Una goleada de época
Se juntaron en San Mamés esta modernidad de los horarios inverosímiles con una goleada de aroma antiguo, de fútbol en blanco y negro, de cuando ... en febrero se iba a la grada con abrigo y bufanda y no con ropa de entretiempo y gafas de sol. La visita del colista era la ocasión propicia para que el Athletic se diera un homenaje y los de Valverde no la desperdiciaron.
Hay que remontarse hasta 1994, con Heynckes en el banquillo para encontrar otro 'siete' en el marcador, fue contra un Sporting de Gijón que descendió. Más cerca en el tiempo, 2004, con Valverde al mando, el Athletic le hizo aquel histórico 1-7 al Standard de Lieja.
El Valladolid, que llegó a Bilbao arropado por un gran número de seguidores que se hicieron notar cuando Sylla empató el partido aunque fuera en falso, es un equipo en ruina, un grupo de futbolistas desorientados por el trajín de los cambios de entrenador y la ausencia de una cabeza pensante en la cúpula. Un colista que tiene toda la pinta de estar condenado a arrastrar esa condición hasta el final del campeonato.
El equipo castellano cumple con todos los tópicos de los que lucen su condición de cadáver andante. Incluido ese del perro flaco que sufre todas las pulgas. Porque solo a un perro flaco le pasa que le anulen un gol que está celebrando como una aparición mariana y en la siguiente jugada le hagan el segundo que prácticamente sentencia el partido.
La ecuación era muy sencilla de resolver. El Valladolid vino fiándolo todo a mantener su puerta a cero, con un buen portero, cinco defensas en línea y un marcaje al hombre sobre Sancet que solo funcionó en la pizarra. Marcar un gol pronto era capital para facilitar el trabajo del Athletic. Jauregizar abrió la lata a los diez minutos. Estaba claro que un segundo gol acabaría con cualquier atisbo de rebelión del visitante y podría abrir la puerta a la goleada. Lo marcó Nico rebasada la media hora. A partir de ahí, se sucedió un bombardeo inmisericorde sobre un rival aturdido.
El partido no tuvo más historia que la de ese minuto. El resto fue un monólogo rojiblanco salpicado de jugadas ovacionadas, remates a granel y goles de todos los colores, que dejaron el partido más que sentenciado antes del descanso y al personal con hambre de goleada histórica.
De permitirlo el Reglamento, el Valladolid hubiera firmado muy a gusto entonces el acta del partido. Pero como la posibilidad no se contempla, tuvo que seguir sufriendo otros cuarenta y cinco minutos y, hablando del perro flaco, con uno menos porque Juric tardó diez minutos en ver dos amarillas. Para entonces, Sylla había vuelto a marcar, esta vez un gol legal, solo para recordar a los rojiblancos que el partido se seguía jugando y había que aplicarse con más seriedad de la que mostraron al regreso del vestuario.
Dicho y hecho, los de Valverde tomaron nota y acabaron de un plumazo con el correcalles que le proponía un rival al que ya le daba igual arre que so. Nico se volvió a destapar con otra genialidad, esta vez un remate seco al ángulo contrario después de un quiebro, y Guruzeta se apuntó a la fiesta para demostrar que no se le ha olvidado lo de fusilar porterías contrarias.
El Athletic se estaba dando un homenaje en el campo y Valverde se sumó como maestro de ceremonias ordenando a salida de escena de los primeros actores, que fueron muchos, para que se llevaran las ovaciones personalizadas de un público festivo, deseoso de agradecer el espectáculo. Así fueron desfilando el inmenso Jauregizar, que goleó, distribuyó y remató como si no hubiera un mañana, Maroan en su estreno goleador. Después se fueron Nico Williams, brillante en sus dos goles, y un Sancet que dio un recital de giros y cambios de orientación que rozan el virtuosismo. Finalmente, enfiló la banda De Marcos para recibir el primer homenaje de los muchos que le esperan hasta el final de la temporada.
Hacía mucho tiempo que el partido se había convertido en uno de esos festivales que solo se disfrutan de ciento en viento por aquello de que en el fútbol de hoy en día todo se ha igualado tanto que no hay margen para diversión. Todo se ha igualado, sí, pero en el fútbol siempre hay que dejar un margen a la sorpresa y cuando un equipo está tan enrachado como este Athletic, cualquier cosa es posible, incluso que en la pantalla se refleje a todo color una de esas goleadas que vemos en los libros de historia en un marcador de madera blanco y negro.
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