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El Athletic inicia un nuevo ciclo histórico
La conquista de la Copa, que diluye por fin la ansiedad que existía en el club por conseguir un título después de 40 años y seis finales perdidas, marca un antes y un después en el club
Felices como nunca y derrengados tras un día inolvidable que incluyó no sólo emociones sísmicas sino también caminatas antológicas para moverse por la ciudad, llegar ... a la fan zone o ir y volver del estadio de La Cartuja, que está lejos de todas partes, las huestes rojiblancas fueron abandonando Sevilla en procesión. Algunos sólo querían descansar, dormir un poco con la sonrisa puesta. Otros ya pensaban en la fiesta de la gabarra el jueves y especulaban sobre si podrá compararse con las de 1983 y 1984. Desde luego, si la referencia es la capacidad de movilización de la hinchada, tras lo visto en Sevilla se puede dar por seguro de que sí, de que la diferencia estará en el orden y concierto de las embarcaciones, el respeto a las leyes marítimas y la oxigenación de las aguas de la ría, no en el respaldo que recibirá el equipo. Este nunca decrece.
Sea como fuere, lo que sí puede afirmarse con rotundidad es que, con este título de Copa y esta tercera gabarra, el Athletic arranca un nuevo ciclo histórico. Este es el gran significado que tiene la victoria: la inauguración de un tiempo nuevo. Poco antes de que comenzara la final, en la grada que ocupaba la afición del Athletic detrás de una de las porterías, se descorrió una enorme pancarta. Eso que ahora se llama un tifo. En su parte inferior, por debajo de las imágenes de homenaje a Iñigo Cabacas y Jesús Arrizabalaga, el Txapela, estaba escrito un mensaje muy pertinente: «Entzundako istoriak bizitzeko unea da». Es decir, «es el momento de vivir las historias escuchadas». De eso se trataba, claro que sí, de hacer realidad lo que, durante cuarenta largos años, han sido relatos que pasaban de padres a hijos.
El Athletic necesitaba este triunfo. Decir que no podía esperarlo más es exagerado. De haber caído en la tanda de penaltis, a estas horas ya habría muchos aficionados diciendo «otra vez será», inasequibles al desaliento, esparciendo entre la hinchada ese mensaje sanador, como recién salido del horno de un libro de autoayuda. Y el caso es que, con el tiempo, su mensaje hubiera prendido porque la tierra rojiblanca es la más feraz del mundo cuando se plantan ilusiones. Ahora bien, el golpe hubiera sido durísimo, mayor incluso que los que sufrió el Athletic en 1977 y marcaron, curtiéndola por las bravas, a toda una generación. Porque, al fin y al cabo, aquel Athletic había ganado una Copa cuatro años antes y otra en 1969. Es decir, no llevaba cuatro décadas sin un título, que es una eternidad, una cifra propia de travesías bíblicas por el desierto o dictaduras crueles.
A este nuevo ciclo histórico del Athletic sólo se le advierten ventajas. Para empezar, el equipo no va a tener que cargar más con la presión que soportaba, que ya era brutal tras seis finales perdidas. Esa mochila tan pesada ya no va a estar más sobre los hombros de unos jugadores, que también la sufrieron en La Cartuja y les afectó en su juego, menos fluido y preciso que otras veces. A partir de ahora, los rojiblancos tendrán una presión más lógica, a la altura de las circunstancias, relacionada con su presente y no con su pasado. Han cambiado el paso de la historia, han dejado de ser el equipo perdedor de finales, el que goleaba en las gradas y perdía en el campo, el Poulidor del fútbol que siempre quedaba segundo en sus grandes citas. Eso se ha acabado. Y lo cierto es que es maravilloso para la salud de todos que desaparezca toda esa ansiedad acumulada.
Los jugadores sufrieron en La Cartuja el peso de la historia y les afectó en su juego, menos fluido y preciso que otras veces
Optimismo con la plantilla
Por otro lado, la victoria invita a mirar con optimismo el futuro de la plantilla. Nada como ganar títulos para que las estrellas de un equipo quieran quedarse. Y al revés, nada como perder finales para que piensen en marcharse. Ya se vio tras la primera temporada de Bielsa. En su rueda de prensa posterior a la final, en la que fue elegido jugador del partido, Nico Williams dejó claro que su vinculación con el Athletic no se va a extinguir tan pronto como muchos piensan. Aseguró que se veía «jugando años» en el club rojiblanco. Y el hecho de ganar títulos, de jugar en Europa y de formar parte de un equipo pujante y con margen de mejora son, sin duda un atractivo añadido.
Esto último, el margen de mejora, es también un aspecto relevante. El equipo está en condiciones de crecer. De seguir creciendo, sería mejor decir, ya que llevamos toda la temporada alabando y disfrutando de la metamorfosis que ha sufrido el Athletic, cuyo trayecto en esta edición de la Copa se fue escribiendo de tal manera, de forma tan impecable y afortunada, que para ser verosímil como relato sólo admitía el desenlace de la victoria. Cualquier otro iba contra la lógica narrativa. El crecimiento de los rojiblancos, sin embargo, no debe crear un problema de perspectiva. No se trata de exigirles más la temporada que viene. ¿Qué más se puede pedir al Athletic que un título de Copa y estar peleando por la Champions a falta de ocho jornadas? Se trata, sencillamente, de que se mantenga en este nivel competitivo.
¿El futuro de la plantilla? Nada como ganar títulos para que las estrellas de un equipo quieran quedarse
Que la llamen Argo
Este es el gran reto que se le plantea a Valverde, coronado ya para siempre y cuya renovación está al caer. No sería extraño que se produzca antes incluso que la salida de la gabarra, esa embarcación que los jugadores del Athletic ya no tendrán que seguir llamando 'La Innombrable', como confesó Nico Williams. Ahora pueden llamarla como quieran, Argo, por ejemplo, que para eso el jueves serán argonautas que vuelven de La Cartuja con el vellocino de oro. Nadie mejor que Txingurri, desde luego, para seguir al timón de un grupo que conoce a la perfección y cuyo estilo de juego se ha convertido en una seña de identidad que le hace reconocible. El Athletic es un equipo con convicciones muy firmes que, después de seis años de búsqueda infructuosa, ha encontrado la regularidad que tanto necesitaba. Puede tener días mejores y peores, pero como ocurre en los grandes equipos esas oscilaciones tienen que ver con el mayor o menor acierto de los jugadores, no con la propia idea de juego.
Con el título de Copa número 25 ya en sus vitrinas, al Athletic le queda todavía otro reto por el que luchar en los ocho partidos que restan de temporada: la Champions. Habrá quien ahora rebaje la importancia de este objetivo. Los hay incluso que prefieren la Europa League antes que la Liga de Campeones ya que, además de ser un torneo en el que hay más posibilidades de prosperar, la final de 2025 se jugará en San Mamés. Sea como fuere, va a ser interesante observar cómo responde la tropa de Valverde en este tramo final, si es capaz de rendir al máximo o sufre una descompresión una vez ganada la Copa. Muchos temen esto último, pero quién sabe. El nuevo ciclo que comenzó en la madrugada del domingo tal vez nos depare un equipo todavía más ambicioso, más difícil de saciar, con más deseos de hacer aún más feliz a toda su gente.
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