Bizkaia amanece en una nube: «Hoy todo es amor»
Los aficionados se han levantado maravillados y, a la vez, con dificultades para asimilar la situación: «Sé que ha ocurrido, siento esta emoción terrible, pero no me acabo de creer que voy a ver la gabarra»
Con tanta mezcla de sueños y realidad, este domingo los bilbaínos no tenían muy claro si se habían despertado ya, si no habían dormido todavía ... o si, de pronto, todo a su alrededor iba a hacer 'puf' y la victoria en la Copa se iba a esfumar como una dulce y engañosa fantasía. Pero todo era verdad de la buena, claro, y la gente por la calle no dejaba de hablar sobre ello, como para reafirmarse en que sí, sí, esta vez había sucedido. También es verdad que, aparte de amanecer en una nube, Bizkaia entera ha amanecido un poquillo tarde, porque las tensiones –y, en fin, también los excesos– de la víspera exigían un plus de reposo. «¡Menos mal que no hacen hoy lo de la gabarra!», ironizaba un hombre en el Casco Viejo, al contemplar cuánto tardaba la villa remolona en ponerse en marcha.
«Ha sido muy emocionante, no sé cuándo volveremos a vivir algo parecido», suspiraba Josune Becedas en su puesto de flores de El Arenal. Estuvo hasta las tres de la madrugada celebrando la Copa en Galdakao y le ha tocado levantarse a las 7. Como oferta, hoy regala una rosa roja o blanca por una compra superior a diez euros. «La gente está reventada, pero esperamos venderlo todo», exclama. En los bares de enfrente, se codean los primeros de la mañana con los últimos de la noche, como Beñat Betanzos, un discjockey que ha estado pinchando en la Fever. «Ha sido una noche apoteósica, mágica. Y es muy bonito ir por la calle estos días y ver a la gente, a los niños, con los colores: es vistoso y gustoso», decía, orgulloso de su camiseta rojiblanca... «Me he puesto una de cuando era pequeño, ¡es la talla 12!».



Lo de que los bilbaínos nacen donde quieren, esa frase hecha tan desactivada por el uso, recupera hoy la vigencia de los días especiales. Los athleticzales venidos de otros lugares apuran su estancia bilbaína, deseosos de impregnarse todavía más de la atmósfera tan especial de estas jornadas, como si el aire de la villa fuese un tesoro. Carlos Muñoa y Lourdes Salaverría se dan un paseo matinal antes de regresar a su hogar en Tolosa: «Allí hay muchos aficionados del Athletic. Nosotros tenemos la bandera puesta en casa, bien grande», detalla el matrimonio guipuzcoano, que se marcha para volver: «La gabarra del 84 no pudimos vivirla, porque teníamos niños muy pequeños. Ahora lo que tenemos son nietos, pero sí vamos a venir, claro. ¡Esto va a hacer afición, también en Tolosa!».
Con las ensaimadas
Los guipuzcoanos rojiblancos son criaturas que hay que preservar, sin duda, pero hoy les supera en rareza la cuadrilla que desayuna en la terraza del Opila de Sendeja, con dos cajas de ensaimadas apiladas sobre la mesa. Se trata de cuatro miembros de la Gregal, la peña del Athletic de Alcúdia, allá en Mallorca.
Habrían podido acudir a Sevilla, pero han preferido Bilbao. «Esto nos tira y venimos todos los años. Ha sido un espectáculo brutal, hemos disfrutado mucho», se extasían José Ángel López Medina, Patxi Herrera, Santiago Cantalapiedra y Jaume Serra, una combinación de vizcaínos que emigraron de críos y mallorquines a los que les ha dado por ahí. ¿Y ahora con qué actitud volverán a la isla? «¡Con la camiseta del Athletic, claro! ¡Como siempre! En mi calle solo había una bandera, la mía, la del Athletic. Otra cosa sería si hubiésemos perdido, que habría cachondeo y volveríamos con los pantalones abajo», se ríe José Ángel.
– ¿Y las ensaimadas?
– Las he traído para mi hermano, que vive en Santurtzi, y para un colega. Hoy nos toca comer bien, beber mejor, y mañana nos vamos.
En la feria de artesanía de El Arenal suena el 'We Are The Champions' de Queen. En los quioscos, la gente se aprovisiona de esos periódicos que se guardarán como recuerdo, porque no ocurre tan a menudo que los sueños aparezcan en portada. «Hoy es día de no creérselo, hoy todo es amor», resumen Fernando Escudero y Emma Díez, que son de Leioa pero han dormido en un hotel de Bilbao para sumergirse de lleno en la locura. «Yo lo estoy asimilando todavía. Sigo con el shock. A ver si con las rabas acabo de hacerme a la idea», comenta Unai Bedia, que tenía cuatro añitos cuando la última gabarra. «Lo víví, me dice mi madre que lo viví, pero no me acuerdo, así que esta va a ser como mi primera vez. Estos –señala a sus hijos– tienen 6 y 9 años, así que espero que les quede recuerdo».
Los reveses acaban creando costumbre, de modo que esa sensación de incredulidad ante el éxito se extiende incluso a quienes estuvieron presentes en La Cartuja. Ander Etxebarria y su tía Mari Carmen se cuentan entre los primeros testigos directos que han aparecido por Bilbao. «La experiencia ha sido increíble. Era como una Aste Nagusia en Sevilla, todo era Athletic. Lo pasamos mal: yo ni siquiera me comí el bocata porque me quedé catatónico mirando el campo. Y ahora estoy como que no me lo creo todavía. Sé que ha ocurrido, siento esa emoción terrible, pero no me acabo de creer que voy a ver la gabarra», explica Ander, que tiene que irse a Madrid, donde estudia, pero volverá para el jueves. «Tengo 34 años y en la anterior gabarra no era ni siquiera un proyecto. Me traeré el traje de baño por si tengo que tirarme a la ría, ja, ja... Y a lo mejor vengo otra vez para ver el pasillo del Villarreal».
Otro recién llegado de Sevilla es Enrique Arrola, a quien la final le ha dejado «eufórico y afónico», además de expectante ante la perspectiva de la gabarra: «Hasta ahora era como los cuentos que te cuentan de pequeño. Pero ahora por fin sí». Es la tónica del día, ese juego generacional que determina tanto la idea de la celebración: «Yo me alegro por los jóvenes y por los críos», celebra Iñigo Artetxe, que se está tomando el aperitivo en el Bertoko Berria de la Plaza Nueva. Él guarda un recuerdo muy claro de la última gabarra, o por lo menos de sus primeros compases: «Aquel día me había sacado el carné de conducir y bajé con un compañero a celebrarlo con un café torero. Íbamos amarrados con una cuerda para no perdernos».
Peregrinos de la gabarra
Delante de San Mamés, los ambulantes se están hinchando a vender bufandas de 'Athletic, campeón de copa'. La gente saca fotos a la estatua de Iribar, aguardando para que coincida con el 'Txapeldunak' en la pantalla exterior del estadio. Y ante la gabarra, en el muelle del Itsasmuseum, van pasando peregrinos de aquí y de allá, que examinan la embarcación con el corazón emocionado pero también con una mirada evaluadora de ingenieros navales.
«Está preciosa. ¡A ver qué tal funciona en el agua!», sonríen Sandra Braceras y su madre, Isabel Ruiz, que siempre pasean por allí al perro Thor. «Yo anoche acabé llorando –confiesa Sandra–. He mamado el Athletic desde pequeña, ¡ha sido un buen adoctrinamiento!, pero tengo 26 años y hasta ahora todo esto solo me lo habían contado. ¡Verlo yo misma...! Hoy me he despertado y he tenido que convencerme de que era verdad«.
-Oiga, ¿y ahora con qué vamos a soñar?
-Pues con Europa. Esto ha hecho que muchos jóvenes tengamos la esperanza de que se pueden hacer cosas muy grandes.
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