Bilbao pierde uno de los restaurantes de los de toda la vida
El Gredos abanderó la comida casera y tradicional y convirtió el cocido de garbanzos, berza y zancarrón en un clásico inolvidable
A las bajas comerciales, Bilbao empieza a sumar ahora también importantes pérdidas en el mundo de la hostelería. El inminente cierre de la mítica cafetería Scala ... , previsto para el próximo 31 de marzo, además de la clausura del Urdazpi, se acompaña de la desaparición de unos de los restaurante más tradicionales de Indautxu: el Gredos. Fundado en 1997, se había convertido en un imprescindible de la zona, como atestigua la frase impresa en la cristalera de su fachada: 'La tradición del buen gusto siempre es vanguardia'.
La entrada del establecimiento amontona cartas. Agustín Laprada, el dueño del restaurante de Alameda de Urquijo, se despidió de la clientela hace varias semanas con una enternecedora nota que subió a la web del negocio en la que recordaba los comienzos y las satisfacciones recibidas: «Queridos amigos, hace 27 años inicié esta aventura con toda la ilusión y el empeño que siempre he puesto en mi forma de hacer las cosas. Jamás imaginé que este camino me llevaría a vivir tantas experiencias y a compartir momentos inolvidables con vosotros».
Noticia relacionada
Vuelve a cerrar la mítica cafetería Scala de Ercilla
Agus, como firma en la nota, confiesa que ha sido «un privilegio» haber formado parte de las vidas de la clientela, al tiempo que se enorgullece de haber aportado su «granito de arena, cada vez que veníais a mi casa. Sin embargo, toda esta historia tiene un final y, tras tantos años inolvidables, ha llegado el momento de despedirme». Agus se va con el corazón «lleno de gratitud» y el alma «llena de pequeños trocitos de vida imborrables. Gracias por haber formado parte de esta hermosa aventura. Hasta siempre», son las tres últimas palabras con las que pasa página a su vida personal y profesional.
El Gredos vivió años de gloria, pero en la recta final el negocio se torció. Perdió la terraza que sacaba en la Aste Nagusia –uno de sus grandes atractivos en fiestas– mientras tenía que hacer frente a un fortísimo alquiler, cercano a los 5.000 euros mensuales. Un capote y fotos taurinas ambientaban un establecimiento de cocina española con cazuelitas y pintxos. Agus siempre presumió de echar mano de ingredientes frescos y materias primas «de primera calidad» para garantizar «los valores de la tradición». Hizo del cocido de garbanzos, berza y zancarrón un plato clásico.
En su restaurante se comía como en casa y a un precio asequible, se congratulaban muchos clientes. Laprada, que trabajaba en hostelería desde los 14 años, se inició en el Azzurro antes bilbaíno antes de pasar por el Old Tavern de Las Arenas. Poblaba la barra con toda clase de pintxos, entre los que destacaban las setas rellenas de txangurro y champiñones a la plancha. Pero Agus no hubiera conseguido lo que logró sin el concurso de su mujer, Patricia Martínez, ideóloga de una cocina popular, la de siempre, la que nunca defraudaba.
Menú del día
Alcachofas rebozadas con jamón, lasagna de berenjena, ensalada de gulas y langostino, paella, risotto de hongos, patatas a la riojana o en salsa verde, alubias blancas con almejas o con verduras, alubias rojas con sacramentos y la sopa de cocido con garbanzos y berza solía figurar como primeros platos del menú del día. Una propuesta que, por desgracia, palidece en la capital vizcaína.
De segundo se podía optar por el bacalao al pilpil, a la vizcaína o sobre piperrada, chicharro, lubineta, dorada o rodaballo de ración a la plancha con patata panadera, zancarrón con tomate y pimientos rojos asados, manitas de cerdo deshuesadas con salsa vizcaína, pechugas rellenas de jamón y queso, hígado encebollado, carrilleras o rabo de buey estofado y albóndigas. Imposible no salivar y salir más que a gusto de su coqueto comedor, con capacidad para 35 personas.
El momento del postre solía resolverlo con peras al horno, flan de café o de cuajada, arroz con leche y tarta de queso al horno. Algo de ayer que hoy ya no existe en casi ningún sitio de Bilbao. Toda historia suele tener un final y el Gredos tampoco se ha librado del suyo para tristeza de su enorme legión de seguidores.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión