Mallorca 0-0 Athletic
El Athletic tiene que resignarse con un empateLos rojiblancos dominaron y fueron superiores al Mallorca, sobre todo en la primera parte, pero la falta de acierto les impidió lograr la victoria en un partido mediocre
Fue uno de esos partidos del Athletic que obligan a una cierta resignación porque empiezan a ser una costumbre, a formar parte de nuestras tradiciones. ... Sucede cuando la victoria está al alcance de la mano, pero se escapa por falta de eficacia y, al final, el empate tampoco parece una sorpresa muy desagradable, ni tiene un sabor especialmente amargo. Por ocasiones, los rojiblancos merecieron los tres puntos en Son Moix, escenario de un choque que hizo afición, sí, pero a otros deportes. Como tantas otras veces, sin embargo, les faltó pegada para convertir sus mayores méritos en goles y no les quedó más remedio que aceptar el puntito, que al Mallorca no le sentó nada mal por mucho que intentara disimularlo.
Decir lo contrario, no tendría sentido. Desde luego, sería incongruente con la actitud del equipo bermellón, tan tenaz y laborioso como conservador, dedicado a esperar a su rival en su propio campo, tirar de pico y pala, y confiar en alguna jugada aislada de sus delanteros, Muriqi y Lardin. El empate, por tanto, tenía que parecerles forzosamente una opción aceptable, sin duda prevista en su guión como un mal menor.
Mallorca
Rajkovic, Valjent, Giovanni, Van der Heyden, Maffeo, Lato (Costa, m.68), Dani Rodríguez (Morlanes, m.68), Samu, Darder (Abdón, m.83), Larin (Llabrés, m.55) y Muriqi
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Athletic
Simón, Lekue (Prados, m.59) Vivian, Paredes, Yuri, Vesga (Dani García, m.77) Galarreta, Sancet (Muniain, m.59), I. Williams (Raúl García, m.83), Nico (Berenguer, m.77) y Guruzeta
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Incidencias: 17.043 espectadores en Son Moix
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Árbitro: Figueroa Vázquez.
El Athletic tuvo una mentalidad más ambiciosa, pero le faltó sostenerla durante más tiempo, sobre todo en la segunda parte, que fue un pestiño morrocotudo. El frente de ataque de los rojiblancos acabó perdiendo casi toda su profundidad y el equipo se ensombreció sin remisión. Sancet, el más destacado en la primera parte, fue sustituido en el minuto 59. También lo sería Nico Williams en el 77 y su hermano Iñaki en el 84. Sólo Guruzeta aguantó todo el partido y la razón fue un auténtico misterio porque apenas se le vio. Y eso que se dio una paliza tremenda para que se le viera.
Estos tres cambios lo dijeron todo. Eran muy elocuentes y enviaban un mensaje preocupante. Cuando este trío deja de funcionar, hay que dar por seguro que el equipo de Valverde tiene un problema serio. El de este domingo fue que se desinfló tras el descanso. Hubieran necesitado insistir arriba con más tensión y lucidez para haber tenido opciones en la portería de Rajkovic, que en la segunda parte sólo tuvo que emplearse para desviar un remate con la zurda de Muniain.
Lo cierto es que el Mallorca arrancó con mucho brío y un par de pases defectuosos de Berchiche y Sancet le permitieron llegar con un cierto peligro al área del Athletic. Por un momento, amenazó tormenta para los rojiblancos, que como es sabido no tienen en Son Moix, como antes en el Lluis Sitjar, un escenario propicio para el éxito; más bien todo lo contrario. El equipo de Valverde, sin embargo, se rehizo y, en el minuto 9, Sancet estuvo cerca del 0-1 en un buen derechazo desde fuera del área. La jugada tuvo el efecto de un escalofrío en la tropa de Javier Aguirre. De repente, se sintió vulnerable y eso le hizo asustarse.
Superioridad
Durante diez minutos, el juego se trabó en un toma y daca de balonazos, pérdidas y choques varios. Todo ello en un espacio reducido y ventoso. Ante rivales como el Mallorca, en esa tesitura agobiante e industrial conviene confiar en el Athletic, que suele sostener el pulso en las peleas y tiene más calidad arriba. En el minuto 24, Sancet estuvo a punto de marcar de nuevo el 0-1. Dejó tieso a Valjant en una baldosa, se perfiló y su derechazo cruzado se fue por el pelo de un gamba, como decía Luis Aragonés. La jugada terminó de asustar al Mallorca, al que sus temores le bloquearon hasta convertirle en un equipo que no sabía lo que hacer. Aparte de resistir, se entiende. Tenía miedo a salir de casa, pero también a quedarse dentro de ella y, como suele ocurrir en esos casos, acabó por pasar el rato en el descansillo intentando que pasara el tiempo sin grandes sobresaltos.
El Athletic tuvo entonces sus mejores minutos de juego. O dicho de otro modo: tuvo la oportunidad de encarrilar una victoria que le hubiera permitido llegar al parón de Liga con la moral por todo lo alto tras empalmar tres triunfos consecutivas. Nico Williams se puso a carburar y Maffeo, por tanto, a sufrir. A la media hora, el delantero rojiblanco estuvo a punto de marcar tras una gran carrera desde su propio campo, pero su remate, tras perfilarse bien dentro del área, se le escapó por un palmo.
La superioridad de los rojiblancos era clara y se trataba de mantenerla en la segunda parte. Pero no fue posible, Y no precisamente por el viento, como aseguró Valverde, ya que en la reanudación sopló mucho menos que en los primeros 45 minutos. La causa estuvo en la desaparición (o poco menos) de los jugadores que estaban marcando la diferencia y en la escasa aportación de los jugadores que salieron a sustituirles: Muniain, Berenguer, Dani García, Beñat Prados en lugar de un Lekue de nuevo muy desafortunado, y Raúl García en los minutos finales.
De manera que, en medio de un ir y venir tan insulso como trompicado, el empate sin goles se convirtiendo poco a poco en el destino inevitable del partido. No era algo digno de celebración para los rojiblancos, pero tal y como transcurría el duelo tampoco era cuestión de despreciar el punto. Y es que, aunque el Mallorca eran un querer y no poder, en el fútbol puede pasar de todo. Uno puede meterse un gol en propia puerta y llevarse un susto de muerte hasta el árbitro lo anula por fuera de juego, como le ocurrió al Athletic en el minuto 48. O uno puede pegarle un pisotón sin querer al rival, como el de Vivian a Muriqi en el minuto 72, y rezar para que el VAR, como hizo ayer, no pite penalti.
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