
Baskonia 102-94 Zaragoza
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Baskonia 102-94 Zaragoza
Del baloncesto redondo a los vicios ya conocidos del BaskoniaEra uno de esos partidos presuntamente cómodos que se temen como la descarga de una tormenta cuando un equipo, léase el Baskonia, ha metido los dos pies en un auténtico socavón tras encadenar cuatro derrotas, dos de ellas (Kaunas y ante el Efes) muy ... feas por el fondo y en la forma. Así que el equipo vitoriano necesitaba un triunfo convincente que le devolviera parte del baloncesto perdido y una autoestima dañada. Y, desde luego, la primera parte obró de perfecto analgésico para un conjunto azulgrana aquejado de fiebre. El Zaragoza, un rival blandísimo y nada competitivo hasta el descanso (tunda de 58-33 en el minuto 18), obró ese efecto sanador en el maltrecho espíritu local.
Baskonia
Miller-McIntyre (14), Marinkovic (19), Sedekerskis (4), Dani Díez (3), Kotsar (10) -cinco inicial-, Howard (2), Raieste (-), Chiozza (5), Rogkavopoulos (5), Costello (18) y Moneke (22).
102
-
94
Zaragoza
Bell-Haynes (11), Smith (9), Miguel González (3), Delany (14), Watt (16) -cinco inicial- Andronikashvili (2), Yusta (6), Langarita (6), Kravic (16), McFadden (5) y Sulejmanovic (9).
Parciales. 30-18. 28-22, 21-26 y 21-28.
Árbitros. Carlos Cortés, Juan de Dios Oyón y Andrés Fernández. Sin eliminados. Señalaron antideportiva a Chiozza (min. 25) y técnica al banquillo del Baskonia (min. 34).
Incidencias. Jornada 27 de Liga Endesa disputada en Buesa Arena ante 6.323 espectadores.
La noche parecía encaminada a reconciliar al grupo alavés consigo mismo. Desmostrado queda ya hace tiempo que Dusko Ivanovic maneja un grupo a contraestilo de su modo cartesiano de entender el juego. El mariscal prefiere destruir el ánimo adversario antes de proponer de media cancha hacia adelante. Y su plantilla, en cambio, está diseñada para abatir rivales desde el ataque. Así que tras una semana y media pésima en el célebre lanzamiento exterior que le distingue, el Baskonia aplicó veneno a cada flecha lanzada con el arco. Tres triples de Marinkovic y dos de un McIntyre a quien la 'defensa' visitante le flotaba de manera obscena propulsaron al cuadro vitoriano hacia una velada de recarga moral desde el inicio.
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La enorme superioridad azulgrana se mostraba abierta en canal desde varias hegemonías concretas. Empezando por la recobrada puntería exterior (8 de 13 lanzamientos lejanos antes del intermedio) y siguiendo por el buen pulso de sus dos bases. Sí, del Señor Lobo que soluciona problemas. Pero también de Chiozza, autor de otra actuación muy destacada tras su notable duelo en Miribilla después de rebasar en la rotación al descartado Theodore.
Era tal el ritmo anotador alavés que tapaba las carencias en la zona trasera del parqué. Mientras el tanteador local se nutría de un modo exponencial, el visitante seguía la progresión aritmética que marcaban los pívots Watt -en su pulso de producción con Costello- y Delany, quien pronto sentó a Sedekerskis. Si ya el primer acto enseñaba sin motivo para las dudas qué equipo sumaría la victoria, el resto casi hasta el descanso avisaba de una paliza posiblemente histórica. McIntyre gobernaba a su antojo, Moneke disfrutaba a su bola con el don para extraer faltas y herir verticalmente a cuchillo. Lo escrito, el Zaragoza como analgésico ideal entre el pretérito imperfecto azulgrana y su inquietante futuro a corto plazo (Real Madrid, Valencia y Virtus). El festival ofensivo encubría agujeros en el centro de la zona para provecho de un Zaragoza que tardó diecinueve minutos en colar su primer triple.
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Olga Jiménez
Veinticinco puntos de renta a poco de alcanzar el descanso. Dieciocho para comenzar el tercer cuarto... Sensaciones de calma en el balneario con las que vivir holgadamente de las rentas tras una primera parte ofensivamente devastadora. El preámbulo de diez minutos (del 20 al 30) marcados por el protagonismo de los pívots de ambos bandos y el buen hacer de Chiozza.
Y, sin embargo, el desenlace convocó unas emociones innecesarias. Hasta el punto de que el grupo de Porfi Fisac, dispuesto por fin a competir después de sentirse zarandeado, aproximó demasiado su parachoques delantero al guardabarros posterior del Baskonia. 99-92 a falta de cincuenta segundos que solventó el preciso Marinkovic con el triple de la anestesia definitiva.
Dardo letal que no bastó para esconder los vicios azulgranas ya conocidos. Como la muy mejorable defensa, fundamentalmente dentro de su propia zona. O la necesidad de encomendarse a hombres concretos que resuelvan las indecisiones que últimamente paralizaban los ataques vitorianos. Hubo de ordenar McIntyre, ejecutar Moneke a su intransferible manera y recurrir Dusko a los dos bases juntos para amarrar un triunfo imprescindible antes de conducir por las curvas tan cerradas que se acercan.
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