
La trayectoria de un corredor de fondo
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Peñarroya, que en Vitoria acuñó el estigma de caer a la hora de la verdad, ha superado el pánico de faltar a la Copa con el BarçaLos centenares de espectadores que acudimos aquella tarde al entrañable pabellón de Mendizorroza aún recordamos cómo Joan Peñarroya rotulaba con su mano zurda la pizarra durante un tiempo muerto del Andorra. El equipo del Principado militaba en LEB Oro y se enfrentaba entonces al Araberri. ... Allí, en el recoleto y adinerado país que abre puertas a España y Francia atesoró el entrenador de Terrassa buena parte de su merecida fortuna deportiva. Tomó al club de las montañas en Plata, lo ascendió al siguiente escalón en dos años y tardó el mismo tiempo en devolverlo a la elite. Cuatro temporadas de cuarto creciente que culminaron con el sexto puesto liguero en la ACB de 2018 y la presencia copera en Vitoria la famosa tarde de «era campo atrás» que perjudicó a su conjunto.
Desde entonces, su trayectoria en los banquillos no ha dejado de progresar. Es un corredor de fondo cuyos grupos corren la cancha como lo hacen sobre el tartán los mejores velocistas. Un curso en 'su' Manresa del alma, donde forma parte en camiseta de tirantes de la notable historia de la entidad del Bagés, clasificándola para el 'play off'. Dos ejercicios triunfales en Burgos que le depararon sendas Champions de la FIBA y una Intercontinental en un recinto a reventar de público cada día.
Una campaña en Valencia y la llamada del Baskonia para encaramarse por primera vez a las cumbres de la Euroliga. La afición alavesa, aturdida de un tiempo a esta parte por el rendimiento descendente de su equipo, evoca con nostalgia el mejor baloncesto azulgrana que ha visto en los últimos años. Aquel curso académico 22-23 con Darius Thompson a los mandos y Markus Howard abatiendo piezas desde la lejanía ofreció un juego dinámico, efervescente, bueno y bonito a la vez.
Eso sí, desde aquella campaña tan divertida y de balance numérico muy destacable (46-25 entre las tres competiciones), a Peñarroya le acompaña el estigma de quien se cae en los momentos determinantes, del matador que falla con el estoque en los instantes críticos. Dentro del ámbito doméstico siempre con el Joventut como aguafiestas porque le echó de la Copa casi sin situarse sobre el parqué y le eliminó en cuartos de la Liga tras una fase regular excelente del grupo vitoriano (28-6). Y después de transitar las 33 jornadas del torneo continental dentro de los ocho primeros, la derrota de la jornada final le dejó al otro lado de la raya de los 'play off'. Trío de frustraciones que enfrió la calentura de un baloncesto febril.
Joan hubo de cumplir un ejercicio en barbecho antes de que el Barça, nada menos, le convocara con el fin de relevar en el Palau a un decepcionante Roger Grimau. Es cierto que el egarense ya se había encerrado en vestuarios con hombres de primer nivel antes, pero en las entrañas del vetusto recinto barcelonés se cambian baloncestistas con rango de estrellas. Tan agradable debe de resultar disponer de un plantillón como difícil gestionar los egos de deportistas que lucen medallas sobre la pechera. De momento ha mostrado mano dura con Willy Hernangómez, un talento ofensivo incuestionable que decae atrás y que ya cuestionó la autoridad del anterior técnico el curso pasado.
Hay banquetas electrificadas, como las de los clubes poderosos. Y los seguidores culés viven esta temporada encaramados a una montaña rusa de sobresaltos continuos que representan la imagen más alejada de la estabilidad. El pánico se asomó sin miramientos a dos jornadas de concluir la primera vuelta liguera. Si el Barça, entonces con un registro de 7-8, perdía en la peliaguda pista del Gran Canaria, adeu por primera vez en su historia a la Copa. Un batacazo, en tal caso, de dimensiones bíblicas. Y el estigma que envolvió a Peñarroya en Vitoria revoloteando sus alas con fuerza.
Un mes de enero de contrates. Mientras el bloque catalán lo aprovechaba para enmendar su dubitativa trayectoria europea con cuatro triunfos consecutivos, las fechas en torno a Reyes a punto estuvieron de sepultarlo en carbón por tres encuentros cedidos consecutivamente por el pelo de una gamba. Sin duda que la incomparecencia blaugrana a la Copa hubiera ensuciado la hoja de servicios de un Peñarroya en el filo.
Ahora, sin embargo, genera las sensaciones de enderezar el rumbo con una trainera de lujo donde reman la 'doble P' (Punter y Parker), la sabiduría de Vesely, el potencial de Metu y el talento ofensivo de Brizuela. Una tripulación de lujo que ha mejorado atrás en el ánimo de mantener todo el veneno adelante para un preparador que abrazó con el Baskonia el vértigo en cada curva.
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