Aste Nagusia 2022

Garcigrandes de supina bondad

corrida de Toros | El Juli, Talavante y Tomás Rufo ·

Premio muy generoso de dos orejas para Talavante con un toro de carril, conformista El Juli y todo un chasco el debut en Bilbao de Tomás Rufo

Miércoles, 24 de agosto 2022

Estaba el ambiente bueno. Se aplaudió de salida un primer toro de bellas y serias hechuras. Chorreado en verdugo -tiras negras sobre capa colorada-, ligeramente remangado, bien puesto. Toro con plaza, más que ninguno. Contra costumbre taurina, se echó por delante el más serio del lote, el lote de El Juli. Y el de más trapío de una corrida muy bonita. Muy torera, se dice entre profesionales.

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Ese primero fue el único cinqueño del envío. Trote vivo de salida, que suele ser buena señal, pero ganas de soltarse también. La lidia en el tercio de varas no fue afortunada. Un primer puyazo al relance -se blandeó el toro, cabezazos al peto- y un segundo de laboriosos preparativos. El Juli pretendió dejarlo puesto en suerte con un recorte, y se soltó el toro. Y volvió a intentarlo de la misma manera, y de nuevo se soltó el toro. Barroso se agarró en un certero puyazo que tal vez fuera excesivo porque el toro se apagó en la muleta demasiado pronto, como si se le hubieran fundido el fuelle y los plomos.

Había arreado en banderillas, pero lo hizo a querencia, la misma de sus salidas sueltas previas. Ni un mal gesto: ni puntear, ni cabecear, pero no pudo con su alma y, entregado sin pelear, acabó respirando de manso, y de manso se echó después de una estocada desprendida. La faena de El Juli, abierta con doblones innecesarios, no pasó de mero trámite. Rendido de antemano, el toro se quedaba a mitad de viaje sin pasar ni renegar.

Ninguno de los otros cinco toros tuvo nada que ver con el recién arrastrado. Ninguno aparentó el peso marcado en las tablillas. Un promedio de 580 kilos. Solo la víspera se había jugado un monumento de 630 y las comparaciones fueron inevitables. El segundo de corrida, castaño, rellenito, corto de manos y bajo de cruz, remate redondo y cara de bueno, fue la prueba del algodón: 577. Imposible. Lo que sí hizo ese toro fue embestir y embestir, y hacerlo como los toros de carril o los carretones bien manejados del toreo de salón. Por las dos manos, repitiendo, ni un extraño, ni un reniego. Además de supina bondad, cumplió en el caballo como los bravos sin apenas sangrarse.

Con el mismo ritmo resistió una muy copiosa faena de Talavante de hasta tres docenas y pico de muletazos con una extravagante tanda de propina final: muletazos sin ayuda. Fue faena facilona, de tandas largas porque el toro no paró de repetir y repetir, un punto mecánica, en una sola distancia, sin apenas variaciones -un par de cites frontales, circulares para embestidas sumisas- y afeada por pomposos andares. Una estocada. Al palco se le fue la mano: dos orejas. Para el toro pidieron unos pocos la vuelta. Talavante tuvo el buen criterio de dar la suya, orejas en mano, por la segunda raya, que es lo propio. O lo era.

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Negros, los cuatro toros restantes tuvieron en común su nobleza pajuna, es decir, una suavecísima, sedosa manera de estar y embestir a reclamo. Como si en vez de pezuñas calzaran zapatos de raso. Incluso el quinto, el de más alzada y volumen, que, por cuajo, no pareció toro de darse descolgado desde la primera baza. Por unos y otros no apostaron ninguno de los tres de terna: ni un Juli en versión conformista y empeñado a última hora en péndulos a toro parado, ni un Talavante desganado y cauteloso que ya debía por entonces darse por saciado y, menos que ellos, Tomás Rufo, que debutaba en Bilbao y se demoró sin cuento en dos faenas sin rumbo ni sentido: premiosísimas, sembradas de recurrentes tiempos muertos, de pausas y paseos gratuitos con un lote de más que sencillo trato.

Talavante abusó del toreo despegado y abriendo huecos, El Juli pecó de encimismo a pesar de descubrir que, enganchado por delante, el cuarto toro respondía, y Rufo, ideas confusas, hizo un vago intento de torear en la distancia que ni fraguó ni pareció ir en serio. Por primera vez en la semana se oyeron protestas, impacientes y severas cuando Rufo pareció tan al aire del sexto toro, que fue un cromo, y hasta ajeno a él.

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