Secciones
Servicios
Destacamos
Edición
Un cantar de gesta es la narración poética de un suceso notable y heroico, que reviste interés para un pueblo o una nación; el relato de unas hazañas que cruzarán océanos de tiempo y que sobrevivirán a quienes las formulan haciendo un uso prolijo de adjetivos e interjecciones. Lo ocurrido ayer sobre el césped de La Cartuja contiene los ingredientes necesarios para encajar en esta descripción.
El lanzamiento de Berenguer, colándose por la derecha de la portería defendida por Greif, desató el inmediato estallido de alegría. El balón entró como una exhalación mientras Sancet, al fondo, imploraba arrodillado el milagro y Valverde observaba solo y a distancia. Los jugadores se lanzaron entonces, todos a una, a estrechar a quien con su gol había superado la delgada línea roja que separa el fracaso de la gloria. El extasis se extendió entonces sobre la grada de animación y tuvo que intervenir la seguridad para separar a los jugadores del público al caerse la valla. Ander Herrera con la bandera rojiblanca, Iñaki Williams dándose golpes en el pecho... La piña de celebración, desatada, mientras en las tribunas los cánticos almiraban la noche sevillana. «¡Que bote San Mamés!», atronaba en el aire.
Noticia relacionada
Javier Ortiz de Lazcano
Toda la euforia, la esperanza, la incertidumbre y el miedo que se habían ido larvando durante semanas, en especial desde que los leones apearon de la competición al Atlético de Madrid, cristalizaron en una sinfonía de alaridos y risas, de himnos y aplausos. De lágrimas de alegría en la grada. No se veía a las familia de los jugadores sobre el terreno de juego, sí a los directivos que empezaron a repartir bufandas de campeones y camisetas especiales entre los héroes de la noche.
Era emocionante ver a Simón, el mejor portero de España, incitando a la grada a que cantase más abrazado a Agirrezabala, que se redimió de cualquier fallo cometido deteniendo ese segundo lanzamiento de Manu Morlanes. Mientras los jugadores del Athletic consolaban a sus rivales, el público dirigió una fuerte pitada al árbitro cuando le nombraron por megafonía. Muniain subió entonces hasta la tribuna de autoridades, donde recibió la Copa de manos del rey Felipe VI. Se volvió al campo sacudiendo el trofeo con la rabia desatada de quien finalmente obtiene recompensa. Era el momento de las felicitaciones: del monarca, de la vicepresidenta María Jesús Montero, también del alcalde Juan Mari Aburto y, quizá la más entrañable de todas, la de Iribar, el Chopo, emocionado hasta el tuétano.
Era el momento del himno por megafonía, acompañado por más de 30.000 gargantas. Muchas más, como quedó de manifiesto cuando los aficionados del Mallorca abandonaron su asiento y quedaron las calvas de la grada al descubierto, salpicada de athleticzales. Indescriptible asistir a esa devoción, con el público, ya en puro éxtasis, coreando 'One Club Men', de Orsai, el grupo de Villalibre.
Una turba de fotógrafos y guardias de seguridad envolvían en todo momento a los jugadores, que mantearon entonces a Valverde hasta tres veces mientras la gente entonaba el 'Ikusi Mendizaleak' a pleno pulmón. Los jugadores formando una olla en el fondo norte, donde grupos de irreductibles rojiblancos habían colonizado el espacio reservado al Mallorca.
Finalmente, le llegó a Valverde el turno de sostener el trofeo, con los jugadores haciéndose a un lado para que fuera él quien se llevaba la ovación. Una deferencia que duró poco, porque entonces corrieron todos hacia la portería para lanzarse en plancha. 'Txoria, txori', cantaban como un solo hombre, en fila frente a la Copa y el público entregado, mientras Simón y Yuri cortaban la red, el pendón que llevarse a casa tras la batalla.
Llegó por fin el turno de las familias. Ese momento especial y merecido. En cuanto el protocolo se lo permitió, los rojiblancos celebraron el histórico título con ellos, tal y como se puede ver en el vídeo que ilustra esta noticia. Como Raúl García, que se reunió con su mujer y sus dos hijos. Unos momentos de emoción en los que los héroes del título copero se reencontraron con sus seres queridos en una noche mágica que jamás olvidarán.
El Athletic había consumado la gesta y roto, por fin, esa maldición que le acechaba, impidiendo, con machacona insistencia que disfrutara las mieles del éxito. Un éxito que es de toda Bizkaia, empezando por los 70.000 rojiblancos que se han desplazado a Sevilla y siguiendo con las multitudes que durante todo el día de ayer se descolgaron desde Getxo, Barakaldo, Gernika o Basauri para colonizar el Casco Viejo, Pozas, Gran Vía y, cómo no, San Mamés, que ayer hervía como en las mejores noches. Las que apuntalan la leyenda.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Noticias recomendadas
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.