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El Athletic cerró el sábado en Vallecas una temporada inolvidable. Los rojiblancos han sido una de las sorpresas más agradables del campeonato, sobre todo para sus aficionados, como es natural. El equipo de Valverde ha elevado el listón de su nivel de una forma muy ... llamativa. ¿Cómo la ha conseguido? Estas serían las cinco claves principales.
Es imposible que un equipo progrese como lo ha hecho el Athletic sin demostrar una personalidad fuerte, basada en un gran convencimiento en sus posibilidades y, por supuesto, en la propuesta de su entrenador. Los rojiblancos terminaron muy mal la pasada campaña. Europa estaba muy barata, pero la dejaron escapar tras un final de Liga deprimente en el que sólo sumaron cinco puntos en las ocho últimas jornadas. Aquello dejó mal cuerpo tanto en la plantilla como en la afición, y la derrota contra el Real Madrid en el estreno liguero, tras un partido muy flojo, acentuó esa sensación de pesimismo.
Valverde fue crítico aquel 12 de agosto y reconoció que en la primera parte sus pupilos habían jugado «con la cabeza agachada». El momento era complicado. El siguiente partido, en El Sadar contra Osasuna, verdugo del curso anterior, se presentaba como una prueba de fuego. Había pesimismo en el ambiente. Y, sin embargo, ahí comenzó el cambio. El Athletic demostró carácter. Salió a por el triunfo rebosando convicción y encarriló el duelo con dos goles en los primeros veinte minutos. Se puede decir que en ese partido y en el siguiente, con una gran remontada ante el Betis que encendió en San Mamés unos rescoldos que parecían apagados, nació el Athletic que ha quedado quinto y ha ganado la Copa.
El mal partido en el estreno liguero provocó una decisión de mucho calado por parte de Ernesto Valverde: el traslado de Iñaki Williams a la banda derecha y la titularidad de Guruzeta como delantero centro. Era una decisión que muchos aficionados reclamaban, pero que al técnico rojiblanco no le terminaba de convencer, aunque ya había probado con ella en varios partidos de la campaña anterior. Ese cambio tenía un gran damnificado: Iker Muniain. El capitán, al que Valverde retiró en el descanso en el partido contra el Madrid, pasaba a ser suplente. Y lo ha seguido siendo toda la temporada. Su papel, de hecho, ha sido tan residual que ha acabado siendo el decimonoveno jugador de la plantilla en minutos.
¿Qué ha ocurrido para que un solo cambio tenga un efecto tan importante? Pues algo tan sencillo como que jugar con los hermanos Williams en las bandas y un delantero centro puro -los tres, por cierto, a un gran nivel- ha revolucionado el juego de ataque de los rojiblancos, cuya cifra de goles (61, que son 17 más que en la pasada Liga) es la mejor desde la campaña 2013-14 (66).
Desde la marcha de Aduriz y la 'centralización' de Iñaki Williams, el juego ofensivo del Athletic ha estado lastrado por una debilidad evidente: la de tener profundidad sólo por una banda, la derecha. Los entrenadores acababan poniendo a Muniain por la izquierda y el capitán, que nunca ha sido un extremo, siempre acababa jugando por dentro. El resultado es que ese costado dejaba de ser una fuente de peligro, carencia grave para cualquier equipo pero letal para uno sin un delantero centro goleador. Para entender la importancia de haber tenido por fin una banda izquierda potente basta con valorar lo que han aportado esta temporada al Athletic los 5 goles y, sobre todo, las 16 asistencias que ha dado Nico Williams.
Decíamos líneas arriba que la remontada ante el Betis en la tercera jornada encendió los rescoldos que parecían apagados de San Mamés, donde el equipo venía de sufrir uno de los peores registros de su historia como local: 8 victorias, 3 empates y 8 derrotas. El caso es que los pupilos de Valverde comenzaron a crecer en su campo a base de partidos a tumba abierta, a veces un poco enloquecidos, llenos de goles. Fue algo memorable, una sucesión de espectáculos vertiginosos que una afición volcada hizo posible y que, desde entonces, ha deparado un saldo extraordinario: 14 victorias y 6 empates. La Catedral ha vuelto a ser un fortín. El Athletic ha sido el tercer equipo de las cinco grandes ligas europeas que más ha crecido como local. Un dato. Tras su victoria en Vallecas los rojiblancos han acabado la Liga con 68 puntos. Serían 17 más que en 2023. Pues bien, 15 de esos puntos son los que ha conseguido de más en San Mamés respecto al curso pasado (42 frente a 27).
Una de las claves de la temporada ha sido, sin duda, el gran nivel que han dado muchos jugadores. Varios de ellos, de hecho, no sólo han dado su mejor versión sino una versión que no parecía a su alcance. Los dos casos principales serían Paredes y Guruzeta, pero también se podría hablar de otros como Beñat Prados, aunque a partir de la final de Copa su rendimiento ha bajado considerablemente, algo que se puede decir también de Unai Gómez. Ambos deberían tomar nota de lo ocurrido; es decir, de que sin un estado físico perfecto y una concentración máxima pueden caer en la vulgaridad. Deberían tomar nota, por ejemplo, de jugadores ya consolidados que han rendido de forma notable o sobresaliente: el flamante Zamora Unai Simón, De Marcos, Vivian, Ruiz de Galarreta -pieza clave en los mejores momentos de juego del equipo- y los hermanos Williams. El paso adelante de Nico, que la temporada pasada estuvo desaparecido los dos últimos meses, ha sido muy llamativo. Sencillamente, se ha convertido en una estrella.
En muchos sentidos, lo que ha ocurrido este curso ha recordado a lo que sucedió en la primera campaña de Marcelo Bielsa y a la de Valverde en 2013-14, que acabó con el equipo en Champions. El fenómeno es muy similar. Fueron temporadas en las que, a partir de un curioso proceso de contagio, el crecimiento individual de muchos jugadores acabó creando un efecto colectivo fascinante y poderoso, el del tren en marcha. Podía subirse cualquiera y el equipo no perdía velocidad.
Hay un lugar común muy extendido en el fútbol desde el que se sostiene que, al final de un campeonato, tanto la fortuna como las decisiones arbitrales que te benefician o perjudican se acaban equilibrando y compensando. No es del todo verdad. Quizá en el caso de los árbitros pueda ser cierto, pero en lo que se refiere a la pura suerte, pues no. Hay temporadas afortunadas y otras desgraciadas. En la 2022-23, sin ir más lejos, el Athletic tuvo mala fortuna en un buen número de partidos. Todo lo que le podía salir mal, le salía mal. Los hados no tenían clemencia. Su gran castigo se produjo en la vuelta de la semifinal de Copa ante Osasuna con aquellos dos fallos clamorosos de Nico Williams delante de Sergio Herrera y el gol de Ibáñez en el minuto 116 en la única ocasión que tuvo su equipo.
Esta temporada, en cambio, casi todo lo que ha podido salir bien ha salido bien. Todos recordamos aquella remontada tan importante ante el Celta con el penalti fallado por Aspas y luego aquel penalti de verdadera mala suerte de Mingueza en el minuto 96. Ahora bien, puestos a elegir un regalo de los hados, éste sería el fallo increíble de Yamal en el minuto 85, con 2-2 en el marcador, en el partido de Copa.
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