Gente que lleva el nombre de Bilbao por el mundo
Algunos tienen muy presente el vínculo de sus familias con Euskadi, mientras que, en otros, el tiempo ha borrado el rastro de esa relación, pero todos comparten el orgullo por un apellido que a menudo llama la atención en sus países: Bilbao
En el mundo hay unos treinta mil Bilbaos. Esa es, más o menos, la cifra de personas que llevan como primer apellido el nombre de ... la capital vizcaína. De ellos, según la web genealógica Forebears, aproximadamente la tercera parte se encuentran en España, mientras que el resto se reparte por todo el planeta, con una presencia especialmente relevante en Argentina, Chile, Bolivia y Filipinas. Para muchos de esos Bilbao, su apellido es un recordatorio ineludible de sus orígenes vascos, como una contraseña que les permite establecer contacto directo con la cultura de sus antepasados; en otros casos, en cambio, el tiempo ha borrado ese vínculo y el apellido se ha convertido en una rareza, un eco de tierras lejanas que se ha incorporando misteriosamente a su identidad. En este reportaje, seis de esas personas que llevan el nombre de Bilbao por el mundo explican lo que representa para ellas.
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Ysabel y Martin Bilbao (Estados Unidos)
Bilbao en su empresa, su matrícula y su corazón
Los hermanos Bilbao son «estadounidenses con ocho apellidos vascos», miembros muy activos de la comunidad vasca de Idaho: Martin es el vicepresidente de Boise Euzkaldunak, el comité que dirige el Centro Vasco de la ciudad, en el que Ysabel también participa con asiduidad. «Los Bilbao de nuestra familia provienen de Arrieta, el pueblo natal de mi aita. Emigró a Estados Unidos en 1961 para trabajar como pastor de ovejas en la Highland Sheep Company. Estuvo nueve años en las montañas, pero después dejó el pastoreo para dedicarse a la construcción. Mi ama se llama Elizabeth Eiguren y su familia es de Lekeitio», desarrolla esta periodista especializada en gestión de crisis, que ha trabajado para la cadena de televisión KTVB-Channel 7, para la Universidad de Idaho o para el exgobernador Butch Otter.
Frente a esos Bilbao para los que su propio apellido constituye un enigma, Ysabel conoce al dedillo la capital vizcaína: «Es una de nuestras ciudades favoritas en todo el mundo. Mi hermano y yo tratamos de viajar a Euskal Herria tanto como podemos. Mi calle favorita es Correo: un primo nuestro vivía en un quinto piso y uno de mis pasatiempos favoritos era mirar la calle durante los días de lluvia y ver cómo paseaba la gente, refugiándose bajo los paraguas abiertos».
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«Mi apellido Bilbao es una bendición»
En Boise, su apellido no resulta tan chocante como en otros sitios: «En Idaho viven algunos Bilbao, incluyendo un antiguo legislador estatal y un director de instituto jubilado. La mayoría nos conocemos entre nosotros y todos, en algún que otro momento, hemos tenido que explicar que no somos familia». ¿Les gusta su apellido? «Nos encanta tanto que es el nombre de nuestra empresa de comunicación, Bilbao & Co. No solo nos mantiene conectados con nuestra familia y nuestra cultura en el País Vasco, sino que la gente sabe que somos vascos solo por nuestro apellido. Durante varios años, fue la matrícula de nuestro coche familiar, pero una amiga de Ortuella consiguió 'robárnosla'. A veces, gente que conoce Bilbao o ha oído hablar del Athletic nos pregunta en broma si la ciudad es nuestra o si somos propietarios del equipo y, claro, ¡decimos que sí!».
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Roberto Bilbao (Ecuador)
Un paso fugaz por una «ciudad encantadora»
El repaso genealógico de Roberto Bilbao llega hasta la persona de su abuelo: «Se llamaba Alfonso Bilbao Ortiz y, con sus hermanos y primos, fue de los primeros en habitar un barrio muy conocido en el centro histórico de Quito, San Marcos. Hay placas conmemorativas en ciertas casas patrimoniales donde habitaron personajes que llevaban el apellido Bilbao. Al día de hoy, en teoría, todos los Bilbao de Quito seremos parte de una misma familia», expone este abogado de la capital ecuatoriana, que no sabe con certeza de dónde procedían sus ancestros. Eso sí, tiene la sensación de que su apellido «suena un poco más» en los últimos años, aunque todavía está muy lejos de volverse habitual: «En mi país no es muy común, al punto que muchas veces, en documentos públicos, lo anotan incorrectamente como 'Vilvao' o 'Bilvao', porque no todas las personas identifican su origen del continente europeo».
Roberto, en cambio, sí tiene muy presente ese referente geográfico: «Sabía que Bilbao es una ciudad con mucha industria y mucho empuje, y que los bilbaínos y los vascos están muy orgullosos de su identidad. Hace unos cinco o seis años pude estar allí de paso con mi esposa. Tuvimos solamente la oportunidad de visitar el Museo Guggenheim, porque yo pinto en óleo y acrílico y soy un apasionado del arte. Me quedé con la esperanza de poder ir con más tiempo a visitar la ciudad, que se ve encantadora».
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Riann Bilbao (Filipinas)
El apellido que escogió su abuelo
En realidad, Riann no debería haberse llamado Bilbao, pero su abuelo eligió ese apellido para la familia. «Mi 'lolo', como decimos en Filipinas, nació en una familia de granjeros en Leyte, en la región de Visayas. En su juventud, antes de la Segunda Guerra Mundial, mi abuelo odiaba el trabajo de la granja y no quería labrar la tierra, lo que le llevaba a peleas constantes con su hermano mayor. ¡Una vez lo azotaron con la soga que usaban para atar a los búfalos de agua! Eso le llevó a marcharse de su pueblo y emigrar a Manila. Para celebrar su nueva vida, cambió su apellido, Pitao, por el apellido de soltera de su abuela, Bilbao. Se decía que la abuela de mi 'lolo' era española o descendiente cercana de españoles».
Así fue como el apellido Bilbao regresó a la familia de manera inesperada, tras haberse saltado una generación. Para Riann, que ha estudiado Ciencias Políticas y toca la guitarra en una iglesia baptista, supone un lazo especial con su añorado abuelo, que falleció cuando ella tenía 8 años: «Es un reflejo de la decisión de mi 'lolo' de ser una persona independiente y sirve como resumen de las dificultades que tuvo que afrontar para conseguirlo. Aparte de mi familia inmediata, solo he conocido a otra persona apellidada Bilbao, que también procedía de Leyte. Fue en la universidad y todavía hoy seguimos llamándonos primos, en broma, porque jamás hemos confirmado el parentesco». ¿Y qué sabe de nuestro Bilbao? «Poca cosa. Sé que es una ciudad de España y que, seguramente, es de donde viene la mejor receta para el chorizo. Al menos, en Filipinas lo llamamos así, chorizo de Bilbao».
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Tatiana Bilbao (México)
Con la arquitectura bilbaína «en la sangre»
A Tatiana Bilbao, este reportaje la pilla justamente en Bilbao. La prestigiosa arquitecta mexicana jamás ha soltado las amarras que la mantienen unida a la ciudad de su abuelo, su bisabuelo y su tatarabuelo, hasta el punto de que la historia familiar presenta una rara continuidad en su juego trasatlántico de geografías y oficios.
«Al parecer –repasa Tatiana–, mi tatarabuelo vivía en un orfanatorio de Bilbao y es por ello que lleva el apellido de la ciudad. Yo conozco la historia desde mi bisabuelo, don Patricio Bilbao, quien tuvo ocho hijos, cuatro hombres y cuatro mujeres. De los hombres, el primero fue mi abuelo, que se llamó Tomás Bilbao Hospitalet y fue arquitecto de la ciudad, vicealcalde, ministro sin cartera y luego ministro del gobierno de Negrín». Aquí hay que hacer un alto, porque el abuelo Tomás dejó en la capital vizcaína una huella que todavía permanece: obras suyas son, por ejemplo, la remodelación del edificio de La Unión y el Fénix –incluida la decoración del Café Boulevard, situado en sus bajos– y edificios racionalistas de calles como Ercilla o Ripa. La Guerra Civil forzó el exilio de la familia. «Emigraron primero a Francia, donde estuvieron en París y luego en Marsella, huyendo de los nazis, y en 1942 partieron en el 'Niaza' rumbo a México. Mi padre venia en la panza de mi abuela y nació en México apenas llegaban», concluye la historia.
Los años y los kilómetros no han diluido la herencia bilbaína de Tatiana. «¡Me encantaría diseñar un edificio en Bilbao y seguir la tradición familiar! Empezó con mi bisabuelo, que construía edificios junto con el Conde de la Sota, y más tarde mi abuelo. ¡Claro que me gustaría mucho diseñar uno a mí! La arquitectura bilbaína es la que me formó, la traigo en la sangre». Y a Bilbao, cómo no, lo lleva también en el apellido, que en México conduce a algunas confusiones: «Tengo muchas anécdotas, sobre todo al querer reservar billetes para ir de vuelta a ver a la familia. Me decían: '¿Cómo? Ya se adónde va, pero le he preguntado su apellido...'. Finalmente, llegó el banco [el BBVA es actualmente la firma financiera más importante de México] y logré que la gente supiera escribirlo y entendiera que también podía ser un nombre».
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Rodrigo Bilbao (Argentina)
Seguidor de aquel Athletic de Bielsa
Curiosamente, el exfutbolista Rodrigo Bilbao mantiene una relación más estrecha con Galicia que con Euskadi. Por un lado, está la figura de su suegra, una pontevedresa de A Guarda que encabeza «una familia increíble». Y, por otro, está el equipo que entrena actualmente, el Deportivo Español de Buenos Aires, al que se suele designar con el sobrenombre de 'los gallegos' por sus raíces en la colonia española. «La verdad es que no sé mucho de la historia de mis abuelos ni de dónde viene la familia, solo que siempre me apasionó tener como apellido el nombre de una ciudad tan linda», explica.
Rodrigo, que en sus tiempos de jugador ejerció de defensa en una veintena de equipos de cuatro países, pasó a principios de este siglo por un par de clubes españoles: la Unió Esportiva Lleida y el Ciudad de Murcia. ¿Pudo visitar entonces Bilbao? «No tuve la oportunidad. En aquellos dos años conocí mucho España, pero no pasé por Bilbao. Eso sí, seguí siempre al Athletic porque siento gran admiración por Marcelo Bielsa, que me dirigió tres años acá en Argentina».
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Beatriz Bilbao (Venezuela)
Hija de Pedro, nieta de 'Inyarra'
El padre de Beatriz, Pedro Bilbao Ibarlucea, era un bermeano que decidió cruzar a nado la frontera francesa para escapar de la Guerra Civil. Murió en 1977, pero la familia cuida con mimo su memoria, así como la del abuelo Pedro 'Inyarra', un personaje «intenso, misterioso, afectuoso y contador de historias» que pasó a representar para todos ellos la tierra de origen, allá al otro lado de un océano.
Beatriz, compositora y profesora, pudo al fin visitar Euskadi por primera vez en 1971, cuando tenía 18 años, y aquel viaje ha quedado marcado en su recuerdo con la intensidad de los trances decisivos: los paseos por los muelles de la ría, las fiestas de Bermeo junto a su primo Jon, el concurso de comparsas en el que se disfrazaron de astronautas («¡fuimos finalistas!»), la vestimenta «azul marino con alpargatas de cocuiza», los bailes «vertiginosos»... «Llegué a adquirir varios métodos y un txistu que me permitió, al menos, conocer algo de mis ancestros musicales –relata–. Mi padre era apacible, dulce, fuerte de corazón, y constantemente cantaba o silbaba. La música era para él el motor de todas sus acciones del día, siempre permanecía cantando en vascuence o español. Cuando hablaba en euskera, el rostro le cambiaba: miraba al infinito, seguramente avizorando el horizonte del mar inmenso del Cantábrico».
A Beatriz la han llamado muchas veces por el apellido, Bilbao, igual que «esa ciudad hermosa, actualizada, limpia, industrial y señorial» que siente tan cercana. Así solían referirse a ella, por ejemplo, durante sus estudios de música en Estados Unidos y Rumanía. «En Venezuela, con frecuencia nos suelen preguntar cómo se deletrea. Yo digo que como el banco BBVA, del que soy dueña, y no siempre se dan cuenta de que estoy bromeando».
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