Bilbao Basket 88-73 Manresa

Una victoria balsámica como regalo de Navidad

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El Bilbao Basket saltó a la cancha teñido en rojo, color que marca a los dos últimos clasificados. El triunfo del Breogán ante el Girona añadió un poco más de presión a los hombres de negro, con menos margen de maniobra que Houdini encadenado en un río tratando de completar su último truco de escapismo. No tanto por las apreturas del calendario –aún falta un mundo por jugarse en la Liga Endesa–, sino por las sensaciones con las que trabajaban los de Ponsarnau. El estado de ánimo no era el mejor con una sola victoria en las últimas ocho jornadas, la confianza estaba justita y faltaban Kullamae y Rabaseda. El capitán pidió sentarse en el banquillo y sudar allí, consciente de que cualquier ayuda era poca, imprescindible para encender la caldera de Miribilla y perseguir un marcador terapéutico. Lo consiguieron en un duelo en el que siempre fueron por delante, el triunfo 17 en sus 18 duelos en casa ante el Manresa.

La puesta en escena no pudo ser mejor, con todo el mundo enchufado y un baloncesto bien elaborado. Un parcial de 6-0 templó los nervios de los hombres de negro, bien guiados por Frey. El noruego es una pequeña joya que brilla en los momentos de inspiración y también cuando el equipo camina entre las sombras. Porta el fuego y alumbra el camino, siempre pendiente de amenazar, ejecutar y asistir. El Bilbao Basket jugaba organizado y con criterio, con un despliegue coral de efectivos, que comprendía nueve jugadores –no salieron Chacón, Sylla ni lógicamente Rabaseda–. Cada uno aportaba lo que podía, con Dragic en plan destructor en sus penetraciones y Hlinason metido en su traje de intimidador. El Manresa sobrevivía gracias a Alston y Saint-Supery, primero, y Álex Reyes, después, quien volvió a la que fue su casa durante cuatro años para meter dos triples y una canasta de dos antes de irse al descanso. El Surne trabajaba con pulso firme y cerró el cuarto inicial 12 arriba (27-15), bien en ambos lados de la cancha.

Claro que el tema de los triples era un dolor de muelas, un mal endémico del que solo escapaba Frey. El Bilbao Basket lucía un tres de ocho en los primeros 20 minutos –terminó con un 6 de 21 (28,6%)– y todos los aciertos llevaban la firma del base noruego, quien se fue al vestuario con 14 puntos y sin fallos en tiros de campo. Impecable. Ali no daba señales de vida –terminó con un punto– y el resto también andaba con la puntería desviada. Nada nuevo bajo el sol. Tampoco controlaba el Surne el rebote ofensivo, pero lo paliaba con defensas intensas y ataques bien organizados. Los de Ponsarnau nunca dejaron de mandar en el marcador, que empezó a estrecharse en el segundo cuarto. Dos tiros libres de Cate acercaron al Manresa a menos cinco (41-36), pero un señor triplazo de Frey mandó a los de Miribilla al descanso con una renta de ocho puntos (44-36). Jamás soltaron las riendas del choque y lo gobernaron con puño de hierro, su trozo de pastel.

Dragic era un enigma para la defensa manresana, indetectable en su radar. Tiró del equipo con fuerza en el tercer cuarto con siete puntos seguidos. Entraba en la zona como el cuchillo en la mantequilla, por fin esplendoroso. Al final del partido fue despedido con gritos de «MVP, MVP» y se subió a la grada para agitar una de las banderas de la Peña Hirukoa. El esloveno firmó un ocho de nueve en lanzamientos de dos y un ocho de echo en tiros libres, con el único lunar de un cero de tres en triples. Nada que pudiera afear su hoja de servicios de líder. Encontró un socio perfecto en Frey, quien además de los 19 puntos aportó cuatro rebotes y dos asistencias. Luego se sumaron a la fiesta De Ridder y Pantzar, con el Manresa en la lona y únicamente sostenido por Saint-Supery y Álex Reyes. No hubo más.

Los hombres de negro cerraron el tercer cuarto 20 arriba (73-53) y sabían que tenían el Gordo de Navidad en el bolsillo. Alcanzaron la ventaja máxima con una conversión de Pantzar (78-57), y luego se relajaron sin dejar que el Manresa se acercara en exceso. De aquel más 21 se pasó a un parcial de 6-14 y el 84-71 en el marcador, pero el regalo de Olentzero ya estaba en la estantería de los hombres de negro. Toda la plantilla acabó con un gorro negro de Papá Noel en la cabeza, el casco de MVP fue para Dragic y Miribilla se puso de pie para despedir a los suyos entre gritos y aplausos. Un final perfecto que permite a los vizcaínos tomar una bocanada de aire fresco. Pura vida.