NACIONES ¿UNIDAS?
Las sesiones de la Asamblea General son el punto álgido del calendario anual. Pero todo queda eclipsado por su faceta ferial y los grandes discursos con ideas que luego se pierden
Daniel Reboredo
Domingo, 4 de octubre 2015, 20:01
La ONU es una organización que si no existiese habría que crearla a pesar de que su existencia transcurra entre la languidez, el desconocimiento de ... sus actividades y la consideración general de su irrelevancia en el panorama internacional. Así se ha manifestado en su 70º período de sesiones en la Asamblea General celebrada el anterior fin de semana y que ha pasado, una vez más, con más pena que gloria en el conglomerado de las noticias internacionales. Y ello a pesar de que este año existen dos motivos de peso para interesarse por sus actividades. En primer lugar el hecho de que la Asamblea General siempre ha sorprendido con actuaciones o decisiones llamativas cuando no sorprendentes tales como el zapato de Nikita Jrushchov, el Satán que sentía Hugo Chávez, la clase nuclear de Benjamin Netanyahu, el cambio climático de Leonardo di Caprio, el respeto al derecho internacional de EE UU de Noam Chomsky, la igualdad de género de Emma Watson, la crítica acerada a Occidente de Muamar el Gadafi, etc. En un período que contempla el año próximo la elección de un nuevo secretario general, la principal novedad efectista en esta ocasión es que el miércoles ondeó por primera vez la bandera palestina en la entrada principal del edificio de Naciones Unidas.
El segundo de los motivos tiene más consistencia y no es otro que la finalización del plazo, en diciembre, de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, establecidos en 2000, y la puesta en marcha de un nuevo programa, a desarrollar en los próximos 15 años, que priorizará la adopción de los Objetivos de Desarrollo Sostenible. Los resultados de los primeros no han sido los esperados y de ahí el cuestionamiento de muchos actores internacionales sobre sus resultados. De sus ocho áreas temáticas, algunas como la pobreza se han acercado a lo previsto y otras, como la discriminación de género, la mortalidad infantil y materna y la consecución de la enseñanza primaria universal y el control del VIH/sida, están muy lejos de las previsiones. En gran medida, las mejoras se han producido por el despegue de los países emergentes más que por el incremento de la cooperación internacional.
De ahí, que los Objetivos de Desarrollo Sostenible se hayan elaborado mediante un gigantesco proyecto participativo online y que la agenda que contemplan sea mucho más ambiciosa, con objetivos universales, que incluirán tanto a los países en desarrollo como a los ricos. De sus 17 propuestas destacan las dedicadas a la lucha contra la desigualdad económica, el cambio climático, la seguridad alimentaria, una educación inclusiva y de calidad y, finalmente, el trabajo decente para todos y el pleno empleo. Todo esto se ha tratado en la primera cumbre dedicada a ellos en la pasada Asamblea de la ONU. El alcance de dichos objetivos es más imponente, tiene también un acercamiento diferente y pretende afrontar los puntos de manera transformadora, comprendiendo las causas profundas de la pobreza y de las barreras sistémicas al desarrollo sostenible.
Las sesiones de la Asamblea General son el punto álgido del calendario anual de la Secretaría de la ONU. Claro que, por desgracia, todo lo anterior queda eclipsado por la faceta ferial de las mismas en la que todo se convierte en una oportunidad para que los gobernantes del mundo hagan grandes discursos sin otra pretensión, pues las acciones de seguimiento no necesariamente forman parte de sus preparativos, y muchas ideas estimulantes expresadas con elocuencia ante los asistentes se pierden por esa razón. Si a ello añadimos la manipulación a que la ONU está sometida por las transnacionales, tal y como señala el estudio de 140 páginas de la organización independiente Global Policy Foru, titulado ¿Apta con qué objetivo? La financiación privada y la influencia corporativa en las Naciones Unidas y publicado el día 22 de septiembre pasado, podemos entender el escepticismo que sobre la misma tienen numerosos ciudadanos a pesar de la magnificencia y ostentación que supone la asistencia de más de 150 jefes de Estado y de Gobierno y a pesar de los importantes temas tratados (cambio climático y desarrollo sostenible, crisis y conflictos en Medio Oriente, avance de las organizaciones terroristas y crisis de refugiados). El asunto estrella no podía ser otro que la guerra en Medio Oriente al confluir en el conflicto sirio los intereses de naciones como China, Rusia, Irán, que apoyan el Gobierno de Bashar el-Asad, y los de EE UU y sus países aliados, especialmente los del golfo Pérsico e Israel, en contra del régimen sirio. Aunque en principio a todos los une, al menos aparentemente, un fin común, derrotar al Daesh (Estado Islámico), y encontrar una salida a la guerra siria.
Por eso, en el marco del debate general, el miércoles fue la jornada principal del evento puesto que el Consejo de Seguridad celebró una sesión abierta presidida por Vladímir Putin, sobre los conflictos en Medio Oriente y África del Norte y la lucha contra el terrorismo en la región. Allí estuvieron, entre otros, con el citado Putin, Barack Obama, François Hollande, Hasan Roani, etc. y allí quedó constancia del momento crítico que vivimos en la actualidad. A conflictos bélicos como el ya citado se suman otros muchos y en el ámbito político y económico el panorama pasa por un cambio importante. En este paisaje China se ha convertido en la segunda mayor economía del mundo, siete de las diez economías de mayor crecimiento se encuentran en África y el sudeste asiático sigue con una expansión económica sin precedentes en su historia poscolonial mientras que en Occidente, sobre todo en Europa, la crisis ha destruido gran parte de los cimientos de su futuro. En este clima político y económico de conflicto era difícil conceder prioridad a la ONU y a su papel potencial en el mundo.
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