El Baskonia se envuelve en llamas antes de viajar a la Copa

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Howard analizaba sus molestias en la espalda acostado sobre la colchoneta de los abdominales. Y luego se colocó en línea con Hommes, el otro afectado físicamente, para pedalear encima de la bici estática como miembros de un pelotón. El que sujetaba en sus manos el anotador compulsivo, el microondas que no puede dejar el esférico ni en circunstancias de calma. Ambos responden que se encuentran relajados y en plenitud para la batalla. «Me ha venido bien el descanso», aseguraba el ala-pívot.

Aunque para tranquilo Thompson, tan discreto como en los duelos oficiales hasta el punto de pasar casi inadvertido. Lo suyo es causar estropicios en los rivales, saludarlos educadamente y meter poco ruido. El excelente base acepta el papel de líder silencioso junto al más expresivo Costello, el 'cuatro y medio' a quien no le asusta el frío de la capital alavesa tras su paso por Gran Canaria porque en Michigan conocen la rasca de primera piel.

Ambos vienen obrando como pilares de un auténtico conjunto, un grupo a simple vista bien avenido. Los trece apóstoles de Joan Peñarroya posan para la fotografía ritual. Sonríen abiertamente Díez y Heidegger, mientras Matt saca un gesto risueño a Kotsar. «Es joven, pero en la pista está bien enfocado», cuenta su mentor. ¿Darius? Cara de póker.

A Sedekerskis le quedan rescoldos de Dusko Ivanovic, tan importante en su carrera, cosidos al alma. «El calendario es así y estamos acostumbrados. El cansancio no es una excusa». Los jugadores se reparten entre periodistas con teléfonos móviles, micrófonos, cámaras y los cuadernos de los más clásicos. Todo para que lleguen las últimas sensaciones a la parroquia azulgrana. «La mejor afición de todo el mundo», proclama Costello.