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«¡Vamos, vamos!», apremia Carmen. Va recolectando aficionados del Surne Bilbao Basket por el aeropuerto de Loiu. «Es para la foto», anima. Una veintena de ... hinchas forman piña ante las cámaras de los medios de comunicación. Sacan las bufandas. Al aire. Como las aspas de un helicóptero. «¡Biiiiilbao Basket!», corean. Son casi un centenar. Vuelan con el equipo a Salónica. «Hay nervios. Es como si en una oposición pasas el primer examen, el escrito, y te queda el oral, el que te da la plaza», compara Jokin. «Estamos esperanzados», apunta Txus. Ellos, más otro pequeño grupo que ya está en Grecia y los miles de aficionados que seguirán la final desde Bizkaia, forman el alma de este equipo que busca su primer título europeo, la FIBA Europe Cup. El cuerpo lo componen los jugadores, técnicos, directivos y empleados de la entidad. Juntos hacia el Olimpo, la montaña que ocupa el horizonte de Salónica.
Hay, como dice Txus, «respeto» ante la olla a presión que espera en el pabellón griego. «Pero también ilusión», se anima. A su lado, Carmen trata de quitarse de encima el mal recuerdo de la final de 2013 en Charleroi, de aquella derrota ante el Lokomotiv Kuban ruso. Los tres estuvieron allí. Escuece la memoria. «Es que fue una decepción», lamenta Carmen. «Allí no estuvimos a la altura», agrega Txus. Ahora sí. «Somos optimistas», coinciden. Les empuja el ánimo la remontada en la semifinal ante el Dijon francés. «Es que eso fue lo más increíble que hemos visto en veinte años de baloncesto». Tienen, eso sí, un temor. «Nos dan más miedo los árbitros que los griegos». No se fían. El ambiente explosivo de la cancha de Salónica puede condicionar a los jueces.
A la expedición se han sumado dos miembros de seguridad, uno de ellos ertzaina. Estarán en contacto con las fuerzas policiales griegas. Por si acaso. A los, más o menos, 150 seguidores del Bilbao Basket que asistirán en persona a la final les han aconsejado que se desplacen dos horas antes al pabellón. Hay que prevenir. Edorta y Naiara son de Sodupe y, claro, del Bilbao Basket. Llevan ropa del equipo. No pudieron estar en el partido de ida, en Miribilla. «Teníamos un viaje previsto y nos lo perdimos, así que decidimos ir a Grecia». En compensación. No es la primera vez que se sacan una espina así. «Tampoco estuvimos en la final de Charleroi porque Naiara estaba embarazada de nuestro hijo mediano», cuentan. En esta ocasión, no ha habido obstáculos. «Los niños se han quedado con los aitites». Tienen el viaje planificado: «Visitar un poco Salónica, la Torre Blanca, la plaza de Aristóletes… y luego al infierno. Pero, bueno, al final por mucho que presione su afición, juegan cinco contra cinco». Prefieren ver la botella medio llena. «Si sabemos llevar el partido, creo que podemos ganar». Como todos, duda de los colegiados, de lo condicionados que puedan estar por la fiera afición helena. «Aunque su equipo también estará nervioso, parten con siete puntos de desventaja», apunta Edorta.
De baloncesto sabe, y mucho, Pepe Elorriaga. Fue entrenador del Picadero catalán y seguidor de equipos históricos vizcaínos como La Salle y Águilas. A Salónica va con su hija, su yerno y su nieta Irati. «Con tranquilidad y optimismo», aconseja. Fue uno de los fundadores del Bilbao Basket, «de los que en el año 2000 fuimos a pedir dinero para el club con las escrituras de nuestra casa en la mano». Ahora, a un paso del título, recuerda bien aquella crisis. «Se pasó muy mal, pero mira, aquí estamos. «Y no perdieron el piso», apostilla el yerno.
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