Euskadi pierde en el 'monopoly' empresarial
La incapacidad para retener la propiedad de las grandes compañías se ha convertido en un mal endémico, que provoca el alejamiento de los centros de decisión
Manu Alvarez
Domingo, 17 de julio 2016, 03:51
No es nuevo el fenómeno, pero 2016 tiene algo de 'annus horribilis' para la economía vasca en uno de sus aspectos clave: la incapacidad para ... retener la propiedad de las grandes compañías en manos locales. Siemens devorando Gamesa o la colonización de ITP a manos de Rolls Royce, son dos claros ejemplos de un proceso que supone la venta de las 'joyas de la corona' industrial. Pero el fenómeno -caracterizado por la existencia de más ventas que compras- no sólo afecta a la industria sino al mundo empresarial en general y también al de los servicios de nuevo cuño. La venta de Ticketbis a la norteamericana Ebay hace tan solo un par de meses, es la prueba de que no solo 'vuela' la propiedad de las estrellas industriales, sino también las incipientes 'start up' que, se intuye, son uno de los pilares del futuro. Euskadi, en el juego del 'monopoly empresarial', acumula unas pérdidas cuantiosas y asiste impasible e impotente ante lo que, se intuye, es uno de los daños colaterales de la globalización. El pez grande se sigue comiendo al chico.
«Somos muy chiquitines y nuestras empresas también lo son en comparación con multinacionales como Siemens o Rolls», admite Roberto Larrañaga, presidente de la patronal vasca Confebask. Siemens ha pagado 5.800 millones de euros por la adquisición de las acciones de Gamesa. Lo ha hecho en especie, aportando sus activos eólicos y no en dinero, pero no dejan de ser 5.800 millones de euros. Rolls Royce abonará 720 millones de euros a Sener por las acciones de ITP. En 2011 fue la norteamericana Dresser Rand la que adquirió por 500 millones de euros la alavesa Guascor, ahora también en manos de Siemens. ¿Puede algún grupo inversor o empresarial vasco manejar semejantes cantidades? Se pueden contar con los dedos de una mano los actores que tienen capacidad para una operación de semejantes dimensiones en Euskadi.
Puestos a no caer en el derrotismo absoluto hay una visión parcialmente optimista sobre este proceso. «La parte buena -opina el líder de los empresarios vascos- es que si hay gente que paga mucho dinero por ellas significa que son muy buenas. Y eso quiere decir que el País Vasco es activo a la hora de generar empresas competitivas y punteras». El problema real, sostienen todos los expertos en la materia, no es que haya ventas de empresas, lo lamentable es que haya pocas compras por parte de inversores vascos.
Kilómetros de distancia
El principal inconveniente en la deslocalización de la propiedad de una empresa es que se produce una fuga adicional: la del centro de decisión, el lugar donde se sienta la persona o el grupo de personas que toman las decisiones clave. La ubicación de las futuras inversiones, el lugar donde se ejecutan los ajustes en la capacidad de producción e incluso el desplazamiento geográfico del cuartel general son, literalmente, una desgracia sobrevenida.
Las excepciones a la regla
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La reciente compra de la empresa siderúrgica Sidenor por parte del empresario José Antonio Jainaga ha sido el contrapunto a una cadena de deslocalizaciones de futuro incierto. «Somos de aquí, estamos aquí y seguiremos manteniendo el centro de decisión aquí», señaló Jainaga el día en que compareció para detallar la operación que la permitido hacerse con el control de la empresa, fabricante de aceros especiales. La compra ha permitido recuperar una empresa que estaba en manos de Gerdau, una multinacional brasileña.
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Aunque la adquisición por parte de inversores locales no parece estar de moda, sí hay que tener en cuenta que, al menos, algunas grandes compañías sí han hecho un esfuerzo enorme en la adquisición de empresas en el extranjero, sobre las que han basado la expansión del negocio en el exterior. El buque insignia en ese proceso es, sin duda, Iberdrola. La compañía que preside Ignacio Galán realizó su gran operación con la compra de Scottish Power, para poner más tarde un pie en Estados Unidos, con la compra de Energy East y UIL. La resultante ha sido la creación de Avangrid en Estados Unidos. Y los efectos están claros. Un buen número de empresas vascas, proveedoras aquí de Iberdrola, han conseguido expandirse también en esos países con el apoyo de la eléctrica.
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La adquisición de la gallega R por parte de Euskaltel el pasado verano hay que colocarla en un pedestal, porque es otra excepción que confirma la regla de que Euskadi va perdiendo en el 'monopoly'. La operadora que lidera Alberto García Erauzkin ha mostrado además su deseo de mantener esta estrategia e intentar crecer por la vía de adquisiciones.
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Una estrategia similar han seguido empresas como Cie Automotive, un auténtico fenómeno de expansión internacional, que ocupa una posición de liderazgo en el sector auxiliar del automóvil, y también la firma alavesa Tubacex, fabricante de tubos inoxidables sin soldadura, que ha adquirido empresas en Austria e India.
Y si alguien duda de ello no tiene más que repasar lo que está a punto de suceder con el grupo Daimler Benz, en donde una decisión que tiene toda la lógica empresarial y que persigue la reorganización de las diversas actividades del grupo en filiales diferenciadas, puede generar un revés importante -unos 200 millones de euros anuales, el 10% de los ingresos fiscales totales de Álava cada año-, debido a sus consecuencias tributarias. Una decisión adoptada en Stuttgart sin 'sensibilidad vasca' genera aquí un agujero de proporciones considerables en la recaudación pública. ¿Se hubiese tomado una decisión similar si el centro de decisión real estuviese ubicado en Vitoria? «El centro de decisión está donde está el dueño, eso hay que asumirlo», sentencia el presidente de Confebask. Y la propia historia de Mercedes en Vitoria es también un buen ejemplo para valorar que la entrada de capital extranjero en una empresa vasca no necesariamente es una mala noticia. La compra de Mevosa por parte de la multinacional alemana a mediados de los años 70 permitió consolidar y hacer crecer una actividad industrial que en aquellos momentos y de la mano del Instituto Nacional de Industria, era precaria.
Pérdida de resortes
Las razones para esta venta de las joyas empresariales son de sobra conocidas. El mundo se ha globalizado, el capital se mueve con una libertad desconocida hasta ahora y la adquisición de empresas por parte de inversores extranjeros está a la orden del día en cualquier región. Por si fuera poco, el País Vasco ha perdido potencia de fuego, capacidad de maniobra tras la desaparición de algunos inversores que actuaban como el 'primo de Zumosol'.
El abandono de las inversiones empresariales por parte de la banca -Kutxabank y BBVA en el caso del País Vasco- y la desaparición de algunos actores importantes -la Corporación IBV- han creado un páramo en el terreno de los inversores considerados 'financieros'. En numerosas ocasiones se ha apelado al papel de los fondos de pensiones del País Vasco, las EPSVs, en un intento de que tomen el relevo en ese papel inversor. Pero no es sencillo asumir riesgos cuando se administra el ahorro de los demás, y menos cuando se juega con la jubilación de los ciudadanos.
Cuestión de tamaño
La reducida dimensión de las empresas vascas o, dicho de otra forma, la ausencia de grandes conglomerados industriales, es uno de los puntos que figura en todos los estudios sobre la economía vasca. Forma parte de las inquietudes del Gobierno autónomo en las últimas décadas y también es objeto de reflexión por parte de la patronal Confebask, que hace ya tiempo promueve la adopción de medidas fiscales que favorezcan los procesos de fusión. Un mensaje que, al menos hasta ahora, ha tenido un escaso eco.
Los empresarios también reconocen que una parte del problema reside en ellos mismos, porque la cultura de las fusiones no forma parte del ADN de la empresa vasca. Algo lógico en un territorio que ha dibujado el prototipo del empresario perfecto como el de un emprendedor pegado al taller y que no ve con buenos ojos al financiero que considera la empresa un objeto de pura inversión para obtener un rendimiento económico. «Tenemos ni más ni menos lo que hemos sembrado», opina un importante empresario vasco que prefiere mantener el anonimato porque, también en este país, «todo lo que suene a crítica genera inmediatamente un castigo al que la pronuncia».
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