Eufórica

En la creciente afición al teatro musical había una barrera entre un teatro donde prevalece la música y otro cuyo dominio es la trama. Quizá ... el éxito de 'Mamma mía' estuvo en que las melodías tenían el aliciente pop de Abba, y la trama acumula intriga, secreto, romance... un folletín risueño.

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Donna regenta un hostal en una isla griega. Es madre soltera y crió a su hija Sophie, que está a punto de casarse y descubre en el diario de su madre recuerdos de tres antiguos amantes: ¡tres posibles padres! Para salir de dudas les invita a la boda.

Las melodías se oyen en castellano. En directo va el marco musical que pauta movimientos, voces y bailes. El escenario evoca más o menos un hostal en la blanca placita de la isla sugerida por una escenografía voluminosa y pinceladas ingenuas, la red pesquera, una barca, trajes de baño, subrayados efectistas de luz y color, derroche de vestuario, con giros y transiciones dentro/fuera expresivas. Cantantes que a la vez actúan, bailarines a los que les moverá sin duda por edad y memoria el acicate de protagonizar una emoción ya vivida. Otro valor de esta 'Mamma mía' es compararse con versiones de altura y tiene el mérito de resucitar la euforia que transmite, con su nueva energía. En el estreno bilbaíno Donna fue Verónica Ronda, Ylenia Baglietto la Tania, Rosie fue Cristina Murillo, y la hija Sophie, Gina Gonfaus, actrices y cantantes que alivian la rigidez maquinal de la coreografía. Dos docenas de intérpretes en el cuerpo de baile con despliegues de precisión geométrica en una producción recomendable. Apoteósico el colofón, un '¿quieren más?' redundante porque el público ya ha contestado en pie y con aplausos.

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