

Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Jon Agiriano
Sábado, 22 de octubre 2016, 01:52
Después de un año y medio sin noticias, sus admiradores nos preguntábamos qué había sido de él, pero en el fondo no queríamos conocer la respuesta. Por miedo. José Mari Olazabal había vuelto a lesionarse y esta vez, a sus 50 años, parecía la definitiva. Cualquier día, pensábamos, el doble campeón del Masters de Augusta convocaría una rueda de prensa y, con lágrimas en los ojos, anunciaría su retirada, cansado ya de luchar. Y es aquí donde estábamos totalmente equivocados. Me refiero a lo del cansancio. Porque Olazabal nunca se rinde. No deberíamos haberlo olvidado, de manera que no tendríamos que habernos sorprendido tanto cuando, hace un par de semanas, el golfista de Hondarribia anunció su regreso.
Su preparador físico, Jon Karla Lizeaga, el hombre que ha estado a su lado durante los últimos 18 meses y le ha visto luchar contra el dolor y contra una medicación devastadora, no ha dudado en hablar del «milagro Olazabal». Aunque le conoce desde hace muchos años, estaba impresionado por la determinación de su amigo para superar una dolencia reumática que podía condenarle no ya a dejar el golf sino a una silla de ruedas. Y hacerlo por segunda vez. Esto es importante. Porque no hay que olvidar que Olazabal ya protagonizó una primera resurrección hace dos décadas y fue capaz de ganar su chaqueta verde en 1999 después de haber estado un año retirado por otra enfermedad reumática que le impidió incluso andar.
Su regreso ha sido celebrado por todo el mundo del golf sin excepción. El gran Arnold Palmer se hubiera llevado una alegría enorme. Y qué decir de sus compañeros del circuito europeo. Seguro que algunos de ellos le echaron de menos hace unas semanas en el Hazeltine Golf Club de Chaska, Minnesota, durante la última Ryder Cup. Necesitaban un milagro para remontar, como hace cuatro años en Medinah, pero esta vez Txema no estaba con ellos para guiarles con su magisterio y su ejemplo, mientras invocaba a su amigo Seve Ballesteros.
Su vuelta a la actividad ha redoblado el buen humor natural de este guipuzcoano, hijo y nieto de 'greenkeepers', nacido en el caserío Landagorrieta, actual casa de palos y carros del club de golf de Hondarribia. Así lo demostró en sus primeras declaraciones tras meses de silencio. «Toqué fondo en diciembre y a partir de enero empecé a notar una ligera mejoría. Ha sido un proceso lento, una inflamación de las terminaciones tendinosas que se insertan en la articulación. Voy mejor y, aunque no estoy al 100%, los dolores van disminuyendo. Sigo teniendo pequeñas molestias, pero esas ya forman parte del carné de identidad», bromeó. «Vuelvo a competir con ilusión. Quiero comprobar cómo aguanta el cuerpo en la vuelta a los 'ruedos'. Me he inscrito en el British Masters y el Portugal Masters porque son los dos últimos torneos de la temporada que puedo jugar. Quiero probarme estas dos semanas pues de ello dependerá mi decisión de cara al año que viene. Ya veremos. Llevo tanto tiempo sin competir que, cuando llegue a los campos de prácticas, me tendré que presentar a los más jóvenes. 'Hola, soy José Mari, encantado de conocerte'».
Uno es un sentimental y tiende a recrearse imaginado venturas de aquellos a los que más admira. De manera que ya imagino el día en que Txema Olazabal vuelva a ganar un gran torneo. Irá a recibir el trofeo y, cuando lo tenga en sus manos y quiera pronunciar unas palabras de agradecimiento, se pondrá a llorar, como lo hizo en Medinah recordando a Ballesteros. Entonces los jugadores europeos le respondieron coreando «Sevy, Sevy, Sevy». Esta vez dirán «Txema, Txema, Txema».
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
La espiral azul que se vio en España lleva la firma de Elon Musk
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.