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Juan Carlos Latxaga
Martes, 9 de abril 2024, 01:04
Cuarenta años después el Athletic celebra el triunfo de su particular fe. El ideal al que se aferra toda una sociedad como acabamos de volver a comprobar, ha salido reforzado con esta Copa. Si antes no había dudas al respecto, ahora volvemos a tener argumentos ... que nos confirman en la idea. Y son argumentos frescos, de ahora mismo; ya no tenemos que recurrir a la historia para buscar pruebas que certifiquen que no estamos equivocados. En La Cartuja nos cargamos de razones para seguir perseverando en lo nuestro, en lo que nos hace únicos en el mundo, como proclamaba la gigantesca pancarta del fondo donde se ubicaba la afición rojiblanca. Lo que vivimos la noche del sábado al domingo fue una 'madrugá' a la altura de la que celebran los sevillanos en Semana Santa, dicho sea con todos los respetos.
No podemos decir que el Athletic jugara un gran partido en La Cartuja. Pero las finales nunca son grandes partidos. Hay tanto en juego que es imposible que los protagonistas consigan dar lo mejor de sí mismos. Las finales no son para jugarlas sino para ganarlas. Y el Athletic consiguió, ¡por fin! el objetivo, aunque fuera con más sufrimiento del que hubiéramos deseado.
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Solo a ratos conseguimos reconocer al Athletic que estamos viendo esta temporada. Es verdad que el equipo arrancó con mucha más decisión, personalidad y valentía, y que a los diez minutos ya había rematado más veces que en todas las finales anteriores, pero también es cierto que los nervios y la responsabilidad se hacían visibles sobre todo en la defensa y en los balones parados del Mallorca.
Los minutos posteriores al gol de Sancet fueron los mejores de la noche y los que debieron servir para sentenciar la final a nada que los leones hubieran mantenido la precisión de la que están haciendo gala este año. Pero estaba escrito que tocaba sufrir antes de alcanzar el éxtasis.
Haciendo balance del partido el triunfo del Athletic no admite la mínima discusión aunque tuviera que esperar hasta la serie de penaltis. Fue el equipo que más hizo por ganar, quien más ocasiones dispuso y quien dominó más tiempo. Solo tuvo un momento de duda tras el gol del Mallorca, pero la reacción ya se había producido antes del descanso.
Al margen del juego, fueron la perseverancia, la fe en las propias fuerzas, la valentía para asumir riesgos y la autoestima las señas de identidad que sí supieron mantener los rojiblancos, y las que a la postre, les dieron el triunfo. Puede que el Athletic estuviera más impreciso de lo habitual, pero fue siempre un equipo bravo, convencido de que esta Copa no se le podía escapar.
Esa elevada autoestima y esa ambición son dos de las muchas virtudes que ha inculcado este año Valverde a la plantilla. El salto de calidad y de rendimiento desde la temporada pasada a la actual es tan irrebatible como sorprendente porque los protagonistas principales siguen siendo los mismos.
Aquí no hay un proyecto cada año ni una docena de fichajes que le cambien la cara a la plantilla. Una de las mayores grandezas del club –la palabra abarca a profesionales y aficionados– es la paciencia para persistir en una idea, la única herramienta válida para construir un equipo finalmente ganador.
En este sentido, es tan admirable el trabajo de Valverde como el apoyo de una masa social que sabe jugar su papel como nadie protagonizando movilizaciones como la de Sevilla, pero también, y esto es lo más importante, esperando paciente a que crezca y madure lo sembrado.
Solo con estas condiciones puede seguir sumando títulos un proyecto tan extemporáneo como el del Athletic y, precisamente por su carácter único y el conocimiento del trabajo que eso conlleva, la alegría del triunfo, cuando llega, inunda a toda la sociedad. Cuando celebramos un triunfo del Athletic, celebramos algo que va más allá del fútbol.
Aunque a lo largo del año se han repetido los análisis que tratan de explicar la metamorfosis que ha experimentado el equipo, no está de más volver a recordar el asunto desde la alineación que presentó el Athletic en la final.
Presente y futuro
Julen Agirrezabala, que ha jugado toda la Copa a un gran nivel, empezó a inclinar a favor la serie desde los once metros con su parada en el segundo lanzamiento. Unai Simón, el portero de la selección, lo vio desde el banquillo. La portería del Athletic resume el momento de la plantilla: hay presente y hay futuro.
La defensa volvió a ser cosa de dos veteranos en las bandas y dos centrales que no alcanzan los cien partidos en Primera División. Lekue, que ocupó el puesto del renqueante Yuri en el tramo final, fue otra vez un comodín decisivo para paliar con todas las garantías la escasez de efectivos en la línea.
Ha sido en el centro del campo y en la delantera donde la rectificación de Valverde respecto a la temporada anterior ha servido para que todo el equipo de por fin el paso adelante que tanto se echaba en falta el año pasado. La apuesta por Ruiz de Galarreta en su retorno, la mejoría en el rendimiento de Vesga que, por fin, ha dado la razón a los que confiaron en sus cualidades, y la irrupción de Prados han cambiado la sala de máquinas de una forma asombrosa.
También en la delantera ha habido cambios muy significativos a partir de una paradoja: el rendimiento de Iñaki Williams ante la portería contraria ha mejorado cuando Valverde le ha alejado del área. El cierre del debate sobre la posición idónea del mayor de los hermanos tiene mucho que ver con la explosión de un delantero centro que tampoco es precisamente el prototipo de ariete del Athletic. Guruzeta se ha convertido en un indiscutible del equipo campeón después de un peregrinaje que le ha llevado a Sabadell y Amorebieta.
Nico Williams también ha dado un gigantesco paso adelante este año. Ha pasado de ser un extremo zascandil que empezaba muchas cosas y terminaba pocas, a dinamitar defensas con un regate demoledor a los dos lados que ejecuta a una velocidad letal para sus marcadores.
Unai Gómez, Berenguer, Muniain y Raúl García también tuvieron protagonismo en el tramo final. Los tres últimos junto con Vesga, fueron los lanzadores y el de Bermeo hubiera sido el último si Berenguer no llega a pasar a la historia como el hombre del penalti definitivo. Hablamos de dos veteranos quién sabe si en el último año de sus carreras, un fichaje que vino para ser titular y este año ha mantenido un muy buen nivel asumiendo un papel secundario y un debutante que es la encarnación del prototipo de futbolista del Athletic que más gusta al aficionado.
Volvemos al principio. A la fe y a la convicción en una forma de trabajar y de sentir un equipo. El presente tiene su reflejo más brillante en la Copa. El futuro está garantizado por esa identidad única de un club en el que profesionales y seguidores caminan unidos, convencidos de que al final, tarde o temprano, siempre se llega al éxito aunque a veces haya que esperar cuarenta años.
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