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Nada por aquí, nada por allá y, de pronto, ¡plop!, aparece un punto en el casillero. ¿Magia? No. El desenlace lógico de un derbi espeso ... y trabado entre dos equipos concentrados más en anular al rival que en crear algo de juego. Al final el conejo salió de la chistera de un Athletic que llegaba al partido en una situación compleja, con bajas importantes, la moral tocada por el descalabro europeo y el dilema de tener que dividir su apuesta entre un derbi en el que siempre se juegan algo más que los puntos y el intento de buscar el milagro en Manchester, más por lo que obliga el orgullo herido que porque haya alguna posibilidad tangible de que se produzca.
Valverde tuvo que jugar sus cartas forzado por la situación y le salió una combinación que cumplió muy bien con la mitad del trabajo encomendado. Los leones fueron un dechado de eficacia defensiva, salvo alguno de esos errores tan incomprensibles como evitables, que ponen los pelos de punta al aficionado más sensible.
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El Athletic tuvo la suerte de tener enfrente a una Real que tampoco está para dispendios. Los de Imanol se pasan y repasan la pelota estupendamente… en campo propio. El equipo donostiarra también está atravesando su particular trance después de una temporada que empezó aspirando a todo, con subrayado especial en la final europea en San Mamés como proclamó hace meses su todavía director técnico, pero que ha transcurrido gris y decepcionante sobre todo para sus seguidores más eufóricos.
Con semejantes antecedentes cabía esperar uno de esos derbis tácticos al nivel de una partida de ajedrez, que deben de ser fantásticos para verlos en una escuela de entrenadores, pero que al aficionado medio le impulsan a pedir que le devuelvan el importe de la entrada. Imanol y Valverde se conocen tanto que podrían jugar a ciegas en una pizarra. Lo normal en estos casos es que las dos fuerzas que chocan acaben anulándose, como ocurrió anoche en Anoeta.
Era lógico que el Athletic estuviera cómodo en la destrucción porque los de enfrente construían más bien poco. El japonés Kubo era el más motivado y el que ponía algo de picante en sus acciones ante un Lekue que acabó tomándole la medida en cuanto el Athletic ajustó líneas y le llegaron las ayudas.
Sin Sancet ni Nico Williams el Athletic ataca con una espada desmochada. Berenguer volvió a ser el rojiblanco con las ideas más claras y el único con sentido de la verticalidad, pero no tuvo compañía. Se veía a Iñaki Williams muy solvente en la otra banda, aunque acabó colaborando más en tareas defensivas que en la creación.
Guruzeta no es ni la sombra del delantero eficaz en el juego y goleador del año pasado. Recuerda mucho más al que estuvo en el Sabadell y eso es una condena para el Athletic porque se echa mucho de menos su acierto perdido. En sus botas tuvo la ocasión más clara del partido, pero remató con el juanete el buen centro que le había puesto Williams en una de sus escasas progresiones por la banda.
Cabía esperar que pasara algo más en la segunda parte, sobre todo porque en todo el primer tiempo no había ocurrido nada digno de mención, con los dos equipos enredados en un atasco de cuarenta metros en el centro del campo. Pero el fútbol tampoco llegó en la continuación ni con los cambios masivos de los dos equipos, que siempre puede producir algún desequilibrio.
Los que pensaban pasarlo bien en Donostia cumplirían su objetivo en la Parte Vieja. Los que fueron a animar a su equipo respectivo en el campo se desgañitaron a lo largo de noventa minutos. Pero si hubo alguien que se acercó a Anoeta con la intención de ver algo de fútbol, tal y como entiende este espectáculo el aficionado raso, se marcharía con la sensación de que le habían pintado la cara. Eso sí, los dos entrenadores estarán muy satisfechos por la diligencia con la que se emplearon todos sus pupilos para cumplir órdenes y reproducir en el césped lo dibujado en la pizarra.
Porque el fútbol también es lo que vimos, o soportamos en Anoeta, y más a estas alturas cuando cada punto es un tesoro que vale su peso en oro. Ese punto le supo a gloria a un Athletic que saltó al césped con las peores noticias en otros campos. El cómodo colchón que disfrutaba hace apenas un mes ha desaparecido como por ensalmo. Habrá que seguir peleando cada uno de los cuatro partidos que quedan con la misma disciplina y concentración que anoche, pero con bastante más inspiración.
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