Afirmar que el Athletic debe superar el próximo domingo una doble encrucijada sería un exceso incluso dentro del siempre grandilocuente discurso que relata el fútbol ... y sus entresijos. En este peculiar mundo en el que cada semana acontecen un par de hechos históricos como mínimo, y en el que tenemos ocasión de asistir al partido del siglo prácticamente cada mes, es comprensible observar este domingo que se avecina poco menos que como la última frontera. La novedad de hacer coincidir por primera vez la Asamblea de Socios Compromisarios con un partido en San Mamés, dota a la fecha de un cierto carácter de epopeya, dicho sea en términos estrictamente futbolísticos. Seguro que al final no será para tanto y el sol volverá a salir el lunes como si tal cosa.
Por orden cronológico, la cita con los socios compromisarios se presenta como el primer examen para la Junta que preside Aitor Elizegi. Está empíricamente demostrado que las asambleas en las que no se plantea una subida de cuotas son menos tumultuarias, por emplear una palabra de moda los últimos días, así que el presidente tiene parte del camino allanado. Le queda por explicar el asunto de las provisiones de ida y vuelta, pero el jeroglífico parece tan complicado incluso para los iniciados en los arcanos económicos que a los socios les haría falta una 'piedra Rosetta' para desentrañar el asunto y, la verdad, uno no acaba de ver un Champollion entre los compromisarios del Athletic.
Una cuestión más al alcance del socio medio es la de los traslados forzosos de los titulares de localidades de la Tribuna Norte Baja para ampliar la llamada grada de animación. A tenor de las informaciones que han trascendido, aquí Elizegi ha optado por decir que sí a todo lo que le han ido proponiendo o exigiendo unos y otros, que es un método muy eficaz de aplazar los problemas, pero no tanto de solucionarlos, además de evidenciar que no había un plan sólido previamente establecido para acometer una operación cuya utilidad o necesidad está todavía por ver.
Esta directiva será la tercera que intente la reforma de los Estatutos. Ya fracasaron las presididas por Fernando García Macua y por Josu Urrutia y no hay datos nuevos que hagan suponer que a la tercera vaya a ser la vencida. Antes se congelará el infierno que los compromisarios del Athletic se muevan un milímetro de sus posiciones. Hará falta algo más que buena voluntad para que el club se dote de una herramienta normativa acorde con los tiempos que vivimos. Baste recordar que al margen de la obligada adaptación al Decreto de Clubes Deportivos que se aprobó en 2012, el grueso del texto es de 1999.
Pase lo que pase por la mañana en el Euskalduna, el Athletic se jugará su suerte a corto plazo unas horas más tarde en San Mamés. A nadie se le escapa que después de dos derrotas consecutivas y, sobre todo, la imagen que ofreció el equipo en la última cita de Balaídos, ganar al Valladolid es una obligación.
La frontera entre un par de tropiezos sin más consecuencias en una competición de largo aliento como la Liga y una crisis en toda regla, con todo lo que conlleva, es tan fina como el resultado de un partido determinado. En esa frontera se encuentra ahora mismo el equipo de Garitano, obligado a recuperar su solvencia en casa frente a un rival que ha ganado de viaje siete de los diez puntos que tiene en su casillero.
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