Howard se sienta en el trono de Llull y el Chacho
El estadounidense firma un partido memorable con dos triples icónicos ante el de Mahón y Giedraitis rompe amarras para delirio del Buesa
Nadie da más miedo que alguien que no tiene miedo. Descarado, ambicioso, incorruptible como este Baskonia al que la Euroliga empieza a temer. O debería. ... A un Markus Howard pequeñito, pero matón. Asesino para los rivales, celestial para el Buesa. El de anoche no fue un partido más para el estadounidense. Fue el día en que, con tan solo unos meses en Europa y 23 años, se sentó en el trono de dos de los iconos de la última década de la Euroliga: Sergio Rodríguez y Llull.
Mediado el segundo cuarto, cuando ya se podían percibir borbotones saliendo entre las juntas del parqué, la estrella azulgrana se puso a la altura de Llull, observó sus limitaciones defensivas y le rompió con ese bote y paso atrás diabólico casi imperceptible para el ojo humano. Dos triples seguidos. Trató de contenerse unos segundos hasta que llegó el tiempo muerto y estalló junto al público. «One more time». Una más quería.
El ánimo relajado del inicio, con charlas amistosas entre amigos y oponentes y Tavares interesándose por el estado de Kotsar tras un costalazo contra el suelo, fue puro espejismo. Un sosiego interrumpido por la atronadora pitada a Yabusele, cuya frustración fue un reflejo de la del Real Madrid. El primer cuarto empezó a cambiar cuando, tras un robo, Howard salió a la carrera y se jugó un triple. Sin pensar. A los tres segundos de posesión. La jugada que encandila a la NBA y no le gusta a Peñarroya. El balón entró y el estadounidense le miró como el hijo al padre cuando quiere algo. Los 21 puntos al descanso demostraron que no era un capricho.
Poco después llegaría otra de las imágenes del partido. Puerta atrás de Giedraitis, que se hinchó, mientras a su espalda, Henry caía al suelo a la salida de un bloqueo directo. Las posteriores protestas a los colegiados fueron una constante. Hasta que Yabusele le superó en un minuto fatídico. El público protestó con vehemencia una falta de Sedekerskis, que se reía, sobre el galo, que a cada pestañeo era reprobado por el público. Tuvo dos tiros libres. El primero le lanzó contra el tablero. El segundo también la falló. En el siguiente ataque, la personal fue suya para júbilo del baskonismo, que no olvidaba su pique, balonazo a un niño y acomodamiento de genitales en el partido de Liga. El francés asentía con la cabeza, empezándose a dar cuenta de que no iba a ser su día y, quizás, arrepintiéndose de todo.
Con un triple de Costello (38-34), en pleno parcial de 23-4, saltó todo al banquillo al unísono junto a la grada, coordinados como el grupo de 'cheerleaders'. La confianza era tal que en el siguiente ataque, Henry lanzó un triple y se giró antes de que entrara, como Curry. Pero no entró. Daba igual. La actividad defensiva era de tal intensidad que les permitió a Costello y Sedekerskis jugar al tuya-mía con Cornelie. Mateo pidió tiempo muerto, Henry se quedó protestando, Peñarroya fue a buscarle e inició un corrillo con los árbitros al que se sumó su homólogo merengue a escasos centímetros de la actuación de las bailarinas. Hasta ese punto llegó el espectáculo.
Pero hubo mucho más sin siquiera haber llegado el descanso. Howard volvió a hacer de las suyas, esta vez delante del Chacho, a ocho metros de canasta, otro triple, y un desafío para la comisura de los labios, en su binomio con el público, al que pidió más. Ni Llull ni Sergio Rodríguez volvieron a salir a la cancha en el segundo tiempo. Sentados en el banquillo junto a Rudy, ausente y con la muñeca vendada con cabestrillo del golpe en Miribilla.
Las tornas cambiaron en el tercer cuarto. Chus Mateo era el más impetuoso del pabellón a la hora de felicitar a Causeur y Williams-Goss por su defensa sobre Howard, que clavó otro triple a la carrera, miró a Peñarroya y marcó el número tres con los dedos. Otros dos lanzamientos de larga distancia de Giedraitis (79-73) volvieron a desequilibrar un partido de jabatos rebozándose por el parqué por cada balón sin dueño. Se lo quedó Thompson tras un rebote ofensivo prominente. Para cuando Peñarroya pedía rueda, el base se inventó un pase sin mirar al capitán, de nuevo por la espalda del defensor. Antes, Kotsar levantó al pabellón con un tapón a Deck, el mejor de los blancos junto a Tavares.
El banquillo en pie. El público en pie. Félix Fernández, que presenció desde la esquina del túnel de vestuarios todo el último cuarto, como un aficionado más. Imposible de mantener la pose con los brazos cruzados. Otra victoria y van once seguidas. Peñarroya fue el primero en irse al vestuario. Puño en alto y grito de «vamos». Como Howard, enloqueciendo con los cánticos de 'MVP'. Mientras, Henry y Enoch se atrevían con unos pasitos de baile. Que no pare la fiesta. Los jugadores volvieron a la cancha para agradecer al público y chocar la mano a toda la primera fila en una vuelta al ruedo para el recuerdo.
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