La vida no es lo que uno ha vivido, es lo que uno recuerda y cómo lo recuerda», decía García Márquez, y a mí cuando ... llega agosto me invaden un sinfín de recuerdos y deseos, siempre relacionados con el mundo taurino, el mismo que cada año encuentra en Bilbao uno de sus momentos de máximo esplendor con la llegada de las Corridas Generales durante su Aste Nagusia, fechas en las que año tras año se aviva mi deseo de poder disfrutar de las corridas, pero también de los amigos, de la ciudad, de la vida.
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Quizá las corridas de toros sean para muchos espectadores y aficionados su único contacto con el mundo del toro, una afición que acaba en los tendidos de una plaza; afortunadamente para mí no es así. Mis recuerdos durante las Corridas Generales irán mucho más allá del hecho de ser un mero testigo de ese espectáculo único en el que están presentes, a la vez, el valor y el miedo, lo sublime y lo violento, la dicha y el drama, el triunfo y el fracaso... Definitivamente la vida y la muerte en un instante.
A mí las corridas de toros me hacen recordar también los inviernos, cuando de la mano de excelentes amigos ganaderos y toreros he tenido la oportunidad de recorrer las dehesas donde pasta la cabaña brava, donde los mayorales miman las becerras, los utreros, los novillos y los toros para que crezcan sanos y desarrollen su trapío, a la vez que esos mismos ganaderos y toreros se afanan en los tentaderos para seleccionar las vacas que mejoren la casta y la bravura del toro de lidia. Qué afortunado me siento por haber podido disfrutar de ese espectáculo tan alucinante y tan positivo; nunca he vivido en otro lugar y de una manera tan evidente y natural -tan alejado de modas actuales de seudo-ecologistas de mascota, cemento y gasolina- de un amor tan intenso a los animales y una protección tan eficaz a la Naturaleza.
Al llegar las Corridas Generales, mis recuerdos se van también a todos y cada uno de los muchos amigos que tengo en esta bendita Euskadi, un auténtico paraíso del que puedo disfrutar cada verano. Algunos, lamentablemente, nos han dejado; otros me acompañarán sentados en los tendidos del coso de Vista Alegre para disfrutar de ese magnífico espectáculo que es la corrida de toros del día, pero también para compartir nuestros recuerdos, para compartir nuestras tradiciones. A fin de cuentas, para compartir nuestras vidas. ¡¡ Que Dios reparta suerte!!
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