desconocido».

«Cada vez le damos más la espalda a la ría y a la mar», sostiene Arce. «Ahora les tenemos que contar a los más jóvenes que estos barcos eran el modo de vida de los habitantes de la época».

Las embarcaciones se topan en su travesía con piragüistas, barcos turísticos o con paracaidistas que saltan desde el Puente Colgante. La vista es, sin duda, otra. Al regresar al puerto, los patrones levantan los remos y homenajean a José Manuel Amiama, un batelero fallecido. Recitan unos bertsos, lanzan una ofrenda y «que la marea la lleve donde sea».

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