La miurada, un sonado fiasco
corrida de toros | López Chaves, Manuel Escribano y Fortes ·
Un codicioso primero, único toro aprobado de una corrida sin fuerzas, de pobre cuajo y negado empleo.López Chaves cumple la única faena de brillo. Muy valiente Fortesbarquerito
Domingo, 28 de agosto 2022, 22:58
El primer miura salió doliéndose de la divisa, barbeó las tablas y amagó con saltar al callejón. Pronto, pero la cara por las nubes, y sin descolgar, tomó capa cabeceando. López Chaves le pegó cuatro lances bien tirados y al dejarlo en suerte para el caballo lo parcheó a la antigua usanza: un palmotazo en el lomo y salida del torero por detrás. Corrido, tomó el toro un primer puyazo, se durmió encelado contra el peto, y tardó en despegarse. No se empleó en la segunda vara, pero sangró mucho. Con más fijeza y ganas que fuerza, se movió como suelen los miuras de nómina, empujando más con la cabeza que con los cuartos traseros, y sin humillar. López Chaves sentiría noble al toro y se confió, supo estar, andar, ponerse y colocarse, se lo pasó calmoso por la mano derecha en tres tandas, la tercera citando de largo y abriéndolo y dándole aire, y se ayudó para torear con la izquierda. Estaba resuelta y celebrada la faena con esa docena y pico de muletazos, pero Chaves decidió seguir. La cosa perdió tensión. Antes de cuadrar, se adornó con tres muletazos a pies juntos de muy buen dibujo y fino encaje. Un pinchazo, media y entera sin puntilla.
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Ese miura iba a ser el único que pudo salvarse de la quema. La graciosa, firme y sencilla faena de López Chaves terminaría contando como la única seguida con interés. La corrida de Miura entró en barrena antes de lo previsto. Escribano se plantó de rodillas en el tercio frente a toriles para recibir al segundo con una de las suertes fijas de su repertorio: la larga afarolada de rodillas, que libró sin apuros. El toro, de pobre presencia, salió a cañón, pero claudicó en cuanto Escribano le sacó los brazos en lances obligados. Tullido, cobró dos puyazos lesivos y en el remate de un quite de Fortes por chicuelinas, dos, y larga, se fue al suelo desparramado. Lo devolvieron.
Entró en liza un hermoso sobrero de La Palmosilla, muy bien hecho, aunque algo barrigón y de excelente aire en el capote: ocho lances y media de Escribano, que remató en la boca de riesgo. Dos puyazos de mucho castigo. A las siete menos cuarto doblaron por última vez en la semana las campanas del convento de los franciscanos de Iralabarri. Anuncio de fin de fiesta desde la torre. El toro duró demasiado poco: dos, tres tandas. No ayudó la pasividad de Escribano. El castigo en varas se tradujo en medias embestidas mortecinas.
9ª de las Corridas Generales
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- Bochorno, sol en dos toros, cubierto y anubarrado luego. 3.500 almas. Dos horas y media de función. Cinco toros de Miura y un sobrero -2º bis- de La Palmosilla.
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- López Chaves: ovación y palmas.
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- Manuel Escribano: silencio en los dos
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- Fortes: palmas tras un aviso y silencio
Y, luego, un desfile desolador de toros de mucha alzada y pobre cuajo, que agotaron a los clientes. El tercero, colorado, se descaró de salida, se apoyó en las manos, se frenó y buscó por debajo, pegó escandalosos bramidos al unísono con los truenos de una tormenta cercana que iba a descargar una hora después. Fue el toro más agresivo y artero de todos. Fortes estuvo entero, seguro y firme, arriesgó lo indecible, tragó miradas heladoras y no se le fueron los pies ni una vez. Un derroche de sereno valor sin aparato, pero sin recompensa.
Después, se fue la corrida por el desagüe: ni la menor noticia de los miuras camorristas, de bronca gresca o manifiesto sentido. Tampoco de los templados. Ni siquiera el poder de asustar a la gente porque, cuando apareció el peligro latente, fue sordo. A todo eso se sumó como agravante una clamorosa falta de fuerzas.
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El cuarto, recibido por Chaves con dos largas de rodillas en tablas, se distrajo y topó. Habría convenido sin más una faena de aliño, de las condenadas al desván del olvido. El quinto, el de más cuajo, único cinqueño, quiso saltar, empujó en el caballo -dos excelentes puyazos de Curro Sanlúcar-, esperó en banderillas y se aplomó a las primeras de cambio. Escribano acabó con medios muletazos de pitón a pitón. Salió perseguido tras un primer pinchazo. Fue el único momento miura-miura de toda la corrida.
Los cielos se habían cerrado tanto que parecía de noche a las ocho y poco. Se levantó un viento revuelto, se puso a llover despacio y Fortes, descubierto, se las tuvo que ver con un sexto cárdeno de aire celoso e incierto. Fue inútil cualquier empeño.
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