Bilbao necesita más árboles para frenar el calor
Tenemos un 9% de arbolado cuando lo óptimo es un 30%, sobre todo para afrontar la crisis climática. Urbanistas, paisajistas y ecologistas analizan la ciudad y señalan los puntos donde el cemento gris clama por un poquito de verde
Pocos saben que esos tilos de los que disfrutamos en la Avenida del Ferrocarril nacieron y se criaron en un vivero belga. Dos mujeres, Arantza ... Iriarte y Ane Barrutia, de la empresa bilbaína Local4 Arquitectura del Paisaje, viajaron hasta allí para elegirlos, querían unos bien grandes, y los compraron con 8 metros, más el metro y medio del cepellón (raíces). Unos mil euros costó cada uno hace 20 años, no parece mucho para algo tan bonito y valioso. Los metieron en unos tráilers, los trajeron hasta aquí y los colocaron en su ubicación actual. Aunque no siempre elegirlos grandes es lo mejor, aclaran ellas, que también plantaron los preciosos cerezos que adornan y refrescan el muelle de Marzana.
Conocen muy bien la importancia de los árboles en las urbes: «La recomendación es que el arbolado en la ciudad, quitando los parques, alcance el 30% de la superficie, y en Bilbao andamos en un 9%. Vamos avanzando, se están haciendo cosas, pero hacen falta más árboles», asevera Barrutia. «La crisis climática está acelerando nuestras agendas en este sentido y se necesita una visión global. Los tiempos nos están pidiendo un análisis de la ciudad para elaborar un plan estratégico», añade Iriarte.
Con ellas hemos dado un paseo por la ciudad para localizar los puntos que podrían mejorarse, las zonas en las que faltan plantas y sobra asfalto. Un reconocido urbanista bilbaíno que prefiere mantenerse en el anonimato, le llamaremos Aritz Villa (aritz es roble en euskera, símbolo de Bizkaia-, y el ecologista Txemi Martínez, de la Asociación Txirpial, que se dedica a educar ambientalmente y hacer rutas con guía por la naturaleza de Bilbao, se suman al repaso a la villa. ¿Un ejemplo claro? La explanada de la estación Intermodal. Pero hay más.
La diferencia de temperatura ambiental entre una calle con árboles y otra sin ellos puede llegar a ser de entre 2 y 8 grados, incluso superior. Y si hablamos del asfalto, la cosa es aún más sangrante: por su capacidad de absorber el calor, un pavimento en sombra que se mantiene en 30º alcanzará al sol los 60º, el doble. Para comprobarlo, basta armarse con un termómetro, y este pasado miércoles, un día relativamente fresco en Bilbao, medimos el calor que entre las 12.30 y las 13.00 horas hizo en el entorno de Moyúa. La primera medición, en uno de los bancos de piedra de la plaza, al sol aunque combinado con nublados, arrojó 31,5 grados con un 40% de humedad. En la segunda, tomada a la sombra de uno de los edificios que la rodean, se registraron 28,1º (44%), y en la tercera, pocos metros más allá, bajo los hermosos tilos de la Gran Vía, el aparato muestra 24,9º (55%).
El frescor que aportan estos gigantes del Ensanche se hace más patente en la piel, al igual que notamos más frío si hace viento, por la sensación térmica. Son joyas, centenarias en muchos casos, que hacen que la gente se cobije bajo ellos cuando llega el verano, cada vez más caliente en nuestro territorio como en el resto del planeta. Un árbol es agua en un 60%, un ejemplar de 6 metros de alto y 40 centímetros de diámetro contiene más de 450 litros de agua en su estructura, dato que explica por qué sirve para rebajar la temperatura.
Absorben CO2 y el ruido del tráfico, limpian el aire contaminado (las hojas 'chupan' el óxido de azufre, el dióxido de nitrógeno y otras partículas que provocan casi 9 millones de muertes al año en todo el mundo), reducen de manera muy importante el calor, aportan frescor y dan cobijo a fauna como los pájaros, cuyo canto, junto con la propia visión del verdor, aporta beneficios comprobados en la salud de las personas. Los árboles pueden reducir la necesidad de aire acondicionado en un 30% y la de calefacción entre un 20% y un 50%. Sus sistemas de raíces ayudan a evitar inundaciones durante las lluvias intensas... ¿Se puede pedir más?
El esfuerzo en el 'corredor verde' de María Díaz de Haro
Parece claro que la ciudad está haciendo esfuerzos por arbolar nuestras vías; una buena prueba de ello es el 'corredor verde' que María Díaz de Haro estrenó en marzo, en la zona más cercana a Autonomía: medio centenar de árboles en 180 metros de longitud y 22 de anchura (tilos plateados, encinas y arces). Al urbanista Aritz Villa le parece un buen ejemplo de por dónde deben ir los tiros: «Está bien enfocado, y hasta que crezcan los árboles se pueden añadir soluciones temporales, como hacen en Sevilla colocando toldos o pérgolas en las calles para proporcionar sombra. Pero aquí se ha creado un espacio muy agradable donde poder disfrutar del fresco, sentarte a charlar rodeado de verde».
Pero vamos en busca de los lugares a mejorar, y son varios. Se denomina 'islas de calor' a los puntos en los que se ha desarrollado una actuación que palía los efectos de las altas temperaturas, y quizá por eso deberíamos llamarlas 'islas de frescor'. Porque para isla de calor ya está la explanada de acceso a la estación Intermodal, lugar que todos los expertos consultados coinciden en citar como un punto negro, mejor gris cemento. Allí nos encaminamos, aunque el recorrido comienza en Jardines de Albia, con sus enormes plataneros centenarios y su fuente en el medio, un entorno ideal, con una buena elevación y los accesos en pendiente plagados de arbustos que ayudan a absorber el ruido de los coches. Los pájaros cantan.
La plaza Bizkaia o el Oeste americano
La cercana plaza del Ensanche ha conseguido superar el hecho de tener un aparcamiento debajo elevando el terreno , y exhibe unos hermosos ejemplares, incluidos un par de 'árboles de Judas'. «Y aun así, este espacio central vacío con esos bancos a la solana podría concebirse de otra manera», opina el urbanista Aritz Villa. Más allá, la plaza de los leones, mejor dicho, de Jado: «Este es otro buen ejemplo de un entorno circular rodeado de árboles y con una gran fuente en el medio, te gusten más o menos los leones, para aportar frescor».
El primer escollo serio llega con la Plaza Bizkaia: «Esto es la antítesis de lo que hemos visto en Albia. Es verdad que tiene un parking debajo y que hay que salvarlo, pero mira ese kilómetro de escaleras rodeando todo. Bastaría con un tramo y luego haber plantado arbustos en ese plano inclinado, una buena masa vegetal. Hay unos maceteros gigantes, pero no están bien resueltos. Y unas pequeñas pérgolas que deberían estar recubiertas de vegetación. La fuente en el medio, vallada porque las aristas de esa escultura cortaban... Hemos hecho un pavimento durísimo y luego como gesto pongo cuatro árboles, pues así no, porque con los mismos ingredientes puedes hacer una tortilla riquísima o comida para cerdos. Esto parece el típico pueblo del Oeste. Aun así, hay que tener en cuenta que esta plaza se hizo hace 20 años, hoy se haría distinto».
El secarral de la Intermodal y el símbolo de San Mamés
En el trayecto, la plaza Indautxu, con un buen arbolado rodeando un espacio central vacío que podría aprovecharse mejor. «Cierto que los niños juegan en los parques, pero si les pones más árboles pueden jugar a otras cosas, al escondite, a subirse a ellos...», señala Aritz Villa. De hecho, uno de los árboles de la plaza es lugar preferido de los pequeños, al que se encaraman por turnos, igual que otro ejemplar en uno de los accesos al parque de Amezola. Los niños adoran los árboles.
Y de pronto, empezamos a ver viajeros acercándose a la entrada de la estación, algunos se tapan del sol con la mano, otros se apresuran para alcanzar la sombra de la entrada. Y llegarán los días de 40 grados. «Esto es un error grande. En los tiempos que corren, haber hecho esta explanada, plana, tan desprovista de cualquier cobijo y sin un patrimonio artístico que importe tapar... Esto es un secarral brutal», añade. Apunta el urbanista que se ha perdido el momento de hacer algo necesario en este punto, porque hay que entender que en la ciudad ya construida es difícil arreglar lo ya hecho, «pero en algo que hemos creado hoy...».
Podríamos hablar de la explanada de San Mamés también, pero ahí entran en juego dos asuntos: uno la seguridad de poder evacuar un recinto tan grande en caso de que hubiera problemas. Y dos, que la Catedral es un edificio emblemático que nadie quiere tapado por árboles cuando lo reconoce a lo lejos desde Pozas. «Es como un símbolo, antes el escudo y ahora la pantalla gigante. Aun así, podrían plantarse algunos en el perímetro y sobre todo por la zona trasera, la que da a la ría, porque eso es un solarium», arguyen Iriarte y Barrutia. «Y las márgenes de la ría, las dos, cuánta gente va a caminar por allí y apenas hay, es cierto que algunos tienen que crecer, pero necesitamos más. Es importante saber que la mayoría de las veces es mejor plantar un árbol más pequeño porque se va a adaptar mucho mejor al entorno de la ciudad que uno grande. Igual el pequeño en diez años está incluso más alto que el otro, porque crece mejor. Hay que darles tiempo. Y mientras tanto, pues poner pérgolas con vegetación por encima para refrescar». Lo mismo opina Aritz Villa de la explanada, incluso del paseo que rodea al Guggenheim: «faltan árboles en esos entornos».
'Canódromos' y el desierto en el acceso a Zorrozaurre
Todos recomiendan no seguir la fórmula lineal, como dice Villa los 'canódromos', donde uno empieza a andar y ya no sabe dónde parar. Las paisajistas aconsejan aprovechar las plazas y los espacios naturales para hacer paradas que se vean integradas en este camino, «como la plaza de Pío Baroja, que se ha quedado ahí, al margen, vas paseando y ni te paras». La apuesta para ellas pasa por conectar la ciudad con el anillo verde que nos rodea, crear corredores biológicos: «Y no son solo árboles, el césped, los arbustos, las flores... Cuando paseo por el muelle de Marzana hay unas escaleras de aceso a un edificio que están llenas de flores, de tiestos, y nos encanta ver eso, los ciudadanos también deberíamos implicarnos en esto, plantar nuestros balcones», dice Ane Barrutia. «Tenemos la obligación de pensar en verde», apostilla Arantza Iriarte.
Esta misma semana se ha estrenado el nuevo y único acceso que conecta Deusto con Zorrozaurre, y los vecinos ya están expresando sus quejas por «un camino con aceras muy anchas sin un solo árbol, en pleno verano y con la crisis climática. Igual que el camino que une el puente Euskalduna con el IMQ, un auténtico desierto. Estamos deseando llegar a la clínica para ponernos a la sombra», esgrime un habitante de la isla.
Hay más puntos. ¿Y si pusiéramos unos árboles en medio de Autonomía? «Autonomía -considera Aritz Villa- es un reto superinteresante. De por sí ya es hostil, pero el tramo desde La Casilla a Basurto es ya un carril de jugar a los bolos, está triturado, asolado por todos los lados. Ahí hay que analizar mucho y pensar lo que se quiere hacer ahí».
Unos quieren talarlos y otros lloran con la poda
Pero poner árboles, podarlos y hasta quitarlos exige una concienciación de la ciudadanía y de los políticos, de voluntad y sensibilidad. «Hay vecinos que se quejan de las ramas que les quitan la luz cuando otros entienden que tienen frente a su ventana un tesoro -explica Aritz-. Unos quieren que les quiten el árbol frente a su portal, mientras otros se manifiestan por la eliminación de los olmos de su avenida. Algunos están con que si entra un pulgón y les parece bien la poda de ejemplares para quitar esas ramas que les molestan, mientras que otros lo sienten como heridas en propia carne».
Hace unos días, vecinos de Deusto se manifestaban contra la tala de 128 olmos en mal estado en Lehendakari Aguirre, que serán sustituidos por arces tridentes procedentes de Asia. Txemi Martínez, de la Asociación Txirpial, entiende que puede que estuvieran enfermos, «pero se podía haber esperado al invierno, ahora están con toda la savia a tope y no es buen momento». Recuerda que han asistido a la muerte de muchos árboles, incluso centenarios, «como el ejemplar que había al final del puente de Deusto, en dirección a este barrio, a la derecha, junto a un quiosco... Había vivido las guerras carlistas, y resulta que murió porque le asfaltaron hasta las raíces...». El educador ambiental se acuerda de «lo duro que resultó el verano pasado. Va a ser necesario crear muchas más zonas en sombra y es algo que incluso nos va a suponer un ahorro económico, para no gastar tanto en aire acondicionado».
Los expertos coinciden en que ha llegado el momento de entender que los árboles nos salvarán y que no se puede contentar a todos. Que son seres vivos y que, aunque estemos usándolos en nuestro provecho, no podemos abusar de ellos, inflingiéndoles daño y exponiéndolos a un estrés innecesario. «En las aceras- recuerda el urbanista-, los ejemplares llegan del vivero y son introducidos en un alcorque (el sitio del suelo reservado para ellos, un metro cuadrado). Y si la parte que se ve es importante, lo es también la que no se ve. Esos árboles en hilera crecen lejos del otro, a 15 metros, y a los árboles les gusta vivir juntos, protegiéndose, comunicándose por las raíces. Y crecen rodeados de cemento y de las conducciones del agua, el gas, la electricidad. Y cada vez que se abre la acera para cualquier cosa, le cortan una parte de raíz... Por arriba les podan, a veces de forma exagerada, con los andamios de las obras apoyados en ellos, las terrazas cerca, recibiendo quizá más vermú que agua... Está sometidos a un estrés brutal, y lo único que pueden hacer es sobrevivir».
Con nombre propio: el Tilo del Arenal y el Árbol Gordo de Arbieto
Y, ¿por qué no?, también sería buena idea plantar ejemplares con nombre propio e incluso apodo, es decir, «con entidad suficiente y que sirvan para recordar determinados momentos de la historia, o incluso como puntos de quedada», reclaman las paisajistas de Local4. En la memoria de los bilbaínos está el Tilo del Arenal, apodado 'El Abuelo', que estaba plantado delante de San Nicolás y que un vendaval tiró una noche de 1948, contaba 132 años. Un retoño suyo subsistía en la plaza Amézola, que todo el mundo llama la plaza del Árbol, pero también murió. «De hecho han plantado uno como aquel en el mismo sitio del Arenal, es buena idea. El Casco Viejo está casi vacío de árboles. Claro que no hay espacio, pero no pasa nada por plantar un par junto a la catedral de Santiago, o en otros espacios. Mira los dos árboles delante de Bilborock, quedan fenomenal», apuntan.
También hay que recordar el Árbol Gordo de Arbieto, en el entonces llamado Ensanche de Bilbao, en la anteiglesia de Abando, al que Unamuno escribió estos versos en 'La estrada de Albia': «Aquí donde hoy está esta plazuela / antaño se alzaba el Árbol Gordo / y las que hoy son cuajadas calles / eran huertas de verdura, / mi pueblo me es extraño, / mi Bilbao ya no existe, / por donde un día fueron mis afueras / hoy me paseo triste».
Urbanistas
Seis reglas para evitar las islas de de calor
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1
Hasta que los árboles plantados crezcan, pues en la mayoría de los casos aún no sirven para aportar sombra, se podrían emplear toldos, a la manera que lo hacen en muchas calles de Andalucía, y así al menos aliviar el calor de los caminantes. También pérgolas recubiertas de plantas.
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A veces es difícil colocar árboles en las estrechas aceras, y además, sufren de mucho estrés en sus 'alcorques', agobiados por las conducciones subterráneas de electricidad, gas, etc... se puede utilizar una plaza de aparcamiento para colocar ahí el árbol, en la calzada suele haber menos conducciones y al estar más separado de los edificios no provoca problemas con los vecinos.
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3
Cuando tenemos debajo un aparcamiento, deberemos añadir altura al pavimento para conseguir profundidad suficiente para las raíces del árbol, cuyo cepellón llega a medir como mínimo un metro cúbico.
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4
Se debe analizar mucho cada zona donde se colocan árboles, las aceras en sombra no necesitan tanto arbolado como las que están orientadas al sur y sufren el embite del sol casi todo el día.
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5
Hay que jugar con las especies, apostando en primer lugar por las autóctonas, y con las de hoja caduca y las de hoja perenne, cada lugar tiene unas necesidades. A una casa con un árbol delante le puede venir bien un árbol que pierde las hojas en invierno para que entre luz y se caliente con el sol y que en verano tenga su copa llena para proporcionar frescor y sombra. En otros casos, será mejor que se mantengan verdes todo el año, ayudando en mayor medida a la absorción de CO2.
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6
En cualquier caso, los expertos aconsejan no tomar medidas puntuales y exigen la elaboración de un plan global que analice las necesidades de la ciudad respetando las de los árboles, seres vivos que hay que proteger.
Las 10 ciudades con más árboles
Las ciudades, preparándose para afrontar escenarios desconocidos hasta el momento, han llegado al consenso de que los árboles son la solución a la ecuación, o al menos una de ellas. Los expertos sitúan en un 9% el arbolado de Bilbao (se excluyen los parques), y en un 30% el nivel óptimo para cualquier ciudad, cercano al porcentaje de Tampa (Florida, Estados Unidos), que con un 36,1% de árboles se coloca primera en el ranking elaborado por Treepedia, un sitio de internet con mapas interactivos creado por el Senseable Lab del Massachusetts Institute of Technology (MIT) junto con el Foro Económico Mundial (WEF) que muestra la densidad del verdor en las principales ciudades del mundo.
Le siguen la ciudad-estado de Singapur (29,3%) y la capital de Noruega, Oslo (28,8%). Treepedia utiliza las imágenes de Google Street View para detectar los árboles de las calles, y no incluye los parques. Les siguen Vancouver en Canadá (25,9%), Sydney en Australia (25,9%), Montreal en Canadá (25,5%), Durban y Johannesburgo en Sudáfrica (23,7% y 23,6%), Sacramento en Estados Unidos (23,6%) y Frankfurt en Alemania (21,5%).
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