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19 goles en 26 encuentros disputados era el excelente rendimiento defensivo del Athletic en todas las competiciones hasta que viajó a Arabia Saudí para disputar la Supercopa. Una solidez que era fundamental para que la maquinaria rojiblanca funcionara a todo ritmo, perfectamente engrasada tanto en ... la Liga como en Europa League. Pero 2025 se ha llevado la excelencia y ha traído las dudas y los errores a la defensa rojiblanca, con cinco goles encajados en dos partidos en los que cuatro de ellos han llegado en situaciones en las que el rendimiento del Athletic en esa faceta ha dejado mucho que desear. Sucedió en la semifinal frente al Barcelona, pero fue mucho más sangrante anoche ante Osasuna, en un partido en el que el segundo y el tercer tanto llegaron en sendos regalos con Paredes y Agirrezabala como tristes protagonistas. Dos golpes que obligaron al Athletic a remar a contracorriente y a hacer un esfuerzo descomunal que no le llegó para al menos alcanzar la prórroga.
Después de la euforia con la que se despidió 2024 -con el equipo lanzado en Europa y en la Liga, subido al vagón de la Champions y con 14 encuentros sin perder-, el equipo no se reencuentra en este mes de enero. Por primera vez en este curso, el Athletic no pasa por encima de sus rivales, tampoco encuentra el camino de la victoria y comete fallos en las dos áreas. El empate ante la UD Logroñés y las derrotas ante Barça y Osasuna suponen que por vez primera el equipo rojiblanco acumule tres partidos sin ganar. Algo normal en cualquier trayectoria de una temporada, pero que resalta lo excepcional de lo que estaba logrando el equipo de Ernesto Valverde hasta ahora.
De los tres encuentros, el de anoche es el que deja la peor sensación. El Athletic sí fue el equipo reconocible de esta temporada, sobre todo en la segunda parte, pero todo su esfuerzo, ese abordaje para remontar a Osasuna se fue por la borda por su propia impericia. Lo más preocupante, esa flojera defensiva que permitió al equipo navarro anotar tres goles en San Mamés y llevarse el partido cuando se veía absolutamente superado por un equipo lanzado y superior en todo menos en acierto.
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Anoche, si el primer gol de Oroz se puede entender como una buena acción de ataque de los rojillos, el segundo es un tratado de lo que no se debe hacer nada más haber encajado un gol y en las inmediaciones del descanso. Pero la desconexión rojiblanca tras el 0-1 provocó que Paredes enviara un balón atrás sin ver que por allí andaba un peligro como Budimir que le robó la cartera a un Agirrezabala que pecó de inocente. En vez de aguantar al delantero rojillo, que estaba de espaldas a la portería, midió mal los tiempos y cometió lo que buscaba Budimir, que era el penalti para colocar el 0-2.
Pero si algo tiene este Athletic es espíritu competitivo y fe en sus posibilidades. Desbocado en el final de la primera parte y en la segunda, fue capaz de igualar el partido y ponerlo a su favor, con oportunidades de todos los colores que se fueron al limbo. Si Jauregizar, Yeray o Guruzeta hubieran estado más acertados, hoy en Bizkaia se estaría hablando de otra cosa y no de la eliminación del Athletic. Sin embargo, los rojiblancos fueron incapaces de hacer el tercero ante Herrera y Aitor Fernández, su sustituto tras caer lesionado el titular, y lo pagaron muy caro tras un nuevo y contundente error de Julen Agirrezabala. Valverde apostó una vez más por él como portero de la Copa y el guardameta de Rentería vivió su noche más negra en San Mamés, después de que se le escapara el remate de Rubén García y su rechace lo aprovechara Budimir para anotar el 2-3.
De ahí al final siguió el abordaje de un Athletic al que tantos infortunios terminaron por dejar sin aliento. Y se vio en los ocho minutos de descuento, donde el equipo de Valverde, agotado, fue incapaz de hacer daño a Osasuna. Toca reaccionar, levantar la cabeza y sobre todo, tratar de recuperar esa solidez, ese equilibrio que llevó a este equipo a ser una máquina imparable en el tramo final de 2024.
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