«Empezó a relamerse y a tocarse los genitales delante de mí»
Una vecina de Uribarri denuncia el episodio sufrido en el suburbano: «Le grabé con el móvil para que todo el mundo vea la cara de este asqueroso»
Sabe Laura que le va a costar volver a dormir de un tirón. Quizá cuando deje de preguntarse: «¿Y si...?», cuando desaparezca el bloqueo... Lo ... está: bloqueada, angustiada, con miedo. Así consta en el parte médico y en la denuncia que ha presentado ante la Ertzaintza. Laura, nombre ficticio de esta donostiarra de 30 años recién llegada a Bilbao, sufrió hace una semana un episodio de acoso sexual en el metro y desde entonces vive «con paranoia».
Eran las siete de la mañana del domingo 5 de enero y regresaba a casa tras pasar la noche con unas amigas. Vive en Uribarri y esperaba en la estación del Casco Viejo a que llegara el convoy cuando un hombre se sentó casi a su lado. «El andén estaba practicamente vacío pero no le di importancia». Hasta que sintió que le miraba las piernas, y a los ojos, «fijamente y haciendo el gesto de relamerse». Inicialmente más que asustada se quedó sorprendida y decidió grabarle con el móvil «porque lo cuentas y la gente cree que exageras». «Quiero que la gente vea la cara a este asqueroso».
Llegó el metro y Laura subió. Él, detrás. «A esas horas el vagón iba vacío pero el tipo se sentó solo a unos metros, enfrente de mí. Otra vez esa mirada penetrante. Me giré para mirar por la ventanilla, evitando en todo momento el contacto visual. Me sentí incomodísima». Más que eso, asustada. «Yo miraba de reojo y de repente vi que abría las piernas y empezaba a tocarse. No sabía si levantarme y cambiarme de sitio o qué hacer. Pero ¿y si se abalanzaba? Mi cuerpo no respondió, me quedé quieta y saqué el móvil disimuladamente para poder grabarle. Serían dos minutos de trayecto pero me parecieron una pesadilla».
Laura se bajó en la siguiente parada, Uribarri, la suya. Y él nuevamente detrás. «Me encaminé a la salida sin saber si estaba detrás o no, grabando por encima de mi hombro. Afortunadamente salió por la otra boca de metro. Cuando le perdí de vista sentí un alivio enorme».
La chica contó a los vigilantes del metro lo sucedido y les mostró los vídeos, que subió a las redes sociales al día siguiente. Tras el shock del momento, llegaron horas después «la crisis de ansiedad y los lloros». «No quería salir de casa pero mi familia me convenció para ir a Donosti en Reyes». El día 9 de enero puso una denuncia ante la Ertzaintza por «coacción de índole sexual» por parte de un hombre «de entre 40 y 50 años que hacía gestos obscenos, pasando la lengua de manera libidinosa y acariciándose la zona genital», reza en el escrito policial. Una situación que ha provocado a la víctima «un gran estado de ansiedad y estrés».
Concentración de repulsa
«Hace unos días, tomando algo con las amigas, me vinieron las imágenes del metro y me empezó a faltar el aire. Me sentí tan mal que me tuvieron que llevar a Urgencias. Conté a los médicos lo que me había sucedido días atrás y me hicieron un montón de preguntas». En otra ocasión unos agentes de paisano la recogieron en Ledesma después de que Laura recibiera un mensaje de un chico que le advertía que el tipo que la había acosado en el metro estaba tomando una cerveza en un bar cerca de su casa. «Llamé a la Ertzaintza y me llevaron en el coche policial a identificarle».
Por los mensajes que ha recibido, Laura cree que este tipo «ha hecho lo mismo otras veces». «Algunas mujeres me han dado las gracias por difundir lo que pasó y me han dicho que ellas también han sido víctimas. Sé de dos discotecas donde le han prohibido la entrada después de que yo subiera los vídeos a Facebook. Animo a otras víctimas a que denuncien». Ella lo ha hecho «arropada por la asociación vecinal 'Uribarri sucesos'» y esta tarde hay convocada una concentración de repulsa en su barrio a las siete de la tarde. «Contactó conmigo un colectivo feminista. Me dijeron que querían hacer una protesta y me preguntaron si tendría alguna pega. Les he dicho que adelante. Porque hay mujeres que sufren esto todos los días».
Pese a sentirse muy acompañada Laura sabe que las secuelas van a estar ahí un tiempo, quizá siempre. «Duermo mal, cada vez que veo por la calle a un tipo con gorra creo que es él. Tengo miedo, así que llevo un spray en el bolso».
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