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Camisetas y bufandas rojiblancas al aire emparejando a athleticzales y escoceses, bilbaínos poniéndose en forma desde primeras horas de la mañana corriendo por las calles ... de la ciudad y turistas... muchísimos turistas. Más que nunca. Bilbao estaba ayer a reventar, en plena Semana Santa, sumergida en un periodo vacacional que, pese al tiempo fresquito, parece dispuesta a batir récords. Si no es la ciudad de moda, se le acerca mucho.
Antes de las once de la mañana, numerosos viajeros ya hacían cola en las inmediaciones de la carpa de Bilbao basque FEST para hincar el diente a apetitosas catas de queso. Y lo que les sirviesen «por solo 2 euros», se felicitaban. A los turistas se les despertó pronto el hambre. El barcelonés Miquel Albiac, acompañado de su mujer e hijos, llegó el miércoles y, nada más salir del hotel, se dieron una vuelta por San Juan de Gaztelugatxe. Ayer programó una carrera contrarreloj: visita al Casco Viejo, al Guggenheim, y claro, también se dejó ver en la cata de queso. Un programa realizado a toda velocidad porque los chavales querían «ver deportes vascos».
Los sobrinos de la madrileña Ana Martínez, Gonzalo y Pedro Rodríguez, más crecidos, tenían otros planes. «Hemos venido... ¡a beber y comer!». 'Y punto', les faltó rematar, aunque también se fueron al Guggenheim. A las once de la mañana ya apuraban los primeros tragos de cerveza en el bar del kiosko de El Arenal. Curiosos estos madrileños; la tía es del Athletic y Pedro, del Barça.
Francesca y su marido, Simone, una pareja italiana de Pavía, cercana a Milán, recalaron junto a sus tres hijos, Alejandro, Lorenzo y Ludovica -«a ella no le gusta mucho su nombre», confesó su madre»-, y se mostraron encantados de descubrir «una villa tan acogedora. Es más auténtica que las grandes capitales». Tampoco perdieron el tiempo: visitaron el Mercado de la Ribera, la iglesia de San Nicolás y la Catedral de Santiago. «Lorenzo quiere ver algo de pelota vasca desde que reservamos el viaje en Navidad», explicó Francesa, mientras Sonia y Antonio, acompañados de un guía turístico en una Plaza Nueva de bote en bote, deseaban empaparse rápido de «la vida cotidiana» bilbaína.
A su lado, los argentinos Manuel Cuello, Leandro Reinoso y Lautaro López, de Buenos Aires y Mendoza, al sol como lagartos, llevan varios años trabajando en la hostelería vizcaína, pero, en el fondo, se siguen sintiendo «turistas. ¡Qué bien vivís aquí! Bilbao es linda, lástima que haya tan pocos días de sol», se quejó Leandro.
Algo a lo que restaron importancia Santiago Campos y Celia Álvaro, un matrimonio madrileño que se sumergió a la tarde en Pozas, pese a carecer de entradas, para vivir la semifinal. «Yo soy del Athletic, mi mujer del Atlético, y a los dos nos encantan las tapas, los bares y Bilbao, porque todo pilla a mano y la gente de aquí es de puta madre», remataron.
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