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Los bilbaínos vuelven a bailar pegados
Salsa, bachata, chachachá... Con la mascarilla puesta, la gente derrocha pasión y llena otra vez las academias de baile
La Covid-19 rompió en Bilbao muchas parejas... de baile. Pero lo que pandemia desunió vuelve a unirlo ahora las ganas de arrimarse, pegarse, ... tocarse y abrazarse. Otra vez. Los bilbaínos vuelven a bailar pegados. Lo hacen con todas las prevenciones. No podía ser de otra manera. Con mascarilla y todo un arsenal de medidas de seguridad. Antes de saltar a la pista, toca rociarse generosamente con geles hidroalcohólicos. Y desinfectar bancos, taburetes y salas. «Para bailar en pareja, las mascarillas deben ser quirúrgicas, ya que no son válidas las higiénicas, y hay que limpiarse muy bien los zapatos en los felpudos», advierte Roberto Salvador, propietario de la escuela de Zorroza Bizkaisalsa, uno de los grandes templos vizcaínos.
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Y, por supuesto, nada de mariposear e ir de brazos en brazos, como antes, aunque en algunas academias se permiten «hasta tres y cuatro cambios», reconoce Salvador. «Hemos limitado el número de contactos y no permitimos pasar de los 15 minutos con cada chica. Toda precaución es poca», insiste.
Cada oveja con su pareja
En centros, como el getxotarra de aires cubanos Havana Dance, poblado de bilbaínos, queda prohibido caer en brazos ajenos y meter la pata donde no se debe. Cada oveja con su pareja. Es lo que traen los nuevos tiempos. «Cada persona tiene que venir con su pareja. Sí o sí. Las parejas que nos llegan viven juntos. Está prohibido bailar con otras personas. Si falta un miembro por enfermedad o por trabajo, el otro tampoco puede venir. Antes de la pandemia, cambiábamos continuamente y esto era una fiesta. Pero eso se ha acabado, con la situación del Covid no nos queda otra. Aquí se baila con seguridad y no se cambia nunca», ataja rotunda Maya, graduada en la Escuela Nacional de Arte de Cuba y afincada en Bizkaia desde 2008 junto a su marido y compañero de baile, Yohan, antiguo primer bailarín de la mítica sala Tropicana de La Habana.
Las academias de baile han vivido una auténtica agonía desde el pasado marzo. De repente, los salones se quedaron vacíos. Han tardado tiempo, mucho tiempo, en reabrir las puertas. Pero los protagonistas han regresado si cabe con mayor pasión. Se ve que tenían ganas, «muchas ganas. Vimos que la gente estaba muy receptiva y deseosa de bailar, sola o con alguien al lado, aunque preferiblemente mejor acompañada».
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Y al son de lo que fuera. Ya sean sesiones de tango, merengue, chachachá, zumba, sevillanas o el kizomba, del que dicen es el baile más sensual del momento. «De todo un poquito», subraya Maya. Pero, por encima de todo, la gente derrocha pasión y se desmelena con lo de siempre: la bachata y la salsa.
A Lara Fermoso, una habitual de Bizkaisalsa, todo le parece poco: «Tengo nostalgia por no poder reencontrarme con todos mis compañeros de baile. Es una putada no poder practicar en las discotecas lo que estoy aprendiendo en la escuela. Estoy deseando que se vuelvan a repetir esas noches mágicas de los viernes en la Rockstar y domingos de living y poder bailar sin mascarilla», desea.
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Eztizen Ortega es otra fija de estas salas. Contaba los días que le quedaban hasta volver a recuperar una de las rutinas más placenteras: «Bailar es una manera de conectar con una misma, una de las muchas maneras de explorarse y conocerse, retar a tu mente y a tu cuerpo. Poder volver a bailar ha sido increíble, no solo a nivel personal, sino también poder compartir ese momento de diversión con mis amigos y amigas», detalla esta devota del Havana Dance.
La vuelta ha provocado fuertes y lógicos cambios. No se ha perdido una migaja de intensidad y sensualidad. «A mitad de clase paramos para que cojan un poco de aire porque hay chicos que se agobian mucho con la mascarilla. Abren la puerta, salen, se lavan las manos…», cuenta Maya. Porque con el baile y clases de entre 60 y 75 minutos, se sigue sudando igual o más, bastante más, que antes. «Con la mascarilla se te oye menos y hay que gritar más», apunta Salvador. «Pero casi todos los alumnos están siendo muy disciplinados», media Maya. «Para continuar con esto abierto la gente sabe que hay que respetar las normas. No queda otra. Hemos marcado los suelos para garantizar las distancias. Me da mucha pena cuando suena el teléfono de la escuela y tengo que decirle a la gente que no hay sitio. Teníamos lista de espera estando la cosa normal y ahora, evidentemente, tenemos muchísima más todavía. Pero con el aforo no nos arriesgamos a meter ni una persona más», garantiza.
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Aburridos de bailar con los mismos
¿Por qué los bilbaínos pierden el sentido con la bachata y la salsa? «Al alumno solamente tiene que gustarle y mostrar ganas de aprender. Eso vale muchísimo. Con que él tenga las ganas... Nosotros ponemos la otra parte para que realmente se enganche», razona Maya, que reconoce que los nuevos tiempos invitan, en parte, al aburrimiento. «Las parejas están deseando cambiar. Están aburridos de bailar con los mismos, pero lo entienden. Entre parejas se discute, siempre hay alguien que suelta 'el brazo se mueve así', 'que no, que Maya me ha dicho que es de esta manera'. Pero, al final, lo que les importa es bailar porque lo echan mucho de menos», agradece. «Hay muchas ganas de bailar y trabajar», aplaude el dueño de Bizkaisalsa, mientras recuerda la necesidad de acudir con las manos bien limpias.
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