'Juntos' aborda en el Campos la fragilidad de las familias
Kiti Mánver, Gorka Otxoa, María Castro e Inés Sánchez discrepan en este drama optimista con toques de humor negro sobre el cuidado de los enfermos mentales
Antes de que Marijaia eleve mañana sus brazos al cielo, Bilbao ya se habrá sumergido de lleno en la Aste Nagusia teatral. Hay compañías que ... no quieren perder el tiempo. Y la de 'Juntos', obra que supone un canto a la diferenciación, llega antes que nadie y con unos de los elencos -Kiti Mánver, María Castro (la 'Jessi' de 'Sin tetas no hay paraíso'), Gorka Otxoa e Inés Sánchez- más notables de la cartelera estrenada ayer.
Los protagonistas llevan meses ganándose el favor del público gracias a un guión que se eleva con sus giros dramáticos, gestos conmovedores y trazos irónicos. A medio camino entre el humor negro y el drama, el Campos Elíseos sube el telón a un texto del napolitano Fabio Marra al que da forma en esta ocasión Juan Carlos Rubio. Cuenta algo terrible al poner sobre la mesa el eterno debate sobre si existe la normalidad y, lo que aún es más controvertido, qué significa en los tiempos que corren ser normal.
¿Aceptamos lo diferente?
El asunto no es baladí porque el montaje estrenado el año pasado al mismo tiempo en siete países plantea las mismas interrogantes allá donde se representa. ¿Estamos preparados para aceptar lo diferente? Se sirve para ello de una trama que se desenvuelve como un malévolo juego de muñecas 'matrioskas'. Isabel (Mánver) sobrevive en un modesto piso junto a su hijo, Miguel, un joven discapacitado de 40 años (Otxoa) al que le delatan dos rasgos: es extraordinariamente impulsivo y generoso.
No conviene fiarse de sus 'distracciones', que, por supuesto, bien se preocupa en tapar su entregada madre. La inesperada visita de su hija menor, Sandra (María Castro), una ejecutiva a la que le sonríe el éxito y ausente desde hace más de diez años del núcleo familiar, cae como una bomba de relojería y pone patas arriba las complejas relaciones en un hogar que se asoma al precipicio. El retorcido guión apenas concede tregua y pone un nudo en la garganta a los espectadores cuando entra de lleno en el delicado tema del cuidado de los enfermos mentales y «la culpa e impotencia» que la convivencia genera «en el entorno de estas personas».
La función, que permanecerá en cartel hasta el próximo día 20, plantea una batalla entre una madre que se empieza a hacer mayor, pero que se niega a renunciar al cuidado de su hijo, común en el sur de Europa, y Castro, que propugna la institucionalización del dependiente con el ingreso de su hermano en un centro especial. Dos visiones antagónicas para un familiar discapacitado. Sin moralismos y desprovisto de prejuicios, Rubio propone una visión esperanzada y conciliadora de los problemas sociales.
Las críticas que ha recibido este optimista montaje provoca que el público salga conmovido y debatiendo. De ahí que Mánver, Otxoa, Castro y Sánchez deseen que los vizcaínos paladeen esta compleja experiencia antes que nadie en la Aste Nagusia.
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