El trío de bases azulgranas se impone al de los pívots taronjas
Peñarroya resuelve el duelo con Howard, Henry y Thompson juntos ante el triple poste del Valencia con Webb, Rivero y Dubljevic
El «tiro de Dios» lo definió su ejecutor, Markus Howard, ante las cámaras de televisión en una entrevista escuchada en el pabellón, extasiado al final. «¡ ... Os quiero!», exclamó el norteamericano en respuesta al griterío que pedía para él el «MVP» de la jornada. Antes de la que será otra de las mejores imágenes de un curso que se disfruta en presente y se archiva para el futuro, el Baskonia estuvo sobre las cuerdas. No lograba arrancar, imponer su ritmo. Si corría, o le frenaban con faltas en las que los jugadores del Valencia empleaban todo su cuerpo para interponerse en el avance de un tren de mercancías (Ferrando con Henry, Puerto con Thompson, Pradilla con Costello) o perdía el balón en un día menos preciso de lo habitual.
Después de que Jones, con artritis en la rodilla, paseara por la calle central del Buesa y anotara una bandeja a placer (28-31, minuto 17), Peñarroya pidió tiempo muerto y empezó a mover el árbol. Costello, en la pista. Hasta ese momento sentado. El pundonor, lectura de juego, carácter en la pintura y amenaza exterior dieron continuidad a los fogonazos anotadores de Howard (10 puntos en el primer cuarto) y Hommes (8 en el segundo) y llevaron al Baskonia por delante al descanso.
Con el estadounidense con pasaporte de Costa de Marfil actuando de 'cuatro', a Mumbrú se le ocurrió un plan que estuvo cerca de darle la victoria. Colocó un triple poste, con James Webb II de alero (14 puntos, tres triples), que abrió la pista e hizo mucho daño a Sedekerskis; Jasiel Rivero (17 puntos en tres cuartos) y Kyle Alexander, que aguantó el tipo ante Kotsar antes de darle el testigo a Dubljevic. Con esa fórmula, un Enoch desnortado y un sorprendente Ferrando como base, la batalla por el rebote (36-44) se acabó decantando del lado visitante, que logró que Howard saliera del tercer cuarto sin anotar.
Bien pudo Peñarroya replicar ese modelo, pero su filosofía es fijarse en lo que uno tiene. A sus órdenes cuenta con tres pequeños que hacen diabluras y el catalán decidió apostar por ellos a la vez cuando el marcador era de 64-65, minuto 34. Primero fue un triple de Henry, luego otro de Howard, que entró en trance, bajó a la tierra fallando una bandeja sin oposición que Henry se encargó de anotar, y desarboló cualquier sistema defensivo. Conseguía que lo más difícil pareciera asequible. Triples lejanos, bombas indefendibles desde su 1,78, penetraciones por el lado débil y driblings por la línea de fondo. Todo lo que cualquier amante del baloncesto soñaba con poner sobre la cancha, el jugador de videojuego azulgrana ya lo ha ejecutado. Y el runrún que genera cada vez que coge el balón puede que también intimide al rival hasta en los días que hay más '¡uy!' que '¡ah!'.
El padecimiento de Giedraitis
Suyo fue el triple de la victoria, del que daba las gracias a Dios con los brazos en posición de rezar y una sonrisa angelical mientras Henry y Costello aún iban a protestarles a los árbitros la falta señalada a Thompson sobre Rivero que emponzoñó el final. Los tapones de Costello y Hommes a Jones y Dubljevic en el último ataque taronja dicen mucho de la mordiente del equipo en el que entre Thompson (8) y Henry (6) repartieron 14 asistencias y fueron los más valorados con los exiguos 13 créditos de Howard ante sus 28 puntos.
Del trío de pequeños de Peñarroya, el perjudicado fue Giedraitis (-6 de valoración) en otro partido de padecimiento. Dos únicos puntos, gestos de frustración y una segunda mitad prácticamente inédito (4 minutos). Junto al lunar de los tiros libres, con un 15 de 25 pese al 7 de 10 de Kotsar, son los dos aspectos principales a pulir de cara a la Copa.
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