Una mala tarde, sin más
Rubén Baraja está demostrando que es un buen entrenador, que sabe adaptarse a las circunstancias y exprimir al máximo los efectivos de los que dispone. ... Ha llegado al Valencia en vacas flacas y ha hecho de la necesidad virtud, mirando hacia abajo, a lo que tiene en la cantera, y montando un equipo con futuro que saldrá adelante si la impaciente grada de Mestalla, que recibió a su equipo reprochándole la eliminación copera, tiene en esta ocasión un poquito de paciencia porque sus jugadores deben hacerse todavía, y es lógico que de vez en cuando peguen el petardazo. No están acostumbrados a conformarse con lo que hay, y tendrán que hacerlo, salvo que algún alma caritativa, que las hay, pero no con tanto dinero como el que se necesita, le compre sus acciones a Peter Lim.
El Athletic ya venía avisado de lo que podía hacer el Valencia tan solo con recordar el partido de ida en San Mamés; de que los hombres de Baraja pueden igualar, y a veces superar, la intensidad que pone el Athletic en cada disputa. Es lo que hicieron en Mestalla, y pasó justo el día en el que los futbolistas diferenciales de Valverde, léase Nico Williams o Sancet, no tuvieron su mejor tarde. Como suele suceder en estos casos, la línea atacante echó mucho de menos a Iñaki Williams, que en la Copa de África sigue sin adaptarse al juego de su selección –o al revés–, como le ocurrió en el Mundial, y que, en su hábitat natural, es decir, vestido de rojo y blanco, estaría mucho más en su salsa.
Pero no sirve de nada el lamento. Son los que están quienes deben dar el paso adelante, y en Mestalla no lo dieron. A Nico se le vio demasiado incómodo todo el partido con el marcaje de Foulquier, uno de los pocos veteranos del Valencia, y ofuscado cuando tenía vía libre y veía la portería de cara. No tomó las mejores decisiones cuando debía resolver, ni tampoco cuando le tocaba combinar. Cuando anunciaron en el canal de televisión que transmitía el partido que había sido el jugador mejor valorado por los espectadores la votación me recordó a las del jurado popular de Eurovisión, en el que la gente vota por cosas distintas a la calidad del artista o a su interpretación. Pensé que me había perdido algo durante ese tiempo, pero con el transcurrir de los minutos me di cuenta de que aunque todos los coches venían de frente en la autopista, por una vez eran ellos los que iban en dirección prohibida. Si Nico era el mejor, digamos que Foulquier jugaba en una categoría superior. No tuvo su mejor tarde el menor de la saga, y ni siquiera se le puede reprochar su falta de acierto después de tantos partidos gloriosos. Esta vez su marcador, un futbolista veterano, con muchas muescas en su culata, supo cómo pararle, que no es fácil. De hecho, es tremendamente complicado.
Tampoco Oihan Sancet, impreciso en bastantes controles, y tan bien vigilado que aunque pudiera darse la vuelta como acostumbra, siempre se encontraba, al girar, con una pared que antes no estaba allí. Baraja ordenó bien las ayudas y desactivó el juego de creación del Athletic, que tuvo su canto del cisne en la oportunidad de la que gozó nada más comenzar la segunda parte. Aquel balón se fue cerca del poste y se acabó lo que se daba.
No siempre les sale cara a Sancet y a Nico. Lo importante es que no salga cruz muchas veces más. Es cierto que Mestalla no es un campo cómodo para jugar, que, como la del Athletic, la historia del Valencia también empuja a sus futbolistas en su propio campo, y que el equipo de Baraja jugó las mismas armas que el de Valverde para intentar contrarrestar la que parecía, imparable racha rojiblanca. Le salió bien, muy bien, y tal vez no haya que darle más vueltas al asunto, aunque seguro que Ernesto Valverde sí que se las da y busca las soluciones para remediarlo. No pasa nada, es un tropiezo. Ahora lo que importa es el miércoles.
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