Una derrota de las que bajan la moral
El Athletic, muy plano en su juego e inoperante en ataque, pierde contra todo pronóstico ante un Alavés que supo picar mucha piedra y se encontró con un gol de churro
La semana venía siendo redonda con la moderada sanción a Yeray y, sobre todo, con la fantástica sorpresa de que la FIFA rectificara y permitiera ... la inscripción de Laporte, de manera que era lógico que la hinchada rojiblanca confiara casi a ciegas en que su equipo, después de tres victorias consecutivas, pusiera la guinda con una cuarta ante el Alavés. Al fin y al cabo, los babazorros acostumbran a caer en San Mamés casi por la ley de la gravedad. De hecho, la última de sus dos únicas victorias en toda la historia llegó hace veinte años. Pues bien, este sábado ha sumado la tercera y no es que la mereciera –ganó con un churrete y el Athletic dominó y tuvo más ocasiones–, pero desde luego se la trabajó a conciencia durante los noventa minutos para aprovecharse de un Athletic bloqueado y con menos luces que un barco pirata, como dice un buen amigo.
Athletic
Simón, Areso, Vivián, Paredes, Yuri, Ruiz de Galarreta (Vesga, m.59), Jauregizar, Iñaki Williams (Izeta, m.80), Sancet (Robert Navarro, m.68), Berenguer (Serrano, m.80) y Guruzeta (Maroan, m.59).
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Alavés
Sivera, Otto, Tenaglia, Garcés, Diarra (Parada, m.89), Blanco, Ibáñez, Carlos Vicente (Toni Martínez, m.46), Aleña (Pacheco, m.75), Guridi (Denis Suárez, m.46) y Mariano (Lucas Boyé, m.46).
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Goles: 0-1, m.57: Berenguer (pp).
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Árbitro: Árbitro: Sánchez Martínez. Amonestó a los rojiblancos Ruiz de Galarreta (m.19), Paredes (m.53) e Izeta (m.94), y a los babazorros Mariano (m.30), Tenaglia (m.49) e Ibáñez (m.92).
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Incidencias: 49.136 espectadores en San Mamés.
Ante casi 50.000 espectadores, los rojiblancos ofrecieron un tostón mientras los vitorianos dieron un auténtico máster de picar piedra. Coudet ha acabado por construir un equipo pegajoso, bien engrasado y con el manual de instrucciones muy bien aprendido. Y al Athletic, sencillamente, le faltó fútbol para hincarle el diente. También suerte, es verdad, pero las carencias de juego, que vienen arrastrándose toda la temporada por mucho que los leones las hayan suplido con su carácter competitivo y sus individualidades, son evidentes. Ayer por momentos resultaron flagrantes, sobre todo en lo que respecta a las operaciones del centro del campo en adelante. Y esto no ocurrió porque Valverde se dejara algo en el banquillo pensando en el partido del martes contra el Arsenal –el de ayer podía considerarse un once de gala, con Berenguer en el lugar del lesionado Nico Williams y Guruzeta en el de Maroan por primera vez en la temporada– sino por la inoperancia de demasiados futbolistas.
Sin bandas
Todo el partido fue un desmoralizante ejercicio de impotencia que se empezó a intuir desde los primeros compases. Cuando al Athletic le falta profundidad en las bandas su juego decae de una forma alarmante. Es como si se desnaturalizara, como si perdiera su verdadera esencia, la que le hace temible y peligroso para todos los rivales. Pues bien, durante la primera mitad las bandas sólo existieron para los rojiblancos en un par de centros con algo de picante de Berenguer. Nada más. El resto fue un erial. Ya se hizo extraño que Iñaki Williams comenzase jugando por la izquierda durante el primer cuarto de hora y en los cinco últimos minutos anteriores al descanso, intercambiando posiciones con Berenguer, que empezó por la derecha. Alguna explicación profunda tendría esta decisión técnica, pero no la entendió ni el Tato. Y menos teniendo en cuenta que el mayor de los Williams no ha podido empezar peor la temporada. El hombre no da una, por mucho que lo intenta.
Tampoco la actividad de los laterales ayudó a que el Athletic hiciera daño por los costados. Berchiche, cuya titularidad estuvo en duda –Adama Boiro participó en el calentamiento de los titulares– se limitó a un par de arrancadas raciales, y Areso aportó muy poco en ataque. El de ayer sólo era su cuarto partido, de manera que tampoco se le puede exigir que lo borde, pero la realidad es que en San Mamés, sobre todo en partidos atascados y espesos como los tres que se han jugado en lo que va de Liga, ya comienza a florecer algo parecido a la nostalgia cuando se piensa en Óscar de Marcos y en sus cabalgadas filibusteras por la banda. El caso es que el Athletic llegó al descanso sin crear una ocasión digna de tal nombre. Sivera, de hecho, vivió cómodo, sin apenas intervenir y perdiendo tiempo a mansalva sin que José María Sánchez (el antiguo Sánchez Martínez) se diera por aludido.
Mala suerte
Se esperaba una reacción de los rojiblancos en la reanudación, pero lo cierto es que ésta no llegó. Mientras el Glorioso mejoraba con la entrada de Denis Suárez, Boyé y Toni Martínez, que dio un serio aviso a Unai Simón en el minuto 51, el equipo de Valverde siguió igual de plano y con las mismas bajas prestaciones de un buen número de jugadores importantes, entre ellos Oihan Sancet. Sus compañeros le necesitaban como el comer en un derbi tan oscuro y no apareció. Cómo sería la cosa que fue sustituido por Robert Navarro poco después de que el Athletic encajara en el minuto 57 el 0-1. Fue en un churro de Denis Suárez, cuyo centro se envenenó de tal manera al tocar en Berenguer que sobrepasó a Unai Simón por alto prácticamente sin ángulo.
En desventaja, el Athletic se agitó en busca del empate. Fue una cuestión de coraje, casi de rabia, más que de fútbol. Aún así, creó ocasiones como para evitar una derrota tan dolorosa como inesperada y desmoralizante. Berenguer tuvo una muy buena que se creó él mismo, pero Sivera se la paró, e Iñaki Williams dispuso de dos, en sendos cabezazos. El que falló en el minuto 62 fue terrible: una demostración de que ni él tenía su día –todavía no lo ha tenido esta temporada– ni sus compañeros tampoco. Los cambios, de hecho, no aportaron nada diferente. Maroan volvió a dar señales preocupantes sobre su idoneidad para jugar en Primera al salir en lugar de un inoperante Guruzeta, Vesga se limitó a refrescar la zona de un Galarreta también flojo, y Serrano y el debutante Izeta se limitaron a poner ganas. Tampoco se les podía pedir mucho más en un derbi en el que al Athletic se le fundieron los plomos y dejó una imagen preocupante pensando en el ogro que visita el martes San Mamés.
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