Un trámite con mando a distancia
Análisis ·
La asamblea, con la novedad del nuevo sistema de voto, tiene todas las trazas de ser una balsa de aceiteTras años y años viendo asambleas del Athletic siempre cortadas por el mismo patrón, sin apenas cambios en sus costuras tradicionales, que hoy haya una ... novedad importante es lógico que despierte nuestra curiosidad. Me estoy refiriendo, por supuesto, a la votación con mando a distancia, dispositivo que los asistentes recibirán tras acreditarse en el palacio Euskalduna. Apretando el botón correspondiente al sí, al no o al voto en blanco cuando terminen la exposición y el debate de cada punto del orden del día, los compromisarios darán su veredicto sentados en su butaca, como parlamentarios en su escaño.
En principio, todo tiene que salir bien. Dicen los que saben de estas cosas electrónicas que no debe haber ningún problema y habrá que confiar en ello. Lo cierto es que sería un gran éxito que el sistema funcione y las asambleas sean a partir de ahora más ágiles, sin esos largos recesos para acudir a las urnas y luego hacer el recuento. Por otro lado, que se conozca el sentido del voto de cada punto del orden del día antes de votar el siguiente es algo positivo. Digamos que abre más la perspectiva del votante. Que el nuevo sistema falle es mejor ni contemplarlo. Y es que sólo faltaría -y más en una asamblea con once puntos en el orden del día y dirigida por la directiva más moderna y tecnológica que haya tenido nunca el Athletic- que de repente empiecen a fallar algunos mandos, las votaciones se eternicen y se arme un guirigay.
Insisto: sería magnífico que todo ruede bien, sin contratiempos, sin necesidad de ver a informáticos corriendo por la sala hiperventilando y a compromisarios quejándose a gritos de que a sus mandos les fallan las pilas. Para muchos, la verdad, el nuevo tipo de votación es la mayor curiosidad que nos despierta una asamblea que debe ser un simple trámite para Jon Uriarte y sus directivos. Y no lo digo porque acaben de aterrizar en el club y apenas se les puedan exigir responsabilidades en el balance del ejercicio anterior y en el nuevo presupuesto. Ya se sabe que a otros presidentes los compromisarios les han machacado sin ningún preámbulo de cortesía, desde que llevaban dos días en el cargo y todavía no tenían claro ni dónde estaban los baños en Ibaigane. Lo digo porque hablamos de un presidente elegido hace cuatro meses no sólo con una rotunda mayoría sino representando para once mil socios, de todas las edades, de todo tipo y condición, una esperanza embriagadora: la de ser un líder joven, casi providencial, llamado a cambiar el Athletic.
A diferencia de Aitor Elizegi, que tuvo una oposición militante desde el primer día y en cada asamblea sufría un tiroteo, Uriarte no tiene ninguna. Y, si llega a tenerla alguna vez, será producto del desgaste del ejercicio del poder, no de una pésima digestión de los resultados de las elecciones por parte de los candidatos perdedores. La asamblea, en fin, apunta a ser una balsa de aceite, como lo fueron las de Josu Urrutia, poco más o menos. De ahí que haya sorprendido el discurso tan alarmista que se ha lanzado desde el club en la última semana a través del tesorero, Guillermo Ruiz-Longarte, del director general, Jon Berasategi, y del propio presidente.
Que conste que nadie discute el contenido de esos discursos. Lo que se discute es que se hayan vendido como si fueran algo nuevo, una desgracia sobrevenida de improviso, cuando la realidad es que la raíz del problema económico del Athletic lleva más de dos décadas siendo la misma. Otra cosa es que en los tres últimos años se haya agravado con los 50 millones de pérdidas que ha dejado el Covid. De hecho, si alguien demostró que conocía perfectamente esta peligrosa situación fue Jon Uriarte, que comenzó la campaña electoral en este periódico con uno de esos titulares que hacen temblar las lámparas: «El Athletic necesita un electroshock porque si no va a acabar muriendo». Lo dijo el 26 de mayo, días antes de hacer su gran promesa electoral que serviría para salvar al club: los 30 millones anuales más de ingresos que él iba a conseguir. En fin, que aquí no ha habido ninguna sorpresa. Y tampoco se esperan para esta noche.
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