El cierre del Twiggy ahonda la crisis de la hostelería de Alameda Urquijo
Marcó el ritmo de la noche bilbaína desde finales de los 90
En Alameda Urquijo sigue la cascada de cierres de establecimientos hosteleros. El último en bajar la persiana ha sido el Twiggy, un clásico de la ... capital vizcaína. Su desaparición ha pasado de puntillas, pero a la vuelta del verano los vecinos se han dado de bruces con la pérdida de un local que abrió sus puertas en 1993. Tardó poco en convertirse en uno de los pub míticos de la ciudad.
Fue uno de los lugares más pijos y de moda antes de que los turistas descubrieran la villa. Con una decoración de inspiración hindú, en el Twiggy se pinchaba una música bastante ecléctica. Era frecuentado por clientes de entre 25 y 45 años. Junto a las cercanas Galerías Uquijo, su gran aliado, se ponía de bote en bote. Era una de las grandes zonas.
En su página de Instagram se definía como un espacio de relajación espiritosa, manjares veganos y brebajes refinados. Un lugar que, según sus responsables, favorecía los diálogos extensos «entre melodías armoniosas».
Sin embargo, su etapa se ha cerrado de forma inesperada. Su desaparición ahonda el declive de Alameda Urquijo, que pierde brillo a marchas aceleradas. Hace varias semanas se ponía fin también al restaurante La Sausería, antiguo Passerella, los primeros fogones italianos que calentaron el cambien culinario internacional en Bilbao. Ahora todo son penas. En breve, la pastelería Don Manuel también abandonará Alameda Urquijo para trasladarse a la cercana Alameda Recalde.
Despedida del Gredos, Plaza y Urdazpi
El año pasado tres clásicos de la cocina bilbaína –Gredos, Plaza y Urdazpi– encendieron todas las alarmas y pusieron en solfa la vitalidad de una calle a la que cuesta reconocer. Hosteleros de Indautxu reclamaron apoyo municipal para «salvar» la zona e intentar enderezar su rumbo. «No me gusta dar pena, pero llega un momento en que no sé si voy a poder aguantar», lamentó Gabriel Mañeru, el dueño del histórico bar Alameda de las 'felipadas'
Los afectados juzgan imprescindible la «implicación» del Ayuntamiento para «salvar» sus negocios y devolver viejos bríos a una zona que palidece en contraste con el fulgor de un Ensanche que suma continuas aperturas con el desarrollo de proyectos espectaculares. Calles como Henao, Colón de Larreátegui, Heros, Ledesma y Astarloa han acaparado en los últimos años un enorme protagonismo en el mundo de la restauración, relegando a un plano secundario a establecimientos de áreas antaño pujantes.
El sector ha urgido al Consistorio que les «eche una mano» y trabaje en la organización de iniciativas promocionales similares a las que lleva a cabo en otros puntos de la ciudad durante la celebración de grandes eventos con el fin de volver a recuperar a una clientela que ha emigrado a otros barrios. Gabriel Mañeru lamenta que, coincidiendo con la celebración de la final de la Europa League, casi todos los barrios, «menos el nuestro, donde no se hizo nada», concentraron actividades que alegraron el consumo. «En todos los sitios se vivió un buen ambiente, menos aquí, por lo que no pasó casi nada de gente. Se limitaron a colocarnos una 'especie de futbolín' que daba pena verlo. No hubo ninguna actividad. Podrían repartir un poco más las cosas para intentar beneficiar a todos», planteó.
Algunos empresarios advierten de que el empobrecimiento hostelero les está pasando una importante factura económica al notar un notable descenso de los ingresos. «Siempre es mejor tener bares cerca de uno porque con la desaparición de negocios tan emblemáticos nuestras calles se van vaciando y acaban alejándose de las rutas de ocio. Intentamos hacer cosas e innovar para tratar de atraer a gente más joven, pero es muy complicado competir con las franquicias y cadenas tan potentes», alerta Mañeru.
A los hoteleros se les acumulan los problemas. Sufren, además, efectos colaterales, como el adelanto de las últimas sesiones cinematográficas en el complejo de los Golem de la Alhóndiga. Con las últimas funciones adelantadas los días laborables a las 21.30 horas, sus establecimientos han perdido un importante número de clientes. Dice Mañeru que hay días en que la calle «se queda sin gente» a partir de las 20.30 horas.
En medio de este erial, Alameda Urquijo tiene que conformarse con la 'pedrea' que supone la llegada de negocios franquiciados como Bertiz, Santagloria y los Manolo Bakes, «pero este tipo de negocios no ayudan mucho a la hostelería», matiza un importante hostelero.
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